sábado, septiembre 13, 2025

Huida, captura y enigmas del presunto asesino que avivó la llama de la violencia política en Estados Unidos | Internacional

Share


Despejado el enigma que tenía en vilo a Estados Unidos, sobre la identidad del presunto asesino del comentarista ultraconservador Charlie Kirk, estrecho aliado de Donald Trump, la búsqueda de respuestas se dirige ahora hacia la familia del sospechoso, Tyler Robinson, un vecino de Utah de 22 años al que delató su padre.

¿Con qué argumento convenció a su hijo este, un mormón muy activo en su iglesia, de que se entregara, aún a sabiendas de que se expone a la pena de muerte? ¿Cobrará la recompensa de 100.000 dólares ofrecida por el FBI? ¿Cómo urdió el detenido sin levantar sospechas un plan que acabó con un balazo en el cuello de Kirk desde una distancia de unos 180 metros? Y, sobre todo: ¿qué llevó a un muchacho de una familia amante de las armas y “convencidamente trumpista”, según la abuela, a acabar matando al líder juvenil del movimiento MAGA (Make America Great Again) con un rifle de caza, una pasión aprendida en casa?

Tal vez por la inverosimilitud del perfil de Robinson (“era uno de los nuestros”, dijo el viernes el gobernador de Utah, el republicano Spencer Cox), pasaron unas 33 horas ―que a ratos parecieron 33 días en un país enfrentado a los peores fantasmas de su historia de violencia política― entre el momento del tiro a las 12.23 del miércoles (hora de Utah; ocho más en la España peninsular) y la detención hacia las 22.00 del jueves de Robinson, tras su entrega en una comisaría del tranquilo pueblo de St. George, al sudoeste del Estado de Utah. Allí vivía el joven, cuyos vecinos definieron en los medios estadounidenses tras conocer la noticia del arresto como “reservado” e “inteligente”; un nerd de los cómics y los videojuegos.

Alertados por el sheriff, los agentes del FBI, que habían concentrado sus pesquisas en torno al lugar del crimen, la universidad de Utah Valley, cubrieron los 350 kilómetros que separan Orem, la localidad en la que murió Kirk, y el rincón de la frontera con Nevada, un enclave entre majestuosos parques nacionales, en el que les esperaba “pacíficamente” el hombre al que habían estado buscando desesperadamente. Y lo hicieron por las mismas carreteras por las que condujo el miércoles Robinson en su viaje de ida y vuelta a bordo de un Dodge Challenger poco discreto de color gris, rumbo a los anales de la violencia armada de Estados Unidos.

Tyler Robinson y su padre, en una imagen extraída de Facebook.

Tres horas antes, las autoridades habían desvelado en una conferencia de prensa, para cuyo comienzo tocó esperar a la llegada desde Washington del polémico director del FBI, Kash Patel, las dos fotos y el vídeo en los que el padre del sospechoso reconoció a su hijo.

En ese momento comenzó una sucesión de hechos en la que aún hay unos cuantos puntos ciegos. El padre trató de convencer al muchacho de que se entregara. Este le dijo que antes de eso, prefería suicidarse. Un joven religioso amigo de la familia habló con él y logró persuadirlo. Y entonces, entró en escena un agente con conexiones en la investigación, que fue el que avisó a las autoridades.

Charlie Kirk y Donald Trump, en un evento de la Casa Blanca, en 2018

En el vídeo que finalmente condujo a su captura se ve a Tyler Robinson caminar a paso ligero por la azotea desde la que apuntó su viejo rifle Mauser del calibre .30-06, descolgarse de un edificio chato y perderse en una zona boscosa donde los agentes encontraron después el arma. Robinson la dejó allí, envuelta en una toalla, junto a la munición en la que había inscrito los mensajes, aparentemente inspirados por el mundo de los videojuegos, que en la investigación cuentan como pruebas de que, según declaró Cox en la CNN el viernes por la noche, el joven había atravesado por “un proceso de radicalización”. Uno de ellos decía: “¡Oye, fascista! ¡ATRAPA [la bala]!” Otro citaba versos de Bella Ciao, himno de los partisanos italianos contra Mussolini.

Lo cierto es que el joven, que, como tantos de su generación, casi vivía en internet, no dejó (o, al menos, no emergió en las primeras horas constancia de que dejara) el clásico reguero de pistas que suelen aflorar tras un episodio de violencia armada en Estados Unidos. Era un buen estudiante. Estaba registrado como votante, pero sin afiliación partidista, y todo indica que no participó en las últimas presidenciales, su primera oportunidad tras alcanzar la mayoría de edad.

Sí hay fotos que demuestran la pasión familiar por las armas, o un vídeo en el que se le ve celebrar la concesión de una beca de 32.000 dólares para matricularse en la universidad estatal de Utah, que abandonó tras cursar estudios de ingeniería durante un semestre en 2021. En la actualidad, se encontraba en el tercer año de algo así como una formación profesional como técnico electricista.

Captura del vídeo en la que se ve a Tyler Robinson descolgarse de la azotea desde la que disparó a Kirk.

El rompecabezas incompleto que sale de juntar todas esas piezas ofrece una imagen borrosa que, a falta de completarse, no corresponde con aquella con la que la extrema derecha estadounidense ha venido elucubrando en los últimos días. No se trata de una persona trans, como difundieron varios bulos. Tampoco parece responder al arquetipo de activista de esa “izquierda radical” a la que Trump ha prometido hacer responsable de la muerte de su fiel aliado. Ni hay indicios de que ese proceso de “politización” del que habló Cox se produjera mientras estudiaba en la universidad, como rápidamente corrieron a concluir en el mundo MAGA, siempre dispuesto a ver las instituciones de educación superior como lugares de adoctrinamiento marxista.

En su huida, Robinson también dejó huellas de sus zapatillas Converse; con sus inconfundibles formas geométricas, sirvieron a los agentes para atar cabos. En todas las imágenes que las autoridades difundieron durante esas 33 horas ―lo hicieron en dos tandas, por la mañana y por la tarde del jueves ―, se adivina claramente ese calzado, como parte de un atuendo que incluía unos tejanos, gafas de sol, una gorra con un triángulo blanco y una camiseta negra de manga larga con una bandera de Estados Unidos y una patriótica águila calva.

Robinson se vistió así después de llegar al campus a las 8.29 del miércoles, unas cuatro horas antes de disparar a Kirk, según las grabaciones de las cámaras de seguridad. Cuando hubo cumplido con su misión se cambió de ropa para ponerse unos pantalones cortos y una camiseta.

Un rifle oculto

En uno de los vídeos, captado por el objetivo de un vecindario residencial, aparece caminando hacia la universidad; arrastra la pierna derecha en lo que parece una manera poco disimulada de ocultar el voluminoso rifle. En otra de las imágenes difundidas, Robinson sube las escaleras del edificio desde el que apuntó a Kirk sin despertar las sospechas del equipo de seguridad privado del activista, acostumbrado a recibir amenazas de muerte, o de ninguna de las tres mil personas que asistieron al acto.

Al rato, apretó el gatillo precisamente después de que Kirk respondiera una pregunta sobre la epidemia de los tiroteos masivos en Estados Unidos. El orador se desplomó sobre sí mismo, y la sangre empezó a manar de su cuello a borbotones. El vídeo, repetido algo así como un billón de veces desde entonces, ya estaba corriendo por las redes sociales cuando los primeros agentes del FBI llegaron 16 minutos después, según cálculos de Patel.

Tyler Robinson, en una feria de armas.

No fue la mejor tarde de la agencia federal. Su director dijo en X a las pocas horas del asesinato que ya habían dado con el culpable. Poco después, tuvo que desdecirse. Patel es un podcaster MAGA con nula experiencia en los servicios de inteligencia y durante esta crisis, la primera de gran envergadura desde que Trump lo nombró por sorpresa, ha actuado con una mezcla de ansiedad y bisoñez, según testimonios internos recogidos por The New York Times, para lograr resolver cuanto antes el asesinato de uno de los referentes del universo extremista y conspiranoico del que ambos provienen y al que Patel definió el jueves como un “amigo”.

Con ese traspiés empezó a las 7:30 una operación de busca y captura que ―las autoridades dijeron al día siguiente― se centró al principio en ir “puerta a puerta” con la sospecha de que el culpable no podía andar muy lejos. Para entonces, Robinson ya estaba de vuelta en casa. El FBI también decidió no difundir imágenes del sospechoso, aunque sus responsables cambiaron de idea en unas pocas horas y soltaron algo de material gráfico con la esperanza de incitar la colaboración ciudadana.

Mientras los agentes recopilaban las pistas (unas 11.000 en total, según dijo Patel), el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, también amigo personal de Kirk, viajó con su esposa, la segunda dama Usha Vance, a Salt Lake City para ofrecer a Erika Kirk, viuda del activista ultraconservador y madre de sus dos hijos, las condolencias de la Casa Blanca. También, para brindarle su avión oficial, el Air Force 2, para el traslado del féretro a Scottsdale, ciudad de la gran conurbación de Phoenix, en Arizona, donde vivía Kirk, que creció a las afueras de Chicago.

Reunión este viernes de los Jóvenes Republicanos de Nueva York para recordar a Charlie Kirk.

No solo eso: Vance ayudó en el traslado del cadáver por la pista de despegue hasta la aeronave. Esa misma noche, Trump dijo que pensaba asistir al funeral de su aliado, que fue clave ―con su discurso nacionalista, anti-woke, xenófobo y ultracatólico― en la movilización del voto joven en la elección que llevó al republicano de vuelta al poder el pasado noviembre. Además, le concederá la Medalla Presidencial de la Libertad, la máxima distinción civil de Estados Unidos.

Tras su arresto, los agentes de la veintena de cuerpos locales, estatales y federales que participaron en la búsqueda, interrogaron a decenas de personas relacionadas con Robinson. Un compañero de piso les contó cómo su amigo le había mostrado mensajes posteriores al tiroteo en los que Robinson hablaba, entre otras cosas, de abandonar el arma en alguna parte y cambiarse de indumentaria.

Un familiar, siempre según las autoridades, describió una conversación con el joven, en la que este expresaba su disgusto ante la próxima visita de Kirk a Utah. Consideraba, añadió, que el discurso del activista MAGA estaba “lleno de odio” y que hacía todo lo posible por “esparcirlo”.

El presunto asesino de Charlie Kirk, Tyler Robinson, en su habitación de la universidad estatal de Utah, en 2021.

Mientras esas investigaciones seguían su curso, Robinson aguardaba a su traslado en la comisaría de la tranquila localidad en la que vivía, que al día siguiente tomarían los reporteros llegados de todos los rincones de Estados Unidos en busca de respuestas. Hacia las dos de la madrugada del viernes lo trasladaron a la cárcel del condado de Utah, en la ciudad de Spanish Fork, donde espera su suerte sin posibilidad de salir bajo fianza.

Las autoridades estatales y federales se disputan ahora saber cuál de las dos será la encargada de procesarlo. Una u otra, parece claro que Robinson tiene muchas papeletas para enfrentarse a un juicio en el que el fiscal pida la pena de muerte, que es legal en Utah, y se ha aplicado en ocho ocasiones desde su reintroducción en 1973. La última fue en agosto de 2024, cuando las autoridades del Estado ejecutaron a Taberon Honie, condenado por el asesinato y violación de una exnovia. Era el primer reo ajusticiado en Utah en 14 años.

La siguiente cita de Robinson con la justicia será el próximo martes, cuando está previsto que el fiscal del condado, Jeff Gray, presente los cargos de los que se le acusa. Ese día, el sospechoso también tiene su primera cita ante el juez, que será virtual.

Es de esperar que al menos algunas de las incógnitas que lo rodean a él y, sobre todo, a sus motivaciones, hayan quedado para entonces despejadas. Entre ellas, también la de cómo en su entorno familiar lograron convencerlo de entregarse a unas autoridades que harán todo lo posible por matarlo.



Source link

Table of contents [hide]

Read more

Local News