domingo, junio 8, 2025

El país del “nadie sabe, nadie supo” | Opinión

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Ser mexicana o mexicano hoy es atenerse al misterio, un ejercicio cotidiano de elasticidad mental donde la lógica convive con el espanto, y la racionalidad de lo evidente abraza sin rubor la fe en la ilusión.

Ser mexicana o mexicano en estos meses supone sufrir sacudidas por eventos trágicos o riesgosos, y luego hacer como si nada, darse a la práctica de un autoengaño, individual y colectivo, para suprimir las alertas de toda intuición o razón surgidas de experiencias probadas.

Para ser mexicana o mexicano del año 2025 hay que asumir que tus ojos verán cosas, tus oídos captarán mensajes, tu cerebro procesará la dimensión e incluso la gravedad de eso, pero la versión oficial será acaso un susurro incongruente o, de plano, inexistente.

¿Quién mató a los dos cercanísimos colaboradores de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México el 20 de mayo? La duda crece a la par del silencio gubernamental, de la autoridad capitalina y de Palacio Nacional; mutis que dice a la sociedad quizá un día te informe. Quizá.

¿Quién ordenó que el Ejército estuviera en una redada en un foro de cartelera progresista como lo es el Alicia, en una ciudad que se dice de izquierda, en un evento que hubiera hecho sentirse orgulloso a Luis Echeverría? Clara no aclara. Brugada and Cia solo parpadean.

¿Quién es responsable de que cuando México más recibe visitantes extranjeros los museos cierren, los de la Guardia Nacional maten una familia en Badiraguato o una embarazada en Sinaloa, el Buque Cuauhtémoc se estrelle en Nueva York, los megadecomisos de huachicol se hagan sin detenidos, las fuerzas armadas se metan al INE en plena fecha electoral, los acordeones ganen elecciones, el gusano barrenador paralice la ganadería…?

Para responder a cada una de esas preguntas se requeriría un ánimo, o sea una voluntad, de investigar, de reconstruir hechos, de mostrarse en público afectado y consciente de que un crimen político (ejecución de Ximena Guzmán y José Muñoz) o un exceso inédito (soldados en el Multiforo Alicia), o un fenómeno que impacta la economía (ganado impedido de ser exportado a Estados Unidos) o una tragedia inverosímil (el Cuauhtémoc y sus dos marinos muertos). Son eventos que afectan no solo a los directamente involucrados, sino a la sociedad en su conjunto.

Que por lo mismo ha de darse, en un término razonable, información oficial que ayude al colectivo social a recomponerse, a no magnificar el impacto de esos hechos por solo contar con versiones esporádicas, ralas, balbuceantes, paranoides y, menos aun, inverosímiles.

El gobierno de la República —y lo mismo sus replicadores estatales— ejerce la cerrazón como una prerrogativa. La verticalidad de la información es más unidireccional que nunca hoy que diario se da una función de propaganda disfrazada de conferencia de prensa.

La promesa de la comunicación circular se vuelve dosificación de información a partir de dos reglas.

Primera. Pueden preguntar, pero quién dijo que eso les hace merecedores de una respuesta. Frente a cuestionamientos, la presidenta Claudia Sheinbaum barajea a modo las frases para postergar verdades; parafraseándola, sus salidas por la tangente son más o menos así: ya lo vamos a ver, cuando venga zutano o perengano del gabinete informará, hoy no es día de seguridad, le voy a pedir a mengano que venga, ya escuchamos tu postura…

Todo puede esperar, porque no es la sociedad el ente con derecho a para exigir cuentas, la empoderada es la mandataria, ella es quien hace las concesiones y ello a condición de que el tema venga bien a su agenda o propósitos.

Segunda regla. Tan introyectada está la idea de que la presidenta no ha de escuchar para responder, que parece no darse cuenta de que sus frases son condescendientes (como cuando al pretender que su versión prime, expresa: ¿“sí se entiende”?); o que sus palabras tienen poco de democráticas, que no van acorde con eso de que el poder reside en el pueblo; como este viernes, para citar un caso de actualidad, cuando personal sanitario que lleva años, sí, años no meses, esperando la prometida basificación laboral se lo expresaron a gritos en un gira, es ella la que demanda que le dejen hablar: “me van a escuchar ¿o no?”, es su reclamo.

Esas enfermeras de Ixtapaluca que el viernes protestaron en la visita de la presidenta al Estado de México no querían callar a la presidenta. Solo que sí demandaban a la gobernante respuesta puntual a su espera de años de las plazas prometidas por AMLO.

Porque dado que este gobierno se asume como la continuidad del anterior, heredó obligaciones que hoy no puede obviar.

Y ante la acumulación de pendientes, Sheinbaum no debe replicar un modelo que asume que cuando la Presidencia habla, no hay que exigir respuestas, que vale con discursos o nuevas promesas.

El reclamo de las enfermeras en Ixtapaluca se vuelve más representativo, pues ocurrió justo en un evento luego de que la Federación se viera forzada, por su incapacidad de maniobra política ante los maestros disidentes, a cancelar una gira en Guerrero.

¿Cómo recibe la ciudadanía la noticia de que la presidenta más popular no siente garantías para visitar una entidad gobernada por gente de su partido? Con cierto alivio.

Sí, porque la cancelación de la gira regresa algo de tranquilidad a una sociedad que al fin ve que su apreciación es la correcta, que sí hay problemas, que la Federación es incapaz de conducir el conflicto de la CNTE a pesar de que el gabinete lleva semanas negando la dimensión del reto y creyendo que, con base en comunicados insulsos para todo fin político e informativo, puede minimizar el duro choque entre maestros que fueron aliados de Morena y los gobernantes surgidos de ese partido.

La Secretaría de Gobernación, y por lo tanto Sheinbaum, no parece entender que la gente, y no solo la CNTE, necesitan explicaciones más exhaustivas y constantes de lo que se discute; que la negociación tiene que involucrar a toda la sociedad, no solo a la disidencia magisterial.

Ningún gobierno es proclive a informar. Su naturaleza es el control, no abrirse flancos por andar de transparente. Anteriores administraciones, así fuera a regañadientes, se sabían compelidas a dar a la opinión pública una versión de los hechos. La actual, como la de AMLO, no.

Porque el obradorismo cruje una mañana por arteros proyectiles que matan a los brazos operativos de la jefa de gobierno, y tras el rosario de las honras fúnebres hace como que pasa la página, se esfuerza por simular una normalidad, en un intento que a todos los demás enerva.

Normalmente, al saberse rebasadas, o perdidas en una investigación, las autoridades se sinceran con el público, al que piden auxilio, u ofrecen recompensa, para obtener información o pistas. En el caso de Ximena y José, el Gobierno duerme tranquilo dejando en ascuas a la sociedad.

Mas ese caso extremo, por el obvio desafío criminal de la doble ejecución, no es muy distinto en cuanto al ensimismamiento gubernamental, y la cerrazón informativa, que otros eventos delictivos de los últimos meses.

Este gobierno somete a las y los mexicanos a la prueba de desarrollar una suerte de resignación que raya en el cinismo.

Todo puede pasar y nada va a ocurrir, así que mejor hazte a la idea y sálvate por ti mismo, porque si cuando incluso los tocan a ellos así responden, qué será cuando te pase algo a ti.

Ser mexicana o mexicano es comprobar que, en nombre de la democracia y el pueblo, el gobierno trata a la sociedad con el desdén de quienes se creen con el derecho a no acatar el mandato que les obliga a informar puntualmente lo que se sabe de hechos que hacen temer un futuro más incierto y duro para la nación.



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