Ruidos metálicos salen de un enorme búnker en el corazón de Los Ángeles. En su interior están las decenas de indocumentados que han sido arrestados en las redadas migratorias que la Administración de Donald Trump lleva a cabo en lugares de trabajo, juzgados y calles de la metrópolis. Los reclusos golpean con objetos las paredes y barrotes de sus celdas. Así muestran su solidaridad con la muchedumbre que lleva tres días reuniéndose al pie del edificio para repudiar la política migratoria del presidente. En Los Ángeles todo el mundo quiere levantar la voz ante lo que está ocurriendo.
El centro federal de detenciones está custodiado desde la madrugada del domingo por decenas de soldados de la Guardia Nacional, un cuerpo militar movilizado la víspera por Donald Trump. Esto a pesar de que las autoridades de California no solicitaron la presencia de los 2.000 elementos de la fuerza de seguridad en una de las principales ciudades santuario. Los políticos locales consideraron el desembarco militar una provocación de Washington. Esta tarde, el gobernador Gavin Newsom, pidió al secretario de Defensa de Trump, Pete Hegseth, que retirara a sus agentes.

La gente también repudia la escalada de la tensión. Cientos de personas llegaron la tarde de este domingo a la sede del Ayuntamiento para rechazar a los militares. “ICE (la policía migratoria) fuera de nuestras comunidades” y “Si vienen por uno, vendrán por todos”, eran algunas de las pancartas que podían verse entre banderas de Estados Unidos, México, Guatemala y El Salvador.
La de este domingo ha sido la manifestación más concurrida en los tres días de malestar social que vive Los Ángeles. “Salimos a las calles porque nuestros padres han vivido toda su vida en las sombras”, asegura Diego, un estadounidense de 30 años nacido en Montebello, una ciudad al este de Los Ángeles con un 78% de latinos. Los padres de este mozo de cocina son originarios de El Salvador y Guatemala. Él nació aquí y quiere ejercer sus derechos. No pudo hacerlo ni el viernes ni el sábado porque debía pasar un turno de diez horas en el restaurante donde labora. “Hay que decirlo muy fuerte: No todos los que vivimos aquí somos ilegales ni criminales”, añade.

La atención de este domingo estaba puesta en la Guardia Nacional. Sus elementos formaban un inquebrantable perímetro alrededor del centro de detenciones junto a elementos tácticos de la policía del Departamento de Seguridad Interior. Los guardias estaban armados con escudos, palos de madera y escopetas no letales, pero también con armas de fuego de alto poder. Su papel en la jornada ha sido de testigos.
Los momentos de tensión los protagonizó el Departamento de Policía de Los Ángeles. “Por la presente declaro que esta reunión es ilegal, todas las personas deben dispersarse inmediatamente, de lo contrario serán arrestadas”, amenazaba un policía en español desde una patrulla. La fuerza antidisturbios disparó balas de goma contra los manifestantes. Estos respondían lanzando a los oficiales con petardos, piedras y botellas de agua. Algunos vándalos pintaron y quemaron unidades robotaxis de la compañía Waymo. Las autoridades han detenido a 27 personas en toda la jornada.

Una chica vestida con la playera de la selección mexicana de fútbol se lanzó en su motocicleta contra los agentes. Estos abrieron fuego contra ella con armas no letales. Fue una de las varias detenidas que ha dejado el tercer día de protestas. “Cuando éramos clase trabajadora nos amaban en este país, pero ahora que somos tantos es un problema, y por eso nos persiguen. Simplemente, ya no nos quieren aquí”, aseguró la chica, de padres mexicanos y puertorriqueños, y quien estaba esposada cuando habló con los periodistas.
Estas no son las primeras manifestaciones que se registran en Los Ángeles. La ciudad fue una de las primeras en todo el país en salir a la calle con el retorno de Donald Trump y su agenda antimigrante a la Casa Blanca. Desde principios de febrero, apenas diez días después de iniciada la segunda presidencia del republicano, decenas de personas marcharon con la bandera de México por las mismas calles por las que desfilaron miles de personas este domingo. La insignia extranjera provoca la ira entre los militantes del movimiento MAGA (Make America Great Again). “Ya que quieren tanto a México, felizmente los vamos a regresar”, aseguró en X Charlie Kirk, un influyente simpatizante del trumpismo. No obstante, Los Ángeles es la segunda ciudad con más mexicanos del mundo, solo por detrás de Ciudad de México. Las autoridades mexicanas han exigido respetar los derechos de los connacionales detenidos.

Las cosas han cambiado desde febrero. Cuatro meses después, los agentes de ICE ya han aceitado la máquina de deportaciones. Se han fijado una meta de 3.000 indocumentados detenidos cada día. Y están cerca de conseguirla. La semana pasada fueron 2.000 de acuerdo a Seguridad Interior. Las redadas han tensado las cosas, y el Gobierno de Trump ha prometido castigar con una dureza ejemplar a aquellos que se interponen a los operativos o quienes insultan o golpean a elementos federales de inmigración. Tom Homan, el zar de la frontera, incluso ha prometido detener a la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, por su rechazo a sumarse a la caza de inmigrantes.
Las protestas no están presentes en el vasto territorio de Los Ángeles. El sábado hubo choques entre las autoridades y manifestantes en la ciudad de Paramount, al sur de Los Ángeles. Estas se expandieron después a Compton, otra urbe de la zona metropolitana donde fue incendiado un vehículo y se vieron banderas mexicanas. El centro de Los Ángeles ha sido escenario de movilizaciones populares el viernes y el domingo. Las autoridades han llamado a la calma y a protestar pacíficamente para no dar motivos a Trump de escalar la situación. El encargado de Defensa ha amenazado con enviar soldados destacados en Camp Pendleton, cerca de San Diego, a las calles angelinas.

La mayoría de las protestas han transcurrido en paz. Apenas a unos metros de donde se escuchaban explosiones y robotaxis eran consumidos en llamas, un grupo de turistas belgas visitaba el lugar donde nació Los Ángeles. Los europeos tomaban fotografías en el sitio conocido como el pueblito, el sitio adonde llegaron las primeras familias mexicanas a establecerse y donde hoy hay una estatua de Carlos III, el monarca español que ordenó establecer la población donde hoy se levanta la monstruosa urbe. “Estuvimos allí en medio de todo el lío, ¡fue emocionante!“, aseguró Patrick con prisa por alcanzar al resto del grupo.