De pequeño le gustaba desayunar los fines de semana en la cafetería del aeropuerto. Para Carlos Matallana (Lanzarote, 41 años), el avión es el cordón umbilical que conecta a los insulares con el mundo. Por eso estudió Gestión Aeronáutica en la Universidad Autónoma de Madrid. Cuenta, además, con un máster en Air Transport Management por la Cranfield University. Su carrera profesional se ha desarrollado casi por completo en aeropuertos: ha trabajado en Aena, en la empresa de seguridad en aviación Procius Aviation, en Cepsa —una experiencia que le llevó sobre todo a Oriente Próximo y África—, en la casa de cambio Global Exchange, en United Airlines y en Gestair Aviation. En 2023 se incorporó a LunaJets para dirigir el mercado nacional del operador especializado en vuelos chárter de jets privados con sede en Ginebra.
Pregunta. Ha visto cumplido su sueño de niño.
Respuesta. Soy muy afortunado de poder vivir de la aviación. He tenido una posición cómoda, con proyectos interesantes. Toda la experiencia vivida me ha dado diferentes perspectivas. No sé mucho de nada, pero sé de bastantes cosas. La aviación es una cadena. Pero tengo otra gran pasión.
P. ¿Se puede saber?
R. La música. Incluso llegué a abrir en Londres una promotora de conciertos, TakeAway Showlutions, con la que introducíamos a marcas consagradas de aquí en el mercado británico. Llevamos a Vetusta Morla —que tocaron su primer concierto en Londres con nosotros—, a Babasónicos, a Amaral… Tuvimos nuestro momento álgido cuando organizamos la Euroliga de Baloncesto en Madrid. Tuve que vender mi participación porque no podía compatibilizarlo con mi trabajo.
P. ¿Es muy absorbente?
R. Empiezo a las cinco de la mañana con correos electrónicos y no llego a casa antes de las nueve de la noche. Los domingos no me importa trabajar. Mi familia me educó en que el trabajo forma parte de la vida, del aprendizaje. Siempre he crecido con los proyectos. El trabajo me ha dado acceso a muchas cosas.
P. De pequeño le gustaba ver aviones. ¿Lo sabe todo sobre aeronáutica?R. Después de 20 años de experiencia conozco mucho, pero me queda mucho por aprender. Todavía hoy quedo con amigos para sentarnos en un puesto de observación desde el que se ve la pista, hacemos fotos… Me gusta sentarme a ver aviones. Es una industria en la que la gente está porque le apasiona. Y rodearte de gente así te llena mucho. Cuando estudiaba la carrera me matriculé también en Administración de Empresas, pero sentía que era una carrera genérica, sin pasión ni vocación. Era una época en la que estudiabas Dirección de Empresas o Derecho, que eran las que más salidas tenían. Por las tardes, estudiaba Aeronáutica y no me aburría. Es una carrera operativa, que te absorbe, y no es una industria grande ni especialmente rentable.
P. ¿Le gusta volar?
R. Me encanta. El significado de paz tiene que ver con volar. Estás en un avión, sentado, sin ruido, sin teléfono móvil, con un libro. Disfruto del ritual. Me gusta pasar el control, ver las máquinas que escanean el equipaje… Me encanta. Cuando viajo con mi mujer y con mis hijos [Bruna y Nico], ellos se van a la sala VIP y yo me voy de excursión por el aeropuerto.
P. Viajar en avión ya no es cosa de ricos.
R. Lo era, ya no. Desde la pandemia ha habido un aumento de disponibilidad de aviones. Volar en jet privado es lo más exclusivo, pero no lo más caro. En España hay gente que puede volar en jet privado y no lo sabe.
P. ¿Por ejemplo?
R. La clase media acomodada, por ingresos anuales, puede volar en aviación ejecutiva. Para viajes de 250.000 euros hay que tener una economía muy saneada, pero un vuelo a Mallorca, por ejemplo, para cinco o siete personas puede salir por 6.000 o 7.000 euros. Hemos hecho un trayecto de Andalucía a Madrid para cuatro personas por 1.900 euros.
P. ¿Este tipo de viajes te hace sentir diferente?
R. Creo que sí, pero no en el mal sentido. Eres dueño, señor y controlador de tu tiempo. Se devuelve el tiempo a sus propietarios, que son las personas. En los vuelos comerciales, el tiempo lo deciden otros.
P. ¿Vuela siempre en avión privado?
R. Combino ambos. Necesito conocer y auditar lo que vendo a mis clientes, pero también viajo en aviación comercial.
P. ¿Tiene alguna otra afición, además de los aviones y la música?R. Comer y beber, algo que también se puede hacer a bordo de un avión. Me gusta probar sitios nuevos, descubrir la idiosincrasia de un restaurante. Disfruto mucho de las reuniones alrededor de la comida. Aunque para cocinar no tengo talento. No le pongo amor, y aunque me genera paz y orden, siempre se me quema la pizza.
P. ¿Es de los que cierra acuerdos en comidas de negocios?
R. Cuando mejor he conseguido que me entienda un cliente ha sido en comidas de trabajo. En España es económico comer bien.
P. ¿Recomienda sus restaurantes preferidos?
R. He ido varias veces a Bacira y me sorprendió gratamente; tiene buen equilibrio. Me gustan los sitios que no son trendy, desconfío de los lugares con comida instagrameable. Huyo de la comida que luce bien pero no sabes lo que lleva. Frecuento una casa de comidas que se llama La Gloria, en Noviciado. También me gusta el vino, y me estoy aficionando al champán y a los espumosos. Me gusta ponerme una copa de cava en casa viendo una película.
P. ¿Aprovecha los trayectos en los aviones para leer?
R. Leo menos de lo que me gustaría, y aprovecho sobre todo cuando viajo para leer cosas que me interesan. No leo novela. Recientemente he leído el libro de Iñaki Domínguez, Macarras interseculares, un viaje en el tiempo que me ayuda a entender cómo es Madrid.
P. ¿Le gusta la ciudad?
R. Me flipa. Cuando me jubile, me haré guía turístico de Madrid. Aunque el puesto que más me gustaría ocupar es el de alcalde. Admiro esta ciudad desde que estaba en Lanzarote. Me gustaría saber cómo sentiría Madrid si fuera turista, si querría volver. Hay algo maravilloso en este lugar, y es cómo se vive. París y Londres tienen sus iconos, pero aquí lo que destaca es la forma de vivir.
P. ¿No se plantea regresar a Lanzarote?
R. Es ideal cuando eres adolescente. Es una isla muy sana, te impregna de valores como la sencillez. Puede ser un buen lugar de retiro, aunque yo soy de ciudad.
P. ¿Alguna preferida?
R. Me encantaría vivir algún tiempo en Nueva York, o en alguna ciudad árabe. Me dio rabia no haberme subido a la ola inicial de desarrollo de Dubái. Esa ola ya pasó. Me fliparía ir a Arabia Saudí.
P. ¿Alguna ciudad que le haya sorprendido?
R. Buenos Aires, por su dimensión, por su empaque. Esta ciudad debió de ser maravillosa en su época de esplendor. Mi mujer es porteña, y cuando me la mostró vi que el modo de vida es parecido al de Madrid.
P. ¿Tiene algún viaje pendiente?
R. Uno que me viene a la cabeza: en avión privado, con amigos, a ver un grupo musical a Londres o a comer en algún restaurante que nos guste mucho. Hay un restaurante en el hotel View, muy bonito, aunque no espectacular en cuanto a comida, en Monument Valley, en Navajo Park (Estados Unidos). Me haría ilusión ir. No es caro ni exclusivo. Este año cumplo sueños viendo en las Noches del Botánico a Air y a Wilco.
P. ¿Le queda tiempo para hacer deporte?
R. Hago entrenamiento personal tres días a la semana. Otro día salgo a correr durante 45 minutos. Cuando corro le quito hierro a las preocupaciones. Aprovecho para escuchar podcasts. Y recomiendo Están locos estos romanos. Me gusta escuchar a gente que sabe comunicar, que tiene libertad editorial y se muestra sincera. También hay podcasts de aviación interesantes, como Airline Business.
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