lunes, junio 9, 2025

China y EE UU eligen campo de batalla: el Congo | Negocios

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En la carretera entre las ciudades de Kolwezi y Fungurume se encuentran dos imponentes símbolos del control de China sobre los recursos en la República Democrática del Congo: enormes minas de cobre y cobalto propiedad de CMOC Group. Pero solo cuentan una parte de la historia. Una mirada más de cerca revela una carretera repleta de fábricas y almacenes para constructoras de Pekín, fabricantes de equipos industriales con sede en Shandong y operadores siderúrgicos de la provincia de Hebei. Los gigantes estatales se codean con buscadores de fortuna de pequeñas ciudades chinas que han establecido centros comerciales, casinos y hoteles. En menos de dos décadas, China se ha insertado en todos los niveles del negocio del cinturón de cobre del Congo, desde los comerciantes artesanales de metales en las carreteras hasta los mayoristas y multinacionales como CMOC, el mayor productor de cobalto del mundo después de superar a Glencore en 2023.

Los políticos del país africano, sin embargo, ahora buscan nuevos amigos y han recurrido a un aliado inesperado: la Casa Blanca de Donald Trump.

El Congo conmocionó los mercados de materias primas al prohibir las exportaciones de cobalto en febrero. La suspensión de cuatro meses tuvo como objetivo reanimar los precios, que habían caído a mínimos históricos. También se interpretó como una reprimenda a CMOC por superar con creces sus ya ambiciosos objetivos de producción y contribuir a la caída libre de los precios. La medida, autorizada por el presidente Félix Tshisekedi, reflejó la frustración de que, aunque el Congo produce tres cuartas partes del cobalto del mundo, son las empresas chinas —no los políticos de Kinshasa— las que determinan los precios mundiales de un metal crítico para las industrias de baterías, Defensa y aeroespacial.

La prohibición de las exportaciones y las críticas implícitas a Pekín son una apuesta de alto riesgo por parte de Tshisekedi, dicen los analistas y comerciantes consultados. “El tema de los minerales críticos africanos ha sido un escollo en las relaciones entre EE UU y China”, afirma Yun Sun, director del programa de China en el Centro Stimson de Washington. “La Administración Trump lo ha convertido en una prioridad”. Pero China lleva décadas de ventaja sobre EE UU en minerales críticos. Un posible acuerdo con la Casa Blanca para obtener una participación en la producción mineral del Congo “corre el riesgo de ofender a China”, añade.

Sin la inversión de Pekín —tan solo CMOC ha invertido cerca de 9.000 millones de dólares en sus minas desde 2016— el Congo no habría podido triplicar su producción de cobre ni la de cobalto en una década. Ambos metales se extraen juntos en el país. Las exportaciones de cobre y cobalto equivalen a aproximadamente el 40% del PIB del Congo, según el FMI. El valor del comercio entre ambos países ascendió a casi 27.000 millones de dólares (23.700 millones de euros) en 2024, mientras que el comercio del Congo con EE UU fue solo de 820 millones.

El Congo propuso a EE UU un acuerdo de minerales a cambio de seguridad —similar al que se negociaba con Ucrania— poco antes de que Washington desatara su guerra comercial global contra Pekín en abril. En teoría, ofrecería a empresas estadounidenses acceso a los minerales a cambio de apoyo para poner fin a un conflicto en el este del país, donde un grupo rebelde respaldado por la vecina Ruanda ha tomado el control de dos importantes ciudades y múltiples zonas mineras de oro, estaño y tantalio. El ataque ruandés representa una seria amenaza para Tshisekedi.

Los ministros de Asuntos Exteriores del Congo y Ruanda viajaron a Washington a finales de abril para firmar una “declaración de principios”, en presencia de Marco Rubio, secretario de Estado estadounidense, que comprometía a ambas partes a trabajar para alcanzar un acuerdo de paz.

Acercamiento

Massad Boulos, asesor principal de Trump para África, declaró que él y Tshisekedi habían “discutido un acuerdo sobre minerales y trazado un camino a seguir” que podría permitir que instituciones como la Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (USIFDC) apoyaran la inversión privada en el sector minero y la infraestructura del país centroafricano.

El Departamento de Estado de EE UU fue más directo sobre el propósito de cualquier acuerdo, acusando a Pekín de restringir el acceso a minerales y metales clave: “El control de China sobre las cadenas de suministro de minerales críticos representa una amenaza significativa para la capacidad industrial y tecnológica de EE UU y no puede continuar”, según un portavoz de la Casa Blanca. El Gobierno chino refuta estas afirmaciones. “La comunidad internacional puede ver claramente quién está practicando un juego de suma cero y quién se beneficia del conflicto”, declaró el Ministerio de Asuntos Exteriores chino en un comunicado. Y añadió que el papel de China en el Congo ha sido “abierto, transparente y legítimo”.

Conocida como la “Arabia Saudita del cobalto”, el Congo alberga a unos 110 millones de habitantes y una vasta gama de recursos minerales con lo sque impulsar desde turbinas eólicas hasta sistemas de armas de última generación. Además del cobalto, el país es el segundo mayor productor de cobre, otro ingrediente crucial para impulsar las tecnologías del siglo XXI. Sin embargo, la preocupación por los conflictos y la corrupción, en un contexto de pobreza extrema e infraestructuras inadecuadas, ha ahuyentado a menudo a las empresas occidentales.

Los líderes del país, que han mejorado sus relaciones con Occidente desde que Tshisekedi asumió el cargo en 2019, ven ahora una oportunidad para capitalizar la abierta desconfianza de Washington hacia el dominio chino en numerosos mercados de metales. En marzo, con el apoyo de EE UU, el Congo canceló la adquisición de un productor local de cobre y cobalto por parte de una filial del fabricante de armas chino Norinco Group, que ya posee minas cerca de Kolwezi. Sin embargo, aún no se ha materializado una oferta alternativa respaldada por EE UU.

Cualquier impulso estadounidense parte de una gran desventaja. China y sus ciudadanos han construido una infraestructura de empresas, grandes y pequeñas, que han aprendido a prosperar en el complejo entorno del Congo, que exige lidiar con todo tipo de problemas, desde la corrupción hasta soldados rebeldes, carreteras en mal estado e inestabilidad política. El poder de Pekín sobre la fijación de precios también se deriva de las plantas de procesamiento, las instalaciones de baterías y las fábricas de vehículos eléctricos que ha construido durante décadas en China. Más del 80% de la refinería mundial de cobalto se realizó en China el año pasado, según Darton Commodities.

Este dominio se ha consolidado con efectivo. China otorgó 56.900 millones de dólares en créditos y ayuda a proyectos de minerales en todo el mundo entre 2000 y 2021, según AidData, un grupo de expertos de la Universidad William & Mary de Virginia. “Depender de un país te pone en un estado de vulnerabilidad”, avisa Christian-Geraud Neema Byamungu, experto en inversiones mineras de Pekín en el Congo.

Con retraso, la Administración de Joe Biden intentó contrarrestar el control de China ante el creciente temor a la escasez de suministro de algunos minerales. Introdujo incentivos financieros para impulsar la refinería en EE UU, que no tiene capacidad para procesar cobalto. También se prometió invertir en el Ferrocarril Atlántico de Lobito, que une Kolwezi con la costa angoleña, mientras Biden instaba a los mineros occidentales a reconsiderar su participación en los recursos naturales del Congo.

EVelution Energy, con sede en Arizona, aspira a ser una de las primeras empresas estadounidenses en abrir una planta de refinería de cobalto en el país. Gil Michel-García, su vicepresidente ejecutivo, afirma que un acuerdo de “paz por minerales” ayudaría a asegurar minerales críticos vitales para las industrias automotriz, aeroespacial y de Defensa de EE UU, y a reducir el riesgo de la cadena de suministro de cobalto de EE UU proveniente de China. Sin embargo, Biden no logró impulsar grandes inversiones mineras estadounidenses en el Congo. Aun así, KoBold Metals, empresa respaldada por Bill Gates, afirma que ahora quiere invertir más de 1.000 millones de dólares para desarrollar un yacimiento de litio a 430 kilómetros al noreste de Kolwezi.

El Gobierno de Kinshasa se encuentra en una situación delicada. Quiere diluir la influencia de las empresas chinas en el sector atrayendo a otros inversores extranjeros, pero sin deteriorar las relaciones con su principal socio comercial. Las conversaciones con EE UU son parte de un esfuerzo más amplio del Congo por diversificar la economía, dice Kizito Pakabomba, el ministro de minas del país, que quiere utilizar los ingresos adicionales del sector para impulsar otras áreas, incluidas “la agricultura, el turismo y muchas otras industrias”.

El cobalto y el cobre están exentos de los aranceles de Trump, pero Moody’s advirtió antes del enfriamiento comercial entre EE UU y China de los “posibles efectos adversos” de los aranceles sobre la demanda de materias primas del Congo si el crecimiento global se ve afectado.

El Congo no quiere encontrarse en una posición en la que tenga que elegir bando o cambiar un grupo poderoso de inversores por otro. “El objetivo final sigue siendo el control total de la cadena de valor del cobalto”, declaró Tshisekedi en marzo. El país “debe dejar de ser un simple proveedor de materias primas y convertirse en un actor clave en la refinería de minerales estratégicos”.

Es más fácil decirlo que hacerlo. Durante tres décadas, hasta la de 1990, EE UU apoyó al dictador Mobutu Sese Seko. Cuando fue derrocado en 1997 las empresas occidentales inundaron el Congo, intentando conseguir sus activos mineros a bajo precio. Muchas se marcharon desalentadas por el difícil entorno empresarial. Durante los 18 años de presidencia de Joseph Kabila, predecesor de Tshisekedi, esta desconexión dejó la puerta abierta a Pekín, que ha buscado materias primas en su vertiginoso impulso de crecimiento económico desde finales del siglo XX. China domina ahora el sector del cobre y el cobalto del Congo. “Tenemos una buena relación con los chinos”, dice Angelo, coordinador de una cooperativa minera.

El sector artesanal, con una regulación laxa y que a menudo infringe las leyes congoleñas que prohíben la minería a pequeña escala en emplazamientos industriales, representó alrededor del 10% de la producción de cobalto del Congo en 2018. Sin embargo, la caída de los precios y los intentos de profesionalizar el sector han reducido esta cifra al 2%, según Benchmark Mineral Intelligence. Angelo afirma que gestiona la logística de 30.000 trabajadores artesanales que extraen el mineral con herramientas rudimentarias. Se estima que podría haber más de 200.000 mineros artesanales de cobalto en el país. A menudo trabajan en condiciones peligrosas por ingresos precarios, y el Gobierno ha tenido dificultades para mantener a los niños trabajadores alejados de las minas.

En un depósito de metales improvisado a las afueras de Kolwezi, un cartel indica los precios ofrecidos por el mineral con grados de cobre que van del 1% al 20%. Un depósito rival cercano —uno entre docenas— ofrece grados de hasta el 30%, una pureza inaudita en ningún otro lugar del mundo. Otro depósito cercano es propiedad de Kwanga, nombre ficticio de un mayorista llamado Li, originario de la ciudad industrial de Shijiazhuang. Se niega a revelar su nombre completo para evitar llamar la atención de las autoridades. Li vende el mineral a una de las muchas plantas de procesamiento de propiedad china en los alrededores de Kolwezi, con acceso a refinerías locales. “Lo pesamos, evaluamos la calidad y luego ofrecemos un precio”, dice Li, mientras pasea por el almacén, fumando y dictando instrucciones en su teléfono en mandarín y suajili. Y añade: “Si no aceptan el precio, se van a otro sitio”. Varios mineros artesanales dicen que no tienen otro lugar donde ir para vender su cobalto y cobre, salvo los omnipresentes mayoristas chinos.

CMOC y los precios

Ninguna empresa ha hecho más para potenciar la creación del lado industrial de este ecosistema que CMOC, que ahora domina la producción mundial de cobalto. Comenzó su andadura en 1969 como productor estatal de molibdeno, un ingrediente para la fabricación de acero, en la provincia central china de Henan. Una expansión constante en la década de dos mil la llevó a cotizar en la Bolsa de Hong Kong en 2007. Tras adquirir activos mineros en Australia y Brasil, fueron las inversiones en el Congo las que la consolidaron. En 2016, compró la mina Tenke Fungurume, cerca de Kolwezi, en un acuerdo con la minera estadounidense Freeport-McMoRan y la canadiense Lundin Mining por 3.800 millones de dólares. En 2020, pagó a Freeport otros 550 millones por la licencia de Kisanfu y el año pasado se convirtió en uno de los 10 principales productores de cobre.

La velocidad dejó a la competencia con los pies en la tierra. El aluvión de cobalto agravó la caída de los precios, que cayeron alrededor de un 75% desde su máximo de mayo de 2022, bajando por debajo de los 10 dólares por libra en febrero. El impacto financiero para el Congo fue significativo: los royalties mineros del hidróxido de cobalto cayeron más de un 40%, hasta los 409 millones de dólares en 2023, según Resource Matters, incluso con la producción aumentando casi una quinta parte. Sin embargo, la bajada de precios fue una buena noticia para los fabricantes chinos de baterías. CATL —el mayor del mundo— posee aproximadamente una cuarta parte de las acciones de CMOC y una participación independiente del 25% en la mina de Kisanfu.

Glencore, que había sido el principal productor de cobalto durante al menos 15 años, vio evaporarse su poder para fijar los precios. Redujo su producción y el año pasado CMOC produjo tres veces más cobalto en el Congo que ella. Las mineras chinas también se vieron afectadas: algunas redujeron drásticamente las exportaciones, mientras que MMG, una empresa estatal, suspendió la producción de una nueva planta de cobalto. CMOC niega haber provocado una caída deliberada del precio. Describe el exceso de oferta como una consecuencia inevitable de su afán por producir más cobre. “Desarrollamos los activos mineros en la República Democrática del Congo para el cobre”, declaró por correo electrónico. “El cobalto es solo un subproducto”.

Está previsto que la prohibición de exportación se levante a finales de junio, aunque Tshisekedi ha advertido que podría extenderse. Bloomberg Intelligence estima que la suspensión, si se extiende hasta finales de 2025, podría costarle al Congo hasta 400 millones de dólares. En los alrededores de Kolwezi, los mineros siguen enviando cobre mientras almacenan cobalto. Los políticos congoleños, felices de que el precio del hidróxido se haya duplicado desde la prohibición, saben que inundar el mercado en cuanto se levante los obligaría a empezar de cero.

Aunque el Congo afirma que solo desea restablecer el equilibrio entre la oferta y la demanda, los analistas advierten de que unos controles demasiado estrictos podrían acelerar la transición de los fabricantes de baterías para vehículos eléctricos hacia alternativas sin cobalto. Andre Wameso, el poderoso subjefe de gabinete para asuntos económicos de Tshisekedi, dice que la prohibición es parte de una “estrategia más amplia”. “Estamos pensando en cómo implementar las políticas adecuadas para que no solo la industria minera pueda desarrollarse y, obviamente, recuperar capital, sino también, esta vez, beneficiar al pueblo congoleño”, concluye.



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