Algunas veces solamente es así: ves a alguien por primera vez y sabes que te va a caer mal. No es algo personal, o tal vez sí, pero hay algo en la forma de hablar, mirar o simplemente estar que te hace rechazarlo.
Si bien no es la mejor de las características para brillar en sociedad, tener esa apariencia desagradable, que la gente te desee lo peor solo porque sí, puede ayudarte si la sabes usar con inteligencia.
Sigue leyendo:
Johnny Weissmüller: rey de la selva, rey olímpico
Leni Riefenstahl, la genio del cine que eligió el lado incorrecto de la historia
Rescatado por Rover: así conquistaron los perros al mundo del cine
Algo así pasó con una de las primeras grandes leyendas del cine, famoso por sus papeles de villano, donde ser desagradable era una de esas raras virtudes que sirven al propósito de la gran pantalla.
Su nombre era Erich Oswald Stroheim y, aunque no se sabe mucho sobre su origen, nació en Austria a finales del siglo 19, estudió en la rígida academia militar del país centroeuropeo, de donde salió, dicen, acosado por las deudas.
Una mezcla de misterio, racismo y éxito
Rebautizado como Von Stroheim, poco se sabe de la vida del actor y director austriaco antes de su llegada a Estados Unidos, en 1909. Como lo haría Emilio “Indio” Fernández décadas después, cada que se le preguntaba sobre su origen a Von Stroheim contaba una historia distinta.
Tras probar suerte en una serie de trabajos, que incluyeron desde la literatura hasta anfitrión de pasarelas de moda, Von Stroheim incursionó en el cine en 1914, con un papel secundario en el largometraje El capitán Macklin.
Sin embargo, su gran oportunidad detrás de las cámaras se daría de la mano del legendario D.W. Griffith en una obra no menos legendaria: El Nacimiento de una Nación (1915), una oda al racismo en la que Von Stroheim sirvió como asesor militar.
Cuatro años después, el raro actor y experto europeo convenció al dueño del estudio Universal de financiar su ópera prima, Esposos ciegos, donde un elegante oficial europeo seduce a la esposa de un confiado americano. Su éxito en la taquilla le abrió las puertas de Hollywood de par en par.
El hombre que usted ama odiar
La carrera de Von Stroheim tuvo un ascenso meteórico. Sus largometrajes, a menudo protagonizados por él mismo en el papel de un seco, flemático y raramente encantador villano europeo, gozaban del favor del público.
Sin embargo, a medida que la luz se proyectaba sobre la carrera del enigmático director, la sombra de sus obsesiones también se incrementaba. A menudo alargaba las grabaciones, aumentando con ello el presupuesto. Sus obsesiones con el sexo, lo desagradable y lo sucio tampoco le ayudaban mucho.
Los temas que abordaba en sus cintas también se hacían cada vez más oscuros. Un clásico de su filmografía, Avaricia (1924), destaca por ser un drama sin héroes: todos los personajes, incluso los secundarios, son verdaderamente repulsivos.
El productor Irving Thalberg, el llamado chico maravilla de Hollywood, fue el freno al genio y la megalomanía de Von Stroheim. Él recortó sus películas que incluso llegaron a durar nueve horas, matizó algunos temas, cambió algunas formas. Sin embargo, al artista no le gustó y sus desencuentros hicieron que, poco a poco, su estrella se apagara.
El ocaso de un Dios
Las restricciones económicas, además de la poca tolerancia a la extravagancia proyectada en sus cintas, fueron poco a poco acabando con el cineasta, a cuya carrera le daría el tiro de gracia la llegada del sonido al cine.
Hombre de recursos como lo era, Erich von Stroheim decidió retomar su carrera actoral participando en un puñado de buenas películas retomando el papel, ya casi caricaturesco, de ese rancio militar germánico que era el villano perfecto en Hollywood.
El desarrollo del cine sonoro impulsó la carrera actoral de este gran intérprete, quien participó en cintas como la icónica La Gran Ilusión, considerada una de las mejores películas antibélicas de la historia.
Pero el destino le tendría guardado un gran colofón a este villano. Junto a Gloria Swanson, otra leyenda del cine mudo, protagonizó Sunset Boulevard, o El ocaso de los dioses como se le llamó en español, historia que aborda anécdotas que podrían parecer casi biográficas en la vida de un hombre que no supo gozar del poder infinito y terminó relegado por las nuevas generaciones. Vamos, como todos los villanos.