La resaca postelectoral le pega a la cúpula de Morena, el partido gobernante. Los morenistas han iniciado, fuera de casa, la búsqueda de culpables tras el resultado de las elecciones judiciales, que apenas alcanzaron una participación del 13%, así como de los comicios celebrados en Veracruz y Durango, que también representaron un cierto descalabro para el partido. Lejos quedan ya los discursos triunfalistas de la presidenta, Claudia Sheinbaum, aquella noche, y de la dirigencia del partido, a cargo de Luisa María Alcalde y Andrés Manuel López Beltrán, presidenta y secretario de Organización.
Se trataba de la primera operación electoral de la casi recién estrenada dirigencia, y no ha terminado de convencer a los morenistas más puros, aunque se esté hablando del hijo del fundador y líder moral de la agrupación política, el expresidente López Obrador. Los resultados han dado la razón a quienes se mantenían escépticos sobre el trabajo político que podían desempeñar López Beltrán y Alcalde. La ausencia de autocrítica ha llevado a los morenistas a iniciar una cacería de los culpables fuera de sus filas. La negación es la fórmula que aplica el oficialismo conforme avanzan los resultados de la jornada electoral del 1 de junio, aún incompletos. La línea discursiva habla de éxito en la elección inédita de jueces, magistrados y ministros; destaca que Morena ganó los municipios más importantes de Veracruz, mientras que en Durango, —bastión del PRI—se gestó una elección de Estado. Esa es la consigna que sostienen y ha salido a reforzar el vástago de López Obrador y operador de la elección, quien no logró mostrar músculo político y poder de movilización del partido gobernante.
López Beltrán, de la mano de Alcalde, ha defendido una operación que parecía pan comido, tanto en Durango, Estado norteño al que se mudó los últimos meses con el afán de tener el control de su primera gran maniobra política, como en Veracruz, territorio morenista que pensaban ganado. La dirigencia ha echado mano del podcast La Moreniza, —creado ex profeso para difundir información del partido—, para dar derecho de réplica a López Beltrán, siempre hermético con los medios de comunicación. “La crítica es que perdimos una elección que no perdimos”, dice. Desde ese micrófono repele la derrota y suma responsables de los resultados, por ejempo, los medios de comunicación a quienes acusa de golpearlo. Aprovecha para retomar el discurso de su padre sobre los medios de información que actúan en su contra, difusores de noticias falsas y tira de ahí para abrir otra defensa, su posición en Morena y en la vida política mexicana. “Yo me llamo Andrés Manuel López Beltrán”, ese, dice, es su más grande orgullo. Inmediatamente, regresa a los contrastes, defiende su herencia, pero al mismo tiempo se pone como un secretario de Organización común y corriente. Su cargo no es menor, tiene el control total del padrón electoral de Morena. Pero lo que ha trascendido es su queja porque le llaman Andy: “Les da miedo [nombrarme], saben lo que vale el nombre y el legado de Andrés Manuel López Obrador. Me llamo Andrés Manuel López Beltrán y ojalá dejen de llamarme con diminutivos”, insiste. Opina que eso es demeritarle.
En su papel de secretario de Organización, el hijo del expresidente, que ha arrancado una carrera política abierta con la carta de presentación que le da su nombre, sostiene un discurso ganador que contrasta con el afán de repartir responsabilidades. Si hay que señalar culpables en lo que pintan como inexistente derrota, no es él. El dirigente ha emprendido la pelea por el triunfo en un puñado de municipios duranguenses para subir los números, acto que, comparable con el histórico de triunfos electorales de Morena, resulta risible. Compra de votos, acarreo, violencia, operación del gobernador Esteban Villegas y del priismo y una serie de presuntas irregularidades, dicen, influyeron, dicen, en los [malos] resultados.
En Veracruz, bastión morenista, no cabe el discurso de una elección de Estado, ahí solo ha quedado sostener la línea triunfalista. De acuerdo con el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), Morena sufrió un descalabro en la preferencia electoral, con respecto a las elecciones de 2021. El partido gobernante perdió 15 espacios entre alcaldías y presidencias municipales. Frente a los números, la dirigencia mantiene la defensa de los pírricos triunfos, que contrastan con las cifras. Morena se ha estancado, por lo menos, en ese par de Estados. Sheinbaum se ha sumado a la defensa de la elección local. “Así que digan: ‘Qué mal le fue a la coalición Morena-PT-Verde en Durango y Veracruz’, pues no. Se gobierna más población”, lanzó frente a los irrefutables resultados.
La defensa de la elección judicial, no ha sido diferente. La baja participación del 13% del total del padrón electoral no le significa una derrota a Morena, aunque sus números más pesimistas, de acuerdo con líderes del partido, esperaban que alcanzara el 20%. El triunfo que pregona Morena en público, difiere en lo privado. La indicación de la presidencia y de la dirigencia, fue que todos, —por eso la defensa ante el Tribunal Electoral de permitirles difundir la elección, — salieran a los Estados, a las calles, a cada rincón a promover la elección para lograr una participación decorosa en el primer tramo de la elección de jueces, magistrados y ministros. Alguien falló y Morena continúa a la caza de los culpables, siguiendo su propia cola.