Cuando el viento de octubre comienza a recorrer el país, sabemos que con él llegan también las almas de las y los difuntos que han partido hacia el Mictlán, por lo que el Día de Muertos es considerada una de las festividades más emblemáticas de México y como era de esperarse, ésta tiene un origen complejo y profundo que entrelaza las creencias prehispánicas y las tradiciones católicas traídas por los colonizadores españoles.
Esta celebración es mucho más que un ritual; es una expresión cultural que refleja la relación única del mexicano con la muerte y la memoria. Pero, ¿cuál es el verdadero origen de esta festividad? ¿Es una celebración prehispánica o el resultado de un sincretismo cultural entre las creencias indígenas y las influencias cristianas traídas por los colonizadores españoles?
Para comprender el origen del Día de Muertos, es fundamental remontarnos a las culturas mesoamericanas que habitaban lo que hoy conocemos como México. Civilizaciones como los mexicas (aztecas), mayas, purépechas, totonacas y mixtecos tenían un profundo respeto por la muerte, viéndola no como el final absoluto de la vida, sino como parte de un ciclo continuo, por lo que en estas culturas, la muerte era considerada una transición hacia otra etapa de la existencia, y el destino de los muertos dependía de la forma en que hubieran vivido y fallecido.
Así, el culto a los muertos era fundamental dentro de su cosmovisión y creencias religiosas; los mexicas, por ejemplo, creían en varios destinos para el «teyolía» (el alma) dependiendo del tipo de muerte que la persona había experimentado. Algunas almas iban al Mictlán, el inframundo gobernado por Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, mientras que otras podían dirigirse a lugares como el Tlalocan (para aquellos que murieron por causas relacionadas con el agua) o el Ichan Tonatiuh Ilhuícatl, destinado a los guerreros caídos y mujeres fallecidas en parto. Estas creencias subrayaban que la muerte no era el fin, sino una transición hacia otra etapa de la existencia.
¿Cuál es el verdadero origen del Día de Muertos?
Pero con la llegada de los españoles en el siglo XVI, muchas de las tradiciones y costumbres indígenas fueron confrontadas por la religión católica, que vieron con desconfianza y hasta hostilidad algunas de estas prácticas. La evangelización se convirtió en uno de los principales objetivos de los conquistadores, quienes intentaron erradicar las creencias indígenas y sustituirlas por las doctrinas cristianas, sin embargo, este proceso no fue tan directo como podría imaginarse.
En lugar de una eliminación total de las creencias prehispánicas, lo que ocurrió fue un sincretismo cultural, es decir, una fusión entre las tradiciones indígenas y las prácticas cristianas. Los misioneros españoles, en un intento de facilitar la conversión de los indígenas, permitieron que muchas de las costumbres y rituales relacionados con la muerte se mantuvieran, pero bajo la supervisión de la Iglesia y dentro del marco del calendario litúrgico cristiano.
Así, las festividades mesoamericanas dedicadas a los muertos se integraron en las celebraciones católicas del Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y el Día de los Fieles Difuntos (2 de noviembre). Estas fechas, que en la tradición católica están dedicadas a la conmemoración de los santos y los muertos, se superpusieron con las festividades indígenas, dando origen a lo que hoy conocemos como el Día de Muertos.
Con el paso de los años, el Día de Muertos ha trascendido las fronteras de México y ha ganado reconocimiento a nivel internacional. En 2003, la UNESCO proclamó esta festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, lo que reforzó su importancia global y la ayudó a consolidarse como un símbolo de la identidad mexicana. Sin embargo, este reconocimiento también ha provocado un proceso de mercantilización y apropiación cultural, lo que ha generado debates sobre la autenticidad de las celebraciones y la comercialización de una tradición que tiene profundas raíces espirituales.
¿Por qué el Día de Muertos sigue siendo tan importante para las y los mexicanos?
El Día de Muertos sigue siendo una celebración fundamental en la vida de las y los mexicanos debido a su profundo significado cultural, espiritual y social. Esta festividad ofrece una manera única de afrontar la muerte, considerándola no como el fin de la vida, sino como parte de un ciclo continuo, por lo que en lugar de temerla, las personas celebran la oportunidad de reconectarse con los seres queridos que han fallecido, creando un ambiente donde la muerte se enfrenta con respeto, pero también con alegría.
La importancia de esta celebración también radica en su capacidad para reforzar la identidad cultural mexicana, pues el Día de Muertos es una mezcla de tradiciones prehispánicas y católicas, resultado del sincretismo que surgió tras la llegada de los colonizadores españoles. Este proceso de fusión entre lo indígena y lo europeo ha dado lugar a una festividad única que encarna la historia y las raíces del país.
La celebración también tiene un profundo significado en el proceso de duelo ya que a través de los altares, las personas expresan su amor y gratitud hacia quienes han fallecido, brindando un espacio para recordar a los seres queridos de manera alegre y reconfortante. Este enfoque positivo hacia la muerte ayuda a las personas a lidiar con la pérdida de una forma emocionalmente sanadora, pues en lugar de evitar el tema de la muerte, el Día de Muertos invita a afrontarla y a mantener viva la memoria de las y los difuntos.
De la misma forma, la espiritualidad juega un papel clave en el Día de Muertos, pues muchas personas creen que durante estas fechas las almas de los difuntos regresan al mundo de los vivos para estar con sus seres queridos. Las ofrendas y rituales tienen como objetivo recibir a los muertos con respeto y cariño, lo que otorga a esta festividad un profundo carácter espiritual. Esta creencia en la comunión entre el mundo de los vivos y los muertos refuerza el sentido de continuidad entre las generaciones y permite que las familias se sientan que, aunque sus seres queridos ya no estén esencialmente presentes, siguen siendo parte de su vida.
Finalmente, el Día de Muertos también es un espacio para la reflexión sobre la vida ya que al recordar a las y los fallecidos, las personas valoran más profundamente su propia existencia y la de sus seres queridos. Esta festividad no solo honra a los muertos, sino que invita a los vivos a reflexionar sobre la naturaleza efímera de la vida y la importancia de aprovechar el tiempo con quienes están a su alrededor. Así, el Día de Muertos se convierte en una oportunidad para celebrar la vida a través del recuerdo de quienes ya no están, proporcionando una perspectiva más plena y equilibrada sobre la existencia humana.
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