Una mano cubriendo la boca y la otra apuntando a la sien. Así es como el futbolista franco-congoleño Cédric Bakambu (Vitry-sur-Seine, Francia, 33 años) protesta al anotar un gol contra el conflicto que asola la República Democrática del Congo (RDC). La toma de Goma y Bukavu, en el este del país, a finales de enero ha exacerbado de nuevo la violencia de un conflicto armado que dura casi tres décadas y que en su última espiral de violencia se ha cobrado la vida de más de 7.000 personas, según las cifras oficiales del Gobierno congoleño. “La mano en la sien representa la muerte y hago eso para decir que nos están matando a través de esta guerra. Y la mano en la boca es que nadie habla de ello”, explica el delantero del Real Betis, durante una entrevista por videollamada con este medio.
Bakambu se siente congoleño. A pesar de haber nacido y crecido en Francia, después de que sus padres migraran por la dictadura de Joseph Mobutu (1965-1997), en su casa siempre estuvo presente la cultura, las tradiciones y la comida congoleñas. Pero tampoco ha vivido ajeno a las consecuencias de un conflicto, que aunque ha sufrido desde la distancia, le ha dejado una profunda impronta como hijo de expatriados.
Desde que los rebeldes del Movimiento 23 de Marzo (M23), apoyados por Ruanda, tomaron la ciudad de Goma el 27 de enero, las protestas del futbolista han aumentado y ha repetido el gesto cada vez que marca. La última vez que lo hizo fue durante el partido contra el Vitoria Guimarâes en Conference League el pasado 6 de marzo.
“Es un orgullo poder representar a los míos con este gesto”, cuenta Bakambu, quien no fue el creador de esta seña, pero asegura que ha sido el primero que la hizo en público. “Ahora todo el mundo la conoce y lo hace”, añade. Recuerda que el año pasado, en la Copa África de Naciones, mientras sonaba el himno de RDC antes de comenzar el partido contra Costa de Marfil, los 11 jugadores titulares sobre el césped hicieron esa seña en contra de la guerra.
Bakambu comparte que el conflicto responde a ciertos intereses internacionales. Aunque el enfrentamiento tiene un largo trasfondo, está motivado en gran parte por el control de minerales en el suelo congoleño, principalmente el coltán y el cobalto —necesarios para la fabricación de aparatos tecnológicos como los teléfonos móviles u ordenadores—. El Congo tiene el 60% del cobalto de las reservas mundiales, y entre el 60% y el 80% de coltán, según un borrador de resolución del Parlamento Europeo sobre la escalada de violencia en el país africano. No obstante, otras estimaciones, como la del experto Michael Nest en su libro Coltán, reducen sus reservas mundiales al 9%, tras el descubrimiento de nuevos yacimientos en otras zonas del planeta.
Sin embargo, Ruanda se ha convertido en uno de los principales exportadores de estos minerales de sangre. Durante 2023 el país africano oriental exportó más minerales que el Congo, según el documento del Parlamento. Y al menos 150 toneladas de coltán se exportaron de forma “fraudulenta” hacia Ruanda mensualmente. “Todo el mundo es consciente de lo que pasa y mira para otro lado cuando hay miles de muertos [en RDC]. A todos les da igual con tal de tener un teléfono móvil. No les importa el trasfondo de saber de dónde viene esto y cómo están pasando las cosas. Lo que me enfada es la hipocresía de que se mire para otro lado y que nadie diga nada”, sentencia el jugador.
Ni el alto el fuego declarado por el M23 el 4 de febrero —que duró menos de una semana— ni las demandas para acabar con el conflicto por parte de otros países han servido para detener esta crisis humanitaria. Bakambu se muestra contrariado y piensa que solo son discursos vacíos. “Puede salir el presidente de Francia a dar un discurso de que la situación no puede seguir así, pero si luego no hay ninguna sanción…”, critica. “Yo no soy político, solo soy un futbolista, y lo único que puedo hacer es que el mundo entero vea lo que ocurre, pero hay hechos muy probados de que hay intereses”, añade.
“Ayudar a Goma a ponerse de pie”
Bakambu se sentía “en deuda por la suerte” que tuvo tras el paso que dieron sus padres al migrar y las oportunidades que ha tenido en Francia. Por esa razón, creó una fundación hace cinco años —que lleva su nombre— para distribuir alimentos, modernizar las escuelas y construir refugios temporales para las personas desplazadas en los alrededores de Goma. La ONU calcula que hasta la reanudación de las hostilidades el pasado enero, unas 700.000 personas habían buscado refugio en las proximidades de la capital de Kivu del Norte.
No solo tener raíces congoleñas le unen al país centroafricano. Aún tiene familia en Kinshasa —capital de RDC—, donde se encuentra la sede de la fundación, con quienes mantiene comunicación a diario y le ayudan a coordinar la entrega de ayuda.
“Ayudemos a Goma a ponerse de pie”, fue una de las primeras campañas de su fundación para recaudar fondos y, según afirma, asistir a 200 familias y 10.000 niños. “Recibo muchísimos vídeos, fotos y mensajes de gente que pide ayuda. Las personas no piensan en el conflicto político, ni en el largo plazo, sino que piensan en dónde duermen cada noche, si sus hijos van a poder desayunar o cenar, si una persona está enferma… Son necesidades mucho más locales y directas”.
Tras este nuevo estallido de violencia y la toma del aeropuerto de Goma por parte del M23 —punto de acceso crucial para la ayuda humanitaria—, la fundación ha tenido que buscar alternativas para enviar suministros, que en estas circunstancias llegan con cuentagotas. El aeropuerto de Kigali (Ruanda) es la nueva ruta más accesible que tienen, para después transportarlos por carretera.
Aunque algunos refugiados que habitan los campamentos han sido obligados a desplazarse de nuevo, el de la Fundación Bakambu aún tiene varias familias acogidas, asegura Pascal Safari, representante de la institución en Goma. “Muchos siguen aquí porque, si sus casas fueron destruidas, aún no tienen adónde regresar y la situación de seguridad sigue siendo inestable”, agrega a través de WhatsApp.
Safari detalla que la situación actual tras la toma de Goma es caótica por los “saqueos a los que ha sido sometida la ciudad”. Asegura que es urgente intervenir en los campos de desplazados: “De lo contrario nos dirigimos a una crisis humanitaria sin precedentes”.
El continuo enfrentamiento y la alargada inestabilidad de seguridad ha provocado el desplazamiento de 6,5 millones de personas por todo el país, de los cuales 2,6 millones son niños, según Unicef. Este organismo de la ONU advierte de que la infancia es la que más sufre las consecuencias de la guerra: casi 800.000 niños están ahora sin escolarizar, tras el cierre de más de 2.500 escuelas y espacios de enseñanza en Kivu del Norte y Kivu del Sur, desde principios de año.
La educación es uno de los objetivos principales de la Fundación Bakambu, para que los jóvenes tengan las mayores oportunidades posibles. “Son los que integrarán la sociedad o tomarán las decisiones del futuro, si no tienen conciencia de lo que está pasando, las posibilidades de educarse y desarrollar una cabeza que piense por uno mismo…”, reflexiona Bakambu.
Una de las apuestas a largo plazo de Bakambu es construir una aldea para los desplazados y las víctimas de la guerra: la cité de l’Espoir (Ciudad de la Esperanza), una ciudad donde los niños irán a la escuela, asegura. Dice que es optimista y espera que las cosas “puedan equilibrarse y evitar tantas muertes, injusticias y tanta crueldad”.