lunes, junio 16, 2025

Desde El Santo hasta las gladiadoras del ring: ‘Khatarsis’, un recorrido visual que documenta más de 70 años de historia de la lucha libre

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En las grandes metrópolis y pequeños municipios de México, cada semana hombres y mujeres entrenados en las artes del llaveo aéreo y a ras de la lona cumplen con el extraño y popular oficio de ser gladiadores. Vestidos de calzas y máscaras coloridas, al cobijo de sus épicos nombres de combate, protagonizan una encarnada lucha entre el bien y el mal. Sus hazañas rozan en la intersección del deporte, el teatro, la danza, el cine, el cómic y otras artes visuales. Estas, desde el siglo pasado, han trascendido del cuadrilátero a la cultura popular convirtiéndose en uno de los símbolos más potentes de la identidad nacional: la lucha libre. Como parte de las actividades del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, el Museo de las Artes (MUSA), en la capital jaliscience, alberga la exposición Katharsis. Imágenes de la lucha libre en México, que fusiona arte e historia de esta popular práctica.

Katharsis reúne más de un centenar de fotografías provenientes de la Colección y Archivo Fundación Televisa, además de dos pinturas del artista Sergio Arau. La curaduría estuvo a cargo del investigador Héctor Orozco Velázquez. La exposición documenta más de siete décadas de historia de la lucha libre a través de imágenes que capturan su esencia escénica y simbólica. Íconos como El Santo, Blue Demon y luchadoras como Irma González aparecen retratados en múltiples facetas, como combates, retratos de estudio y hasta momentos íntimos con sus fanáticos. La muestra permanecerá abierta hasta el 14 de septiembre en el MUSA.

Orozco, curador de la muestra junto con Alfonso Morales, cuenta que el origen del material para la muestra proviene del archivo de la revista Arena Box y Lucha, que emergió en la década de los cincuenta. El objetivo era hacerse cargo de la memoria fotográfica de la Fundación Televisa y quedaron encantandos con todo lo que vieron. “Dentro de la colección de fotografías habían también nombres prestigiosos que en algún momento formaron parte de la lucha libre, como Lourdes Grobet, pero también Graciela Iturbide, o Manuel Álvarez Bravo, que fue foto fija en el cine mexicano y había tomado fotos de algunas películas de luchadores como La bestia magnífica. A partir de ese material se empezó a crear esta reflexión sobre este intercambio que han tenido la fotografía, el cine y la lucha libre”, explica.

Serie de retratos de luchadores tomadas en 1952, por Manuel Álvarez Bravo.

La exposición abre con unas fotografías de 1952, de Álvarez Bravo, que retrata a Enrique Llanes durante la filmación de La bestia magnífica, cuando todavía los luchadores solo necesitaban botas y calzoncillos para cumplir con su trabajo. En otro bloque se pueden ver las imágenes del fotógrafo John O’Leary, conocido por su obra documental sobre la cultura tradicional de la región de San Pedro Cholula. Para la muestra aporta imágenes de las arenas de pueblo, en las afueras de las grandes ciudades, donde se forjan los jóvenes.

La lucha libre ya era muy popular en los años cuarenta, dice Orozco. A finales de esa década surge la televisión en México. Las proezas de estos gladiadores del cuadrilátero son de los primeros programas que se transmiten por televisión. Sin embargo, cuando este deporte-espectáculo da el salto es con la aparición de las máscaras.

“La máscara es el momento en el que irrumpe todo este imaginario muy seductor de la fantasía, donde los luchadores representan a animales, a fuerzas de la naturaleza, a personajes históricos, en fin, toda una serie de variantes, pero que siempre van a acabar determinándose entre el bien y el mal, los rudos y los técnicos. A partir de ese momento las fantasías y las emociones cambian completamente”, precisa el especialista.

Visitantes en la exposición 'Katharsis'.

La muestra no solo agarra a los luchadores en acción, también destaca la labor de los fotógrafos al ras del ring. Cómo conocen el desenvolvimiento de cada atleta y su colocación, como los que se especializan en fútbol, para captar estos espectaculares momentos que suceden en fracción de segundos. Pero no solo es el retrato en el cuadrilátero, igual están las fotografías posadas en estudio o en sus casas. Todo ese material sirvió para publicidad, postales y otros tipos de materiales promocionales. Como una imagen del Cavernario Galindo, “que era famoso por su salvajismo”. “Le encantaba morder los pies con zapatos de otros luchadores. Él mismo tenía una zapatería, entonces en una de sus fotos publicitarias está mordiendo uno de sus calzados”, explica Orozco.

Las precursoras del ring

La exposición igual reserva un espacio para el rol de la mujer en la lucha libre. Desde el papel de Miroslava Stern conquistando a La bestia magnífica, aunque “esa figura nunca representó a sus similares que estaban en el cuadrílatero”, dice Orozco; hasta las capturas del fotoperiodista alemán Hans Gutmann, que se cambió el nombre a Juan Guzmán, de las primeras luchas de mujeres en México con atletas estadounidenses, como Mae Weston, la más famosa de ellas en esa época.

“Tenemos algunas de esas fotos primigenias y también cómo empezaron a surgir las primeras estrellas nacionales. Irma González, por supuesto, la más grande de todas. Y el trabajo de Lourdes Grobet, que es la fotógrafa más importante en el mundo de la lucha libre. Tiene sus imágenes esparcidas por toda la exposición”, añade.

No se puede hablar de lucha libre sin hacer mención a El Santo. La muestra abarca desde sus primeras fotos, con su máscara hecha de cuero de cerdo, hasta llegar a su momento cumbre, en 1952, en la lucha máscara contra máscara que lo enfrentó a Black Shadow, otra leyenda de este deporte. La exposición tampoco olvida a la figura de Blue Demon, otro de los grandes íconos de la lucha libre mexicana por su versatilidad como actor y su impacto en la cultura popular.

Retratos de luchadores en la exposición Katharsis.

“Lo que queremos realmente es ayudar a reflexionar sobre la importancia cultural de estos elementos de la lucha libre, del arraigo y de las reflexiones que podrían tener sobre sus orígenes. No tanto como deporte, porque eso está muy documentado, sino en el imaginario colectivo que representa, que tiene que ver con el público. Que se niega a ser el espectador pasivo de casi todas las demás artes o de todos los demás espectáculos. Es un público que participa, que se desfoga, que también juega un papel importante en esta relación del bien y el mal, en la justicia que puede suceder o no sobre el ring y cómo el espectador promedio trabaja en función del espectáculo también”, finaliza Orozco.



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