domingo, julio 6, 2025

Antes del ojo por ojo, recuerde lo que decía su madre | Negocios

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NEGOCIOS 06/07/2025 lab 02

El próximo 9 de julio, Donald Trump decidirá si aplica sus llamados aranceles recíprocos a los países que actualmente tienen un tipo reducido del 10%. Entre estos posibles beneficiarios se encuentran la Unión Europea y otros 56 países con superávit comercial frente a Estados Unidos, es decir, aquellos que exportan a ese país más de lo que importan. Pase lo que pase, Europa tiene la oportunidad de responder sin venganza, priorizando su economía y sus principios comerciales.

Desde hace meses, muchos países negocian con la Casa Blanca para evitar el incremento de las barreras comerciales. Algunos ya lograron su objetivo —como el Reino Unido, que aceptó fijar los aranceles en el 10%— y otros seguirán negociando hasta el último momento. El punto de partida en todos los casos es el mismo: nadie quiere asumir estos sobrecostes al comercio, que perjudican a las economías y a sus ciudadanos. Lo sorprendente es que la subida afectará, en primer lugar, a la propia economía estadounidense y a sus consumidores.

Detrás de la política comercial de Estados Unidos subyace una visión mercantilista que busca una balanza comercial favorable, es decir, conseguir exportar más de lo que se importa. Desde esta perspectiva, las exportaciones son vistas como positivas y las importaciones como negativas. Sin embargo, aunque pueda sonar extraño, los países exportan para poder importar. En un ejemplo cotidiano de muchos ciudadanos, el trabajo sería una exportación que permite ganar dinero para importaciones —o compras— de bienes y servicios como ropa, alimentos, o un corte de pelo. Del mismo modo, las verdaderas ganancias del comercio internacional están en las importaciones y no en las exportaciones, que son el camino para acceder a bienes y servicios producidos en otros países.

Ante esta disyuntiva, el punto de partida es claro: la subida de aranceles que plantea el Gobierno de Trump perjudica, en primer lugar, a la propia economía estadounidense y a sus ciudadanos. Los aranceles actúan como un impuesto sobre el consumo: aunque lo paga el importador en un primer momento, el sobrecoste se traslada, total o parcialmente, al precio final del producto.

Es innegable que, desgraciadamente, una medida como el aumento de aranceles a productos europeos tendrá consecuencias negativas, tanto para las empresas y trabajadores de la Unión, como para los consumidores. Ante este agravio, la reacción instintiva es responder con la misma moneda y aplicar el ojo por ojo, diente por diente. De ser así, la política comercial europea estaría siguiendo el objetivo de castigar a Estados Unidos sin aplicar un cálculo racional de costes y beneficios. Se daría la paradoja de que, en ese proceso, Europa acabaría priorizando a Estados Unidos por venganza y generando un perjuicio a su propia economía, sus empresas y sus ciudadanos.

Ante esta situación, hay un argumento que la Unión Europea debería aplicar. Desde una de las fuentes de sabiduría más profundas: las madres, llega la frase célebre que podría ayudar a los legisladores europeos: “¿Y si tus amigos se tiran por un puente, tú también te tiras?”. Una sentencia, de lógica aplastante, que invita al pensamiento crítico, meditado, propio y sin imitar decisiones ajenas que pueden perjudicar más que beneficiar.

Si Estados Unidos decide aumentar los aranceles a los productos europeos, Europa debe encontrar una forma de responder. Sin embargo, esa respuesta debe aplicarse de forma estratégica, en áreas sensibles para el comercio de Estados Unidos, y siempre con el objetivo de presionar para volver a la mesa de negociación. La opción no debe pasar por medidas que dañen a la economía y a la ciudadanía de la Unión Europea como castigo a La Casa Blanca. Ante una política comercial estadounidense cambiante e incierta, Europa debe pensar por sí misma, mantenerse firme en sus principios comerciales y actuar de forma serena sin seguir estrategias que le son ajenas.



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