sábado, septiembre 13, 2025

Hacer cima en el Everest será más caro | Fortuna

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Un latido del corazón separa la vida de la muerte. Este es el precio por escalar el Everest (8.849 metros). Muchas cosas han cambiado desde aquel 29 de mayo de 1953 cuando el neozelandés Sir Edmund Hillary y el sherpa nepalí Tenzing Norgay hicieron cima por primera vez en la historia. Poco más de 72 años después, la montaña continúa reclamando su tributo. En 2023 murieron 18 personas. La cifra más alta. Y esta temporada de subida, cinco personas se dejaron la vida. Pese a todo, sigue repartiendo su magia y su hechizo como un aprendiz de mago. En 2025, unas 468 personas han obtenido el permiso individual para escalar el monte desde el lado nepalí. La atracción por hollar el pico más alto de la Tierra deja unos ingresos anuales de cinco millones de dólares (4,3 millones de euros) al Gobierno de Nepal, acorde con el departamento de turismo. Incluye los gastos en sherpas, guías y otras personas de apoyo en los distintos campos base.

Desde luego no parece una gran cantidad y todos tenemos en la memoria esa desolada imagen de una columna de decenas de personas, con bombonas de oxígeno, subiendo el monte al igual que incontables orugas procesionarias, y dejando de recuerdo plásticos de las tiendas de campaña, basura derretida y en putrefacción por el sol del verano. Por fin, tras varios años, el coloso ha dicho basta. No hay que olvidar, además, que el Parque Nacional del Everest recibe 50.000 visitas al año. La presión resulta inmensa. Y, sobre todo, la montaña necesita respirar.

El Gobierno nepalí se ha dado cuenta. Quizá tarde. Pero finalmente va a intentar proteger su tesoro. Debe conjugar turismo, escaladores y respeto medioambiental.

Si la propuesta que se prepara, denominada Integrated Tourism, dentro de la Asamblea Nacional del país, sale adelante, el Everest será otra experiencia. Hasta ahora todos los escaladores tenían que adelantar una tasa de mantenimiento de 4.000 dólares. Esta cantidad se les devolvía si al menos regresaban con ocho kilos de basura. La proposición elimina esta posibilidad (la tasa se abona sin retorno) y ya se está estudiando lo que denominan “la capacidad de transporte”. Esto permite al Departamento de Turismo ser más exigente a la hora de escoger quién asciende y quién no. Establecerá un tope. Y comenzando en septiembre, los permisos de escalada en primavera aumentan de 11.000 a 15.000 dólares (entre 9.400 y 12.900 euros). Los nepalíes esperan que los ingresos se repartan mejor. Hasta ahora, los trabajadores del Parque Nacional del Everest sólo reciben entre el 16% y el 17% de lo que se recauda de los plácets.

Adiós a los inexpertos

Para escalar la montaña habrá que demostrar que se ha hecho cima en alguno de los 7.000 que hay en Nepal. Es una forma de reducir las muertes en la montaña. “Todo el mundo quiere escalar el monte Everest, pero no todos tienen los conocimientos para hacerlo”, observa Mingma Chhiri Sherpa, presidente de la Municipalidad Rural de Khumbu. “Cuando hay más montañeros, ocurren más accidentes y más contaminación. Ahora tenemos el control de estos factores”. Pura lógica. Además, esa experiencia previa incentiva a conocer las otras 461 montañas que se alzan, como dientes de sierra, en Nepal y que apenas son visitadas por los turistas. Esa es, al menos, la estrategia del Departamento de Turismo.

“El Everest está en Nepal, pero es el orgullo del mundo”, defiende, en The Christian Science Monitor, Deepak Raj Joshi, antiguo consejero delegado del Departamento de Turismo de Nepal. “¿Quién no quiere ver, tocar o experimentar la montaña?”. Sin embargo, en ciudades como Namche Bazaar, que es un lugar de paso hacia el Everest, han crecido a enorme velocidad los últimos años, y se desparraman, como extendidos por un dios negligente, docenas de hoteles, cafés, tiendas. Al igual que cualquier ciudad occidental asolada por un turismo sin control. Esto sucede, claro, en la época de escalada. Fuera de ella, hay más yaks y vacas por las calles que visitantes.

La proposición de ley también protege a los ciudadanos nepalíes, que serán los únicos que puedan trabajar como guías para subir la montaña o enseñar el Parque Nacional del Everest. La Administración intenta que los ingresos se queden en casa. Hasta ahora, la fascinación por la montaña ha traído poco dinero, pese a la cuantía que supone en un país con una renta per cápita anual de 1.484 dólares (poco más de 1.250 euros), y, por desgracia, también la destrucción de buena parte de los himalayas de la zona nepalí. Más regulación no afectará al número de escaladores. Esto es bien seguro. Pagar 4.000 dólares más no significa nada para infinidad de bolsillos occidentales. “Aunque sería beneficioso pensando en todos si no se limitara a las montañas nepalíes”, detalla, por correo electrónico,Lukas Furtenbach de la empresa organizadora de expediciones Furtenbach Adventures, con sede en Austria. Puede ser. Pero este es un primer gran paso de los miles necesarios para hacer cumbre.



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