Este artículo ha sido publicado conjuntamente con Puente News Collaborative, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la información, organización y financiación de noticias de calidad y rigor informativo enfocadas en la frontera entre Estados Unidos y México.
Desde fuera, parece el típico bar sin pretensiones que se puede encontrar en muchos puntos a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México. Pero nada más entrar en el Kentucky Club, en Ciudad Juárez, el visitante descubre un bar emblemático que ha servido bebidas a varias generaciones de clientes, y que posiblemente esté en el origen de lo que se ha convertido en la margarita.
El club, situado en el corazón de esta bulliciosa ciudad industrial, es como otros lugares emblemáticos de las ciudades fronterizas mexicanas que han sido pioneros en el ámbito culinario, como César’s en Tijuana, donde, en la década de los años veinte del siglo pasado, César Cardini sorprendió a sus clientes con una sabrosa ensalada que comenzaba con una humilde base de lechuga. En Matamoros, frente a Brownsville, se encuentra el Drive Inn, famoso por su plato Surf and Turf, en el que el “surf” (el mar, en este caso) está representado por gigantescos camarones del Golfo envueltos en tocino y rellenos de queso. En Nuevo Laredo, el famoso Cadillac Bar fue conocido por su Ramos Gin Fizz. Y al otro lado del río, desde Del Río hasta Ciudad Acuña, el local Mrs. Crosby’s o Ma Crosby’s, aunque de aspecto cutre, tenía un público fiel y apareció en la canción de George Strait Blame it on Mexico.
Siempre han existido dudas acerca de algunas afirmaciones de estos establecimientos, que alegaban ser “los primeros” en desarrollar ciertos platos y bebidas “de fama mundial”. Pero eso no impidió que sus banquetas de madera y cuero falso y sus taburetes de barra se llenaran de clientes.
Sin embargo, es una verdad indiscutible que los bares y restaurantes fronterizos, que atraían gente con sus promesas de camaradería y aventura a partes iguales, han desaparecido, víctimas de los cambios en los tiempos y los gustos.
Excepto el Kentucky Club.
A medida que aumentan las tensiones entre Estados Unidos y México, el Kentucky Club es el único bar mítico que sigue en pie a lo largo de la frontera, y se alza como un tentador recordatorio de que incluso los problemas más espinosos pueden resolverse tomando una margarita. O, al menos, disfrutándola.
Esto es especialmente cierto durante la temporada festiva de México, que comienza en septiembre con las celebraciones del Día de la Independencia. A continuación, llega el Día de los Muertos al comienzo de noviembre, la fiesta de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre, y culmina con la Navidad.
“Da la impresión de que cada vez vienen más personas del otro lado de la frontera para celebrar” las fiestas de la Independencia de México en septiembre, según el barman Teodoro Morales. “Por lo demás, es la misma curiosidad de siempre: la búsqueda de la margarita perfecta”.
Para los visitantes procedentes de la vecina Texas y de Estados Unidos en general, el bar sigue siendo una visita obligada y, al menos en la frontera entre El Paso y Ciudad Juárez, se convierte en la acogedora puerta de entrada a México.
“Estamos muy contentos de recibir visitantes de Dallas, así que queríamos enseñarles este lugar,” dice Rafael Hernández, un residente de Juárez. Él y su esposa han traído a sus amigos, Stephanie Brancher y Scott Bernardi, al Kentucky Club este sábado por la tarde.
“Es un lugar precioso, precioso, maravilloso, estoy encantado de estar aquí”, asegura Bernardi. “He oído que tienen las mejores margaritas. Ellos inventaron la margarita, ¿no?”, pregunta Brancher con una sonrisa.

Cierto, es difícil determinarlo al 100 %, pero los propietarios y el personal juran que son los guardianes de la margarita original. Y, en realidad, tampoco importa. Los clientes más fieles insisten en que lo que cuenta es la leyenda, al igual que el ambiente binacional que nos transporta a una época en la que era fácil cruzar la frontera para ir de compras, cenar y tomarse una copa.
“El Kentucky Club tiene alma”, afirma Rich Wright, un ciudadano de El Paso que ofrece recorridos guiados a pie por Ciudad Juárez, entre los que se incluye una parada en este histórico bar. “Cuando entras en el Kentucky Club, puedes sentir todas las bebidas que se han derramado sobre la barra. Puedes sentir esa historia. Está ahí”.
El establecimiento está a pocos pasos del puente internacional Paso del Norte, que conecta El Paso con Ciudad Juárez. Un letrero verde brillante en la entrada prescinde de la modestia y anuncia el “Mundialmente famoso Kentucky Club”.
Al igual que muchos de los históricos bares fronterizos que servían a una clientela estadounidense en épocas pasadas, el Kentucky Club se remonta a la era de la Ley Seca en Estados Unidos, en la década de 1920. En su interior, las paredes rinden homenaje a la época dorada del cine mexicano con fotografías granuladas de famosas estrellas de la gran pantalla como María Félix y Jorge Negrete. También cuelgan de las paredes retratos de reconocidos actores y artistas estadounidenses como Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, Jim Morrison y Mick Jagger.
Cuando el bourbon de Kentucky fue prohibido al norte de la frontera, los estadounidenses sabían que podían cruzar a México y encontrar la bebida en la concurrida barra del club. El negocio funcionaba tan bien que, durante la prohibición, una destilería se trasladó temporalmente a Ciudad Juárez para garantizar un suministro constante de bourbon. “Los estadounidenses venían de todo el país a estas ciudades fronterizas para disfrutar de una copa legal en un bar”, explica Wright, el guía.
A pesar de su ilustre historia, el bar ha pasado por dificultades. Tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, los estadounidenses comenzaron a desconfiar de las estrictas medidas de seguridad y las largas colas de inspección en los puentes y pasos fronterizos internacionales. Los nuevos requisitos para cruzar la frontera, como la necesidad de tener un pasaporte o visado estadounidense para volver a casa, pillaron a muchos desprevenidos.
Otros clientes se asustaron durante una ola de violencia relacionada con las drogas: los miembros de los cárteles y las bandas rivales luchaban por el control de las lucrativas rutas de contrabando. El derramamiento de sangre generalizado acabó con el negocio de los emblemáticos bares fronterizos que dependían de los turistas. Los gánsteres empeoraron la situación al exigir dinero a los propietarios de los bares a cambio de protección.
Más recientemente, la pandemia obligó al Kentucky Club y a otros locales de Juárez a cerrar temporalmente. Pero cuando volvió a abrir, el bar se convirtió en un refugio para los habitantes de El Paso y otros estadounidenses que estaban cansados de estar encerrados en casa. A pesar de las precauciones, el distanciamiento social y todas las mascarillas, la Covid-19 se cobró la vida del propietario del Kentucky Club, Sergio Peña, en julio de 2020, el año en que el bar iba a celebrar sus 100 años de actividad.

A pesar de las dificultades, el establecimiento ha encontrado la manera de sobrevivir, e incluso prosperar. Puede que sea por su proximidad a un puente internacional, pero sin duda alguna es también por sus famosas margaritas.
Mientras prepara una, Morales, el camarero, cuenta que la bebida estrella se creó en 1942, a petición de un cliente. En aquella época, recuerda, no se consideraba propio de una dama beber tequila a palo seco. “Por eso, un marido quiso que el camarero preparara una bebida especial para su esposa”, cuenta Morales. A ella le encantó y preguntó cómo se llamaba. “¿Cómo se llama usted?”, le preguntó el camarero. “Margarita,” respondió ella.
La leyenda creció a partir de ahí, extendiéndose a ambos lados de la frontera y convirtiendo la bebida en un clásico internacional. Aunque los aficionados pueden encontrar margaritas prácticamente en cualquier lugar del mundo, no saben igual que en el Kentucky Club. “Principalmente por la tradición y la atención al servicio”, dice Alejandro Acosta, un juareño de 45 años que ha sido cliente durante toda su vida adulta.
Marina Streep, que vive en El Paso y lleva menos tiempo viniendo al Kentucky Club, afirma que el atractivo va más allá del tequila, elaborado con un sabor agridulce. Se trata de encontrar un lugar donde el tiempo se detenga por un momento, lo suficiente para que la familia y los amigos puedan disfrutar de un almuerzo a base de quesadillas y flautas, y se empapen del ambiente festivo. “Me encanta. Me encanta la comida. Me encanta la gente. Me encanta la música”.
Esa es la señal para poner una canción popular en la gramola: un cliente le ha pedido al camarero Oscar Chávez que ponga una de las canciones favoritas de la zona. Él selecciona una de las canciones más populares del club, una melodía que suele dar pie a que todo el mundo se ponga a cantar a coro, acerca del ya desaparecido e igualmente famoso bar Noa Noa de Juárez. El legendario cantante Juan Gabriel inmortalizó ese lugar, donde él mismo tuvo sus comienzos, y que estuvo situado en la Avenida Juárez, cerca del Kentucky Club. El Noa Noa ya cerró sus puertas. El Kentucky Club, no.
“El Kentucky nunca morirá”, asegura Chávez. “Tiene mucha historia”.
Angela Kocherga es una galardonada periodista multimedia que ha dedicado su carrera a informar sobre la frontera suroeste y México. En 2019 ganó el premio Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia por su valiente labor informativa en Latinoamérica. Ha sido jefa de la oficina de México y corresponsal en la frontera para un grupo de cadenas de televisión estadounidenses. Actualmente, Kocherga es directora de noticias de la emisora pública KTEP en El Paso y colabora con Texas Newsroom y NPR. @AngelaKBorder
Alfredo Corchado es editor ejecutivo de Puente News Collaborative y ex-corresponsal en México y la frontera para The Dallas Morning News. Es autor de «Midnight in Mexico» y «Homelands». Se graduó en la Universidad de Texas en El Paso y fue becario Nieman en Harvard. @ajcorchado