domingo, septiembre 14, 2025

Sheinbaum: de sur a norte | Opinión

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Once meses han pasado y muchos siguen esperando que Sheinbaum se aparte de Andrés Manuel. El miedo que le tenían a él, la copia que debía ser ella y la mexicana tradición presidencial los tiene condicionados. Imposibilitados de comprender que Sheinbaum y López Obrador son el dragón que se muerde la cola.

Ricardo Anaya —que apenas va regresando a territorio nacional— sostiene que el reciente operativo de seguridad de la presidenta no es obra propia, sino imposición extranjera. Una exigencia unilateral del mandatario del país donde hasta hace poco el senador residía.

En esa misma línea, no faltan quienes aseguran que, para congraciarse con el huracán del norte, Sheinbaum se ha distanciado del gigante del sur. Lo afirman seguros con refrán en mano: quien a dos amos sirve, a uno traiciona.

Ni lo uno ni lo otro.

La pertenencia de Sheinbaum al obradorismo no descansa en los cómos, sino en los qués y en los porqués. Su lealtad al movimiento no descansa en imitar las tácticas de Andrés Manuel López Obrador ni en calcar sus políticas públicas. Pasa por custodiar el núcleo duro del proyecto y avanzar —planos desplegados— hacia la misma imaginada nación. El mismo trazo, aunque inacabado.

Por eso, la afirmación a nadie incomoda: siendo mejor que Andrés Manuel, no hay mejor obradorista que quien hoy habita en Palacio. Nadie lo dudó en la interna; se reiteró en campaña y sigue confirmándose ahora.

En materia de seguridad, cuando los aspirantes de Morena —hoy todos salvo una maltrechos— peleaban por el bastón de mando, Sheinbaum ya había delineado en la Ciudad de México una estrategia distinta a la de Andrés Manuel. Más eficaz. Mejor. Aquello resultó es 60% menos delitos de alto impacto en la capital. 60% menos homicidios dolosos en la ciudad. Entonces vimos muchas palmas y ninguna ceja levantada.

Ya en campaña, con bastón de mando en mano, Sheinbaum enunció sin rodeos su propósito: repetir a escala nacional lo que en la ciudad había logrado. Los expertos dudaron.

Donde algunos leen rompimiento, otros observamos cumplimiento de lo prometido: quien avisa, no traiciona.

Lo que sí revelaron los datos del operativo contra el contrabando de combustible en aduanas mexicanas que acaparó la semana, es que entre López Obrador y Sheinbaum se abrieron dos grandes grietas: bifurcaciones en los cómos para alcanzar el mismo qué.

La primera grieta está en la manera de concebir la seguridad: no basta atender las causas. Que la inteligencia equivale a un abrazo. Un viraje, que aunque altísimo, no alcanza a rozar el núcleo duro de lo que a ras de suelo llaman obradorismo.

Ese timonazo explica los números presumidos esta semana en materia de violencia homicida. Que los medios nacionales no los repliquen es un misterio. 32% menos homicidios en lo que va del sexenio. Veintiocho de 32 con caídas sostenidas. Y un agosto registrado como el agosto menos violento desde los primeros años de Peña Nieto.

Detrás de las buenas cifras —no olvidar— persisten territorios en disputa y un miedo cotidiano que la estadística no alcanza a borrar.

La segunda grita está en desplazamiento del eje de gobernabilidad: de lo militar a lo civil. Porque los militares son tan humanos como corrompibles. Que haya elementos de las Fuerzas Armadas implicados en el escándalo del huachicol fiscal prueba que Sheinbaum tiene un margen más amplio para involucrar a aquellos que de López Obrador fueron incondicionales aliados. Temporales y necesarios.

Once meses le bastaron a Sheinbaum para replegar a los verdes y arrinconar a los azules y desinflar su protagonismo nocivo y opaco. Que tenga suerte al ensanchar ese peligroso margen.

Los espacios que se abren entre Sheinbaum y López Obrador se explican por trayectoria y por tiempo. No es lo mismo llegar primero que llegar después. No es lo mismo destruir inercias que levantar lo nuevo.

Un apunte adicional. Porque el operativo contra el huachicol fiscal no se agota en seguridad ni en control aduanal. Ahí resalta una continuidad soterrada con el Gobierno de López Obrador.

De la estrategia de Andrés Manuel para incrementar la recaudación de los grandes peces cuyos impuestos solían ser indolentemente perdonados, también aprendió la presidenta. En un entorno de bajo crecimiento, déficit elevado e incertidumbre global, Sheinbaum entendió hacia dónde mirar.

Sobre todo porque la presidenta se ha comprometido con los empresarios a no impulsar una reforma fiscal. Sabe bien que, entre la fiscal y la judicial, solo una resulta políticamente potable. El juego es de suma cero.

Con eso en mente Sheinbaum, como Andrés Manuel — o, debería decir, mejor que Andrés Manuel—ha innovado. En los primeros meses de 2025 superó en 75% la recaudación a grandes contribuyentes frente al mismo periodo del año anterior, y sumó un incremento de 6,5% en los ingresos totales frente a lo reportado entre enero y abril de 2024 con López Obrador.

Un home run en medio de un escenario de desaceleración económica.

Así, la semana del paquete económico, la reforma a la Ley Aduanera y los operativos contra el huachicol fiscal termina delineando lo que no puede leerse como muro medianero, sino un ajuste de puntería.



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