Durante la pandemia de Covid-19 en México se registraron 808,619 muertes, según calculó la Comisión Independiente de Investigación.
Jaime Sepúlveda, coordinador de la comisión, aseguró en entrevista para Aristegui En Vivo que el objetivo de la misma era hacer un ‘corte de caja’ y analizar qué se hizo bien y qué se hizo mal en el manejo de la pandemia y sobre todo cuáles son las lecciones que dejó “una tragedia de esta magnitud”.
“Es la catástrofe más grande que ha sucedido en nuestro país desde la Revolución Mexicana”.
A pesar de que la Comisión celebra algunas acciones que se llevaron a cabo como la unidad Covid en Centro Citibanamex, que consideran fue un ejemplo de la colaboración entre el sector privado y público, asegura que fueron mucho más los errores que los aciertos en el manejo de la pandemia en México.
Sepúlveda afirma que la comunicación por parte de las autoridades mexicanas respecto a la pandemia fue enfocada en minimizar el problema, centralizar las decisiones e ignorar los órganos colegiados.
“La verdad es que ahí hubo un detalle muy serio de omisión. Por no hacer caso de los avances en la ciencia, por no ir incorporando lo que se iba aprendiendo a nivel mundial y por centralizar y minimizar la magnitud del problema”, asegura.
Se menospreció el uso del cubrebocas cuando ya se sabía que la transmisión (del virus) era por aerosol y esa fue una importante falla que pudo derivar en que haya tantas muertes.
Además, afirma que no se entiende por qué se dejaron de hacer pruebas Covid como recomendado por la OMS. Sepúlveda atribuye esa decisión a la política presidencial de ‘austeridad republicana’.
“El modelo centinela fue, obviamente, un gran fracaso. Subestimó por mucho la magnitud del problema y lo malo es que con base en esas subestimaciones se tomaron decisiones de política pública como la compra de equipo, medicamentos y vacunas”, declaró.
Estuvimos navegando a ciegas por mucho tiempo.
Respecto a la política de “Quédate en casa”, Sepúlveda considera que tenía un principio lógico: “si te quedas en casa, se disminuye la probabilidad de transmitir el virus a otra población”. Sin embargo, considera que en el caso de México, donde existe una economía informal tan grande en la que “la gente necesita salir a trabajar para ganarse el sustento, no le puedes decir quédate en casa sin darle un sustento económico”.
“La austeridad republicana no permitió que se diera ese apoyo”, afirma.
Explica que durante los primeros meses de la pandemia, los enfermos de Covid que llegaban a los hospitales se encontraban ya en condiciones de gravedad, lo que provocó altas tasas de mortalidad dentro de los hospitales.
Afirma que el 50% de los pacientes hospitalizados durante las dos primeras olas de Covid-19 fallecieron.
La Comisión asegura que 4 de cada 10 muertes fueron en exceso. De las 808,619 muertes que se registraron, solo 500,000 fueron directamente provocadas por el virus; el resto no se pueden explicar por fallas estructurales como enfermedades que aumentaban la letalidad del virus, como la diabetes, obesidad o hipertensión.
México tuvo 300,000 muertes que no son explicables por fallas estructurales, sino explicables por fallas en la gestión de la pandemia.
Con ‘muertes extras’, la Comisión se refiere a las muertes que no se tenían previstas a nivel nacional y que fueron causadas directamente por la pandemia.
Si México se hubiera desempeñado como el resto de los países en el mundo, se hubieran podido evitar más de 300 mil muertes.
“Existen tres claves para comprender el fracaso de México en su respuesta a la pandemia: la permanente subestimación de la gravedad del virus, la centralización y personalización de las decisiones, y la política de austeridad. Son errores que se atribuyen directamente a los tomadores de decisiones, a quienes instrumentaron las medidas y a quienes condujeron la comunicación de los mensajes a la población”, afirma el informe.
La comisión aspira a entregar este informe a las actuales candidaturas legislativas. Para ella, sería deseable que los órganos académicos lo sometieran a un debate público, dispuestos a cuestionar nuestras cifras si fuera necesario.
“En el ámbito de la discusión pública, es fundamental no pasar por alto las 800,000 muertes; es un deber cívico y moral honrar la memoria de quienes fallecieron, así como atender a los 215,000 huérfanos y las muchas personas que perdieron sus hogares y empleos debido a esta pandemia”, asegura Sepúlveda.
“Esta tragedia no puede ser ignorada. Es imperativo llevar este asunto al debate público e incluirlo en los planes de gobierno de la próxima administración, como parte de un plan de precaución y preparación ante futuras pandemias”.