El Papa es peruano y como el Perú es un país tan desposeído de alegrías, no nos pidan hacer distinciones amargas propias del puntilloso biógrafo que usa esa frase tan desangelada y horrible que ha sonado cientos de veces en este día: “peruano naturalizado”. Tiene un DNI peruano que no caduca según precisa la anotación que aparece en las copias de su documento que se han viralizado, como tampoco caducará su peruanidad. Un peruano nace donde le da la gana como bien recordaba Doris Gibson de los arequipeños.
Todos saben que nació en Chicago, pero a quién le importa ese dato tan aburrido de si era fan de los Cubs o los White Sox, no pasa nada por admitir que bien pudo nacer en Chiclayo o en Trujillo en el norte peruano, porque cuando le tocó improvisar lo hizo en el idioma que todo ser humano siempre improvisa, aquel en el que transmite emociones o tristezas, y el papa León XIV escogió hacerlo en un límpido castellano, recordando a las legiones de feligreses que lo acompañaron por décadas de trabajo pastoral en Perú.
No les pidan ninguna reacción contenida a los peruanos. En sólo treinta minutos ya había cientos de registros fotográficos compartidos, los fieles empezaron a desempolvar todos los álbumes de infancia para mostrarnos las fotos a color de los ochenta, donde aparecía un muchacho garboso con un gesto de recato y una sonrisa contenida que si uno no conociera atribuiría solo a la timidez más que a la serenidad. Casi siempre las estampas vintage en Chulucanas lo muestran con un polo y una cruz colgada del cuello. “Es mi padrino” decía una adolescente norteña cuya madre orgullosa mostraba las fotos de Robert Prevost como si estuviera descubriendo la piedra Rosetta.
Una de las últimas imágenes que se registran del papa León XIV en Perú lo muestran con unas botas enormes para lluvia y anegado en medio de las inundaciones que habían asolado al norte del país mientras promovía una campaña para apoyar a los damnificados por esa tragedia. No conozco muchos pastores peruanos que se hayan metido al fango para ayudar a la gente, al contrario, los hay quienes aprovecharon indebidamente privilegios eclesiásticos para conseguir que sus instituciones acumularan riquezas y engrosaran sus arcas como sucedió con el ya desaparecido Sodalicio de Vida Cristiana.
En tiempos recios para la Iglesia en Perú que había sido golpeada precisamente por el escándalo de los abusos al interior del Sodalicio, que desnudó la actitud cómplice y complaciente de tantos prelados que pasaron de largo en este infame caso, para muchas de las principales víctimas de este emblemático caso, la elección de León XIV ha sido un alivio. Así lo atestiguan las fotos que subió José Enrique Escardó –primer denunciante del Sodalicio– junto al ahora Papa con mensajes muy esperanzadores, y una entrevista fascinante a Pedro Salinas –el periodista que logró destapar los casos de abuso al interior de aquella secta junto a Paola Ugaz– donde Salinas se adelantaba hace varios días a una campaña de difamación que habían iniciado varios medios de comunicación que coquetearon con el Sodalicio en el pasado y comenzaron a demoler a Prevost días antes de iniciar el cónclave.
Salinas no sólo echó por tierra las acusaciones contra Prevost demostrando su falsedad, sino que esos mismos portales difamatorios han borrado sus publicaciones para no dejar ningún rastro, más que avergonzados porque no conocen la vergüenza, completamente atemorizados de quedar en evidencia por su matonería chabacana que seguro intimida en los juzgados peruanos, pero que solo merece una carcajada en Roma. Como siempre suele suceder con todos esos papanatas estultos que defendieron al Sodalicio, el tiro les salió por la culata y Prevost fue elegido tan rápida como alegremente, así que, si quería lograr un resultado más complaciente con sus patrones, haber pensado mejor antes.
De todos los Santos Padres de la Iglesia, San Agustín es el que siempre más me ha conmovido porque no tenía una hoja de vida impecable. Cuando uno lee sus Confesiones, uno vívidamente entiende que él sabía más que nadie que era de aquellos santos que tenía el overol muy cochino. Y, por eso mismo siempre su teología del amor fue insuperable, más allá del orden cósmico y la perfección de la verdad, es difícil no conmoverse ante la teología del amor del Obispo de Hipona. Tanto habrá conmovido que hasta incrédulos más brillantes fueron deslumbrados, si no haberle preguntado a la misma Hannah Arendt, quien le dedicó su tesis doctoral a comprender su concepto de amor. El papa León XIV proviene de esas canteras por lo que su cercanía a Francisco no es una reverencia por una tajada de poder, sino una forma cotidiana de entender el mundo. El mundo bajo la regla de San Agustín en el que vivió el papa León XIV como agustino no es el mundo donde el pecado horroriza y petrifica, sino donde se lo asume como parte cotidiana de nuestro trajín humano, y se disuelve en la incandescencia del amor que sabe construir puentes. Esa alegoría del puente y el amor es la que más repitió en su mensaje hoy León XIV.
Si se llama León, sea por el nombre del amigo más cercado de Francisco de Asís cuando fundó su primera comunidad, o sea por la reverencia a la enseñanza social de León XIII que fue el primero no sólo en iniciar oficialmente aquello que con el paso de los años se llamaría Doctrina Social de la Iglesia que no es otra cosa que la visión del Magisterio sobre asuntos seculares como la economía y la política, es poco importante por ahora; lo esperanzador, en todo caso, es que ambas hipótesis son reconfortantes.
Hijo de migrantes, muy sensible a las condiciones precarias que padecen aquellos que deambulan huyendo del hambre o la guerra, no ha dudado en criticar las radicales posturas del gobierno norteamericano, cosa que no debe haber sentado nada bien allí donde todos han hincado la rodilla ante Trump. Pero pocas cosas dicen tanto sobre un Obispo como su lema episcopal, “In illo Uno unum”, que no es otra cosa que una invitación a permanecer en unidad como sucede con la trinidad. En tiempos donde unos quieren construir muros, que saludable es siempre tener a Papas que quieren extender puentes, en tiempos donde la polarización política busca orillarnos en polos opuestos abandonados a nuestra suerte, es una buena noticia tener a un Pontífice que prefiera unidad sin dejar de denunciar la violencia ni la injusticia.
Probablemente en los próximos días Perú va a estar insoportable, sepan comprender barrio latino, pocas veces uno puede presumir de un Papa. No vamos a escatimar en memes y en vídeos virales, nada será suficiente. Que, si su plato favorito es el ceviche, el arroz con pato o el seco; que, si era hincha de Alianza o del Aurich; que, si prefería la mazamorra, el turrón o el “King Kong”. Todos serán hermosos atributos en un Pontificado tan rejuvenecido que nuevamente ha vuelto a mirar a Latinoamérica. Sólo en este barrio podíamos haber metido dos al hilo dejando a todos contentos. Ojalá que su Pontificado sea fructífero en un mundo gobernado por oligarcas y billonarios machos alfa que dominan el debate público con una toxicidad hecha a punta de esteroides y dietas ketogénicas para vivir por siempre, aunque no tengan la más peregrina idea de cómo vivir. Estamos huérfanos de líderes ordinarios que antes de presumir del tamaño de su sierra eléctrica para disimular otras carencias más humanas, presuman de cuántas muertes evitaron, cuánto hambre aliviaron, cuánto maltrato combatieron; en fin, cuanta esperanza nos dejaron.