
Hay algo de verdad en las historias de terror que circulan sobre el roaming. La empresa que fundaron el español Pedro Máiquez y la china Yingyan Hu nació precisamente de una de ellas. La antigua jefa de Pedro había llegado de un viaje a EE UU con una factura gigantesca por el uso de datos de su teléfono móvil. A él también le había pasado algo parecido al viajar a Perú: tras bajarse del avión y enviar unos cuantos wasaps se había quedado sin 50 euros.
Máiquez, Hu y la pareja de esta se habían conocido en la Universidad Europea de Madrid. “En un viaje que hicimos los tres a Tailandia, su novio, que es un tipo muy inteligente, había solventado el problema llevándose tarjetas Sim compradas en China. Pensamos: ¿por qué no compramos estas tarjetas y se las vendemos a los españoles para que viajen sin miedo al roaming [la itinerancia en el uso de los datos]?”. Así nacía Holafly, gracias a un préstamo de ING y a un puñado de ahorros. “En total fueron unos 70.000 euros, no supimos nunca quién puso qué porque nacimos de una manera muy desastrosa. Ella compraba las tarjetas y yo las distribuía en la furgoneta de mi padre”.
El primer paquete le llegó a una soldado latinoamericana que trabajaba en una base militar en Madrid. El segundo lo llevó a una boda en Murcia. Claramente era más caro el transporte que las Sim que vendían. “Luego contratamos el envío con una empresa que nos cobraba 12 euros por cada uno. Sabíamos que perdíamos, pero al final llegamos a un buen acuerdo con una empresa de distribución”.
En 2018 entraron en el programa de aceleración de Lanzadera y trasladaron a Valencia la “oficina” instalada en el domicilio de los padres de Máiquez. “En principio era un negocio basado en un producto físico para españoles. Probamos a enviarlas fuera, pero a menudo se quedaban paradas en las aduanas”. Con mucho esfuerzo lograron que aquello cobrase sentido: en 2019 facturaron 2,5 millones con la venta de tarjetas. “Pensábamos que éramos la leche. En España teníamos una plantilla de 15 personas y en Latinoamérica contratamos gente para dar soporte a los clientes”. Pero llegó la covid y todo se vino abajo porque nadie usó sus tarjetas.
Con casi todos los empleados en la calle, a Máiquez hasta le llegaron a embargar el coche por falta de pago. Pero la tozudez inherente al emprendimiento los llevó a firmar acuerdos con los operadores de telefonía para comprar grandes paquetes de datos. Ahí comenzó la remontada: “En 2021 facturamos 600.000 y conseguimos cierta tracción”. En 2023 decidieron dar un paso más y lanzar ofertas de datos ilimitados. Ese año facturaron 77 millones y resolvieron que no iban a vender más Sim físicas. “Teníamos claro que esta era una empresa global o no era”. Las tarjetas se convirtieron en tarjetas virtuales y en 2024 llegaron a los 200 millones de facturación, con un beneficio de explotación del 9% de las ventas. “Lo potente de esta empresa es que un americano que viaja a Japón es nuestro cliente, y un ruso que va a Sudáfrica también. La gente compra tranquilidad, no datos. Compra la posibilidad de llegar a un lugar y decirle a su madre que ha llegado bien, o a sus amigos que ha encontrado un restaurante estupendo”. Con 600 personas empleadas, no temen que las grandes operadoras bajen los precios de la itinerancia de datos porque, creen, perderían más dinero que el que ellos les restan con su negocio.
Máiquez y Hu siguen siendo propietarios al 50%, algo que ninguna escuela de negocios recomendaría, porque pueden bloquearse el uno al otro al tomar decisiones. “Con la covid decidimos que nuestro lema sería whatever it takes, pase lo que pase nos seguimos apoyando. Hemos evolucionado de amigos a amigos-socios. Y no te puedes divorciar de tu socio”, sonríe el español.