En los años ochenta, la promesa de VisionLab de entregar a los clientes gafas en una hora revolucionó el sector óptico. “Seguimos teniendo este servicio porque es algo histórico, y lo seguimos proponiendo, pero ya no es nuestra diferenciación”, explica Anne Delmas, su directora ejecutiva. La compañía hace hoy bandera de la fabricación interna de lentes y de su apuesta por la tecnología e innovación. Con 110 tiendas en España y Portugal y todavía en manos de la familia fundadora, VisionLab sopla las 40 velas este año inmersa en un proceso de renovación para enfocar el futuro de la marca.
“En 40 años te puedes imaginar que una empresa pasa por muchas fases”, cuenta Delmas, al frente de la marca desde enero de 2022. A raíz de la pandemia, por ejemplo, se abrió un momento de reflexión. “Con todas las nuevas cadenas que habían llegado en la década anterior, muchas de ellas internacionales, las ventas no estaban creciendo. Si tus ventas no crecen significa que tu propuesta de valor, lo que ofreces al cliente final, ya no es tan atractiva, con lo cual había que cambiar la forma de abordar la experiencia del cliente y la propuesta para poder mantener el negocio”, señala. Tras el fallecimiento del fundador, José María Ferri, en 2021, y la llegada de un nuevo equipo directivo, VisionLab comenzó a trabajar en su hoja de ruta: “Hemos vuelto a plantear cómo ser innovadores, distintos, y volver a crecer en todos los ámbitos, tanto a nivel experiencia de cliente como de organización y estructura empresarial”.
La compañía es reservada a la hora de hablar de números, pero su directora ejecutiva asegura que han crecido a doble dígito los últimos tres años. “Eso es algo que nos anima mucho”, comenta. Para Delmas no deja de ser una muestra de que la estrategia desplegada va dando sus frutos. Este año, sin embargo, prevén cerrar en torno a un 8% al notar cierta ralentización del consumo. “Pero sigue siendo un crecimiento alto, sobre todo porque es mayoritariamente orgánico”, apunta la ejecutiva, que considera un buen indicador situarse un par de puntos por encima del mercado. Su facturación aproximada está en torno a los 60 millones de euros y, como buena empresa familiar, también es cauta a la hora de endeudarse. “Tenemos que ser prudentes, no podemos hacerlo todo a la vez”, dice la directiva sobre el equilibrio entre los planes y las inversiones necesarias para llevarlos a cabo. Por el momento, su territorio es la península Ibérica, donde quieren fortalecer su posición en la próxima década: “Y si esto funciona bien, podremos explorar otras aventuras”.
Orígenes
VisionLab, que abrió sus puertas en la madrileña calle de Orense en 1985, no fue la primera óptica de su fundador. Por aquel entonces, Ferri ya tenía otras bajo su nombre y estaba cansado de los tiempos de entrega de la época. Así que cuando un proveedor le habló de una tienda en Estados Unidos que había conseguido reducirlos al tener un laboratorio de lentes incorporado se fue a verla. Convencido del modelo, buscó un local adecuado para replicarlo. Hoy los cristales ya no se preparan en cada tienda, sino en el centro de fabricación y logístico de la empresa en Madrid, con una capacidad de producción de 2.500 lentes al día. “No tenemos nada que envidiar a grandes laboratorios en cuanto a calidad, y para nosotros es una fuerza”, apunta Delmas. “También diría que cierto orgullo de poder decir ‘somos una empresa familiar española, fabricamos nuestros cristales en España’. Es algo que puede ser muy relevante para numerosos consumidores hoy en día”.
Con la fabricación interna, la compañía se asegura el control de toda la cadena de valor, una de las razones por las que también han decidido que todas las tiendas de la marca sean propias. Se habían propuesto sumar cinco nuevos puntos de venta anuales a partir de este año, pero han surgido otros focos que necesitaban inversión, como el proceso de renovación de los ya existentes o la transformación tecnológica, y han pisado el freno. No se han fijado un mínimo de inauguraciones porque quieren asegurarse de que realmente aporten a la cadena y, dice Delmas, el objetivo no es abrir para ganar cuota. “En primer lugar, porque pensamos que todavía tenemos mucho potencial para crecer de forma orgánica, y en segundo término porque dentro de nuestra ambición no pretendemos en ningún momento ser los más grandes”, asevera.
La mayor parte de la ciudadanía no ve bien: 6 de cada 10 personas mayores de 15 años necesitaban gafas graduadas en 2020, según datos del INE. Y el estilo de vida, el uso de las pantallas y el aumento de la población envejecida, en la que suele haber una mayor incidencia de problemas de visión, entre otros aspectos, no traen previsiones muy halagüeñas. Hay demanda, pero también oferta. En España operan casi 10.000 ópticas, de acuerdo con la Federación Española de Asociaciones del Sector Óptico. “Lo que nos hace un ratio por habitante de los más altos de Europa”, señala Delmas. En este terreno fértil, pero también competitivo, VisionLab trabaja con monturas propias y de terceros. “Nosotros, en unidades, vendemos casi el 70% de nuestras marcas”, comenta detrás de unas gafas de su colección de pasta ancha y rojas. También cuentan con un canal de venta online, actualmente reservado únicamente a lentillas de reposición y gafas de sol.
En su apuesta por la tecnología, la cadena introdujo la telegraduación y el año pasado presentaron unas lentes fabricadas con la ayuda de la inteligencia artificial, con un algoritmo capaz de predecir la capacidad de acomodación de los ojos para un enfoque más preciso. “Desde los inicios de VisionLab, la innovación y la tecnología siempre han sido el ADN”, cuenta Delmas, que habla también del eco de la marca. La compañía, dice, caló entre los usuarios gracias, entre otros aspectos, a anuncios como el que convertía a un señor en Pierce Brosnan con solo ponerle unas gafas o el que anunciaba la gratuidad de los cristales al ritmo de una versión de Superdisco chino, de Enrique y Ana. “Al final, VisionLab ha marcado a toda una generación. Y lo que pretendemos es conseguir marcar otra generación”, asegura Delmas, que apunta no solo al uso de plataformas digitales, sino a atender a sus necesidades y códigos propios.