Un incendio desbocado en manos de la voluntad del viento. El fuego que ha devastado unas 3.200 hectáreas del sur de Cataluña y ha obligado a confinar a 18.000 vecinos de municipios de las comarcas de las Terres de l’Ebre, en Tarragona, ha sobrepasado a los bomberos por su dificultad de abordaje. Las fuertes rachas de mistral dieron alas a las llamas para avanzar a toda velocidad durante horas, hasta dejar el fuego lamiendo jardines y paredes de las casas de pueblos como Aldover o Xerta. El despliegue de más de 300 bomberos, un centenar de soldados de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y un docena de hidroaviones y helicópteros quedó empequeñecido ante la fuerza del “vent de dalt”, como se le conoce en la zona, temido por su capacidad de avanzar como un torbellino por el valle del Ebro, un tobogán natural entre montañas con vistas al río. Este miércoles el fuego continúa activo tras una noche en la que más de 460 efectivos han trabajado intensamente para lograr estabilizarlo.
El fuego iniciado el lunes en Paüls se ha convertido en un pulso de los bomberos contra los elementos. Hidroaviones atacando llamas sobre terreno caliente, abrupto y escarpado, y mangueras de agua frente a una ventolera que golpea con velocidades de hasta 90 kilómetros por hora. Un soplido modifica el escenario de un momento a otro. “Gira el viento y ya no lo paras. El fuego se desmadró sobre las ocho de la tarde del lunes, y entonces se originó un caos”, explicaba Lluís, operario de Excavaciones Carbonell, que fue movilizado para labrar cortafuegos pero tuvo que escapar a toda prisa y dejar la máquina excavadora en medio del monte, ante la inminencia de las llamas. Este martes al mediodía, sin apenas haber dormido, esperaba en Xerta que los bomberos lo devolvieran monte arriba para comprobar si su excavadora había resistido.

La dirección del viento y sus caprichos ha condicionado en todo momento el operativo de los bomberos. De inicio, la fuerza del mistral propició que las llamas incluso burlaran el cauce del Ebro en puntos donde su anchura rebasa los 50 metros. “Pensábamos que el pueblo quedaba protegido por el agua del canal, pero las llamas no solo saltaron el canal, sino incluso el río”, manifestaba Neus Gisbert mientras limpiaba de ceniza el portal de su casa, en Aldover. En un primer momento el airazo empujó desde el interior, corriendo a través del desfiladero que penetra en Cataluña desde Aragón por la Val de Zafán.
Los bomberos quisieron montar un escudo a orillas del Ebro y priorizaron proteger la sierra de Cardó, cruzando los dedos para que, a mediodía, se cumplieran las previsiones y entrara el viento de mar, más dócil y húmedo. No cabía, sin embargo, la posibilidad de bajar la guardia por el peligro de que el cambio de la inercia del viento provocase, entonces, que las llamas crecieran en dirección al parque natural dels Ports, con una barra libre de unas 30.000 hectáreas. Francesc Boya, mando de guardia de los bomberos, señaló el “alto valor ecológico del parque” y alertó de la dificultad operativa con la que chocarían si tuvieran que controlar el incendio en un entorno empinado, con dificultad de accesos y en medio de una naturaleza densa y un sotobosque espeso como consecuencia de una primavera lluviosa y de la falta de atenciones para un entorno natural que sufre los efectos de la acuciante despoblación.
En todo momento ha estado presente en el recuerdo el precedente de otro gran incendio que hubo en Els Ports, el mes de julio de 2009, que provocó la muerte de cinco bomberos de una unidad de intervención especial. Aquel fue un fuego intencionado. En esta ocasión, los Agentes Rurales señalan que tienen una investigación abierta para concretar cuál ha sido el desencadenante. Por ahora, se descarta una causa natural como un rayo.
“Cuando el viento cambia, todo se precipita. Eso aquí lo sabe todo el mundo, y no se entiende que tardaran tanto en apagar las llamas cuando las tenían dominadas al principio de la tarde”, comentaba con enfado el propietario del bar La Plaça de Xerta, autorizado a saltarse el confinamiento domiciliario para poder servir bocadillos y bebidas a trabajadores y a perjudicados por el incendio. Entre los vecinos de los pueblos afectados, las teorías sobre cómo fue la reacción de los equipos de emergencia ante un fuego que empezó a arder a mediodía y que se aceleró a final de la tarde competían con las quejas por la cobertura informativa del suceso. El lunes por la noche, mientras las llamas se descontrolaban y Protección Civil difundía órdenes de confinamiento en varios pueblos, TV3, la televisión pública catalana, se dedicaba a emitir dos capítulos de una telenovela.
“La población tiene la sensación de que el incendio lo tiene encima. Hay mucha sensación de inseguridad”, admitió el jefe de Bombers de la Generalitat, David Borrell. Tan cerca sintió las llamas el cocinero Fran López, propietario del estrellado Villa Retiro, que optó por inundar el esmerado jardín de su restaurante, en Xerta. El chef, el lunes por la noche se montó en el coche para ir a recoger a un grupo de trabajadores suyos, que se acostumbran a alojar en una finca apartada del pueblo. “Ahora, las clientes y las reservas dan lo mismo, la gente ya vendrá otro día. Que se apague el fuego y que nadie salga herido”, exclamaba López este martes.
El president Salvador Illa, que se desplazó junto con la consejera de Interior Núria Parlon al centro de mando que los equipos de emergencias instalaron en Tortosa, zanjó su comparecencia con un aviso: “Los fuegos de ahora no son como los de antes”. En apenas dos semanas de verano en Cataluña los incendios forestales han abrasado más de 9.500 hectáreas y han provocado dos muertos.