miércoles, julio 30, 2025

Iván Barrondo, responsable en España de la agencia inmobiliaria John Taylor: “Las casas que yo vendo no me las puedo permitir” | Entrevistas Afterwork | Negocios

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Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, Iván Barrondo —nacido en Madrid hace 55 años, aunque le gusta decir que es de Bilbao, de donde proceden sus raíces familiares— ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en el sector inmobiliario. Desde el inicio trabajó en el mercado como consultor freelance, pasó tres años en la agencia alemana Engel & Völkers y en 2014 abrió la primera oficina en Madrid de la inmobiliaria John Taylor —creada en 1864 en Cannes por el jardinero británico que le dio nombre a la empresa. En los años 90, la compañía pasó a manos del empresario monegasco Michel Pastor, cuya familia la vendió en 2017 al grupo Artcurial—. “Era un diamante en bruto y en 2017 compré los derechos de la empresa a nivel nacional”. Confiesa, además, que es capricornio, aunque asegura que no cree en la astrología ni en las estrellas.

Pregunta. ¿Es más terrenal, más de ladrillo?

Respuesta. No lo veo así, como algo de ladrillo. Trabajamos con personas que le ponen pasión. Soy emocional, sensible, me importan las relaciones humanas. En mi día a día trabajo con mi equipo, con promotores y compradores.

P. ¿Le parte el corazón que haya gente que no se pueda permitir las casas que usted vende?

R. Con el cliente tenemos empatía. Si no puede comprar una casa, me pondré siempre de su lado, lloraremos juntos y le ofreceré otra. Hay que ponerse en el lugar del otro. Esa es la base de toda negociación para que todos queden contentos, el que compra y el que vende. Si no, es mal negocio.

P. ¿Es fácil vender una casa?

R. Nosotros vendemos casas fascinantes, en las que la mayoría de los mortales no podemos vivir. Es un mercado con poco producto. Es difícil encontrar casas buenas, bonitas y a precio de mercado. Reconozco que vivo en el mundo de Yupi, pero es un trabajo duro. Hay mucha competencia. Es un sector sin barreras de entrada.

P. Las redes sociales han convertido a los vendedores de casas en auténticas estrellas.

R. Hemos llegado a esa película. Las redes mueven más percepción que negocio. No vendemos casas por ese canal. El negocio está en otro lado. El lujo se vende con finura. No por tener mucho dinero puedes comprar la casa que quieras. No todo es cuestión de dinero. El precio no es el factor determinante. Es duro decirlo así, pero una pareja que puede permitirse una casa de 600.000 euros no puede pagar y acceder a una de 700.000.

P. ¿Usted no vive dónde quiere?

R. Soy dueño de una agencia inmobiliaria y vivo de alquiler desde hace 15 años. Vivo feliz donde vivo.

P. En casa del herrero…

R. Cuchara de palo. Vivo donde quiero. Las casas que yo vendo no me las puedo permitir. Tengo una terraza de 30 metros cuadrados. Disfruto de ella, de la manguera y de una cerveza. Mi casa siempre está abierta para los amigos. No todo el mundo abre su casa a sus amistades, y eso tiene que ver con querer, no con poder.

P. Cuando cierra una buena venta, ¿cómo lo celebra?

R. No soy caprichoso. Al principio, una venta era la salvación. Hoy tenemos cuatro oficinas en Madrid. Hago lo que me gusta, y eso, como emprendedor, es el mundo ideal. No se me hacen cuesta arriba los lunes. Cuando la compañía es tuya, todas las preocupaciones también lo son. Hay un binomio de riesgos y satisfacciones. Emprender es adrenalina.

P. ¿Pero algún capricho se dará?

R. Mi negocio no es de volumen, sino de operaciones buenas. Soy prudente, no soy gastón. Mi visión de negocio es a medio y largo plazo, no especulativa. Lo que gano lo invierto en abrir oficinas. Mi mujer siempre me dice que esto es más responsabilidad. Tengo un equipo de 24 personas.

P. ¿Tiene aficiones?

R. Mis aficiones están ligadas a la gastronomía y la hotelería. Me gusta hacer viajes gastronómicos. Y, en el día a día, disfruto comiendo en sitios como Fismuler, donde siempre quedas bien y tienen una magnífica relación calidad-precio. También me gustan mucho Haramboure y Filandón si voy con la familia. Me encanta la cocina asiática, que descubrí durante un viaje a Vietnam. Fue mi primera incursión en Asia. Allí disfruté de una cultura diferente y de la comida callejera, con sabores potentes.

P. ¿Se evade con la lectura?

R. No soy un lector empedernido. Mis hijos me regalaron para el Día del Padre un tocho de más de mil páginas, Tan poca vida. Uno de los últimos que he leído y que me gustó mucho fue Las hijas de la criada, de Sonsoles Ónega. Lo que sí veo son series, porque si no lo haces, parece que vives en otro planeta. Me han gustado Ozark, porque es misteriosa y tenebrosa, Breaking Bad y Borgen.

P. ¿Viaja mucho por trabajo?

R. No, viajo poco. Siempre a Baleares, París o Mónaco. En verano suelo hacer algún viaje familiar. Nos gustó mucho Croacia, pero este año no lo haremos porque mis hijos se van a Estados Unidos.

P. ¿Le hubiera gustado dedicarse a otra cosa?

R. Trabajé un tiempo en un estudio de arquitectura, con Federico Sotomayor, y me parece una profesión muy chula.

P. ¿Dónde le gustaría vivir si no lo hiciera en Madrid?

R. Madrid es una ciudad muy atractiva. No tenemos competencia en la forma de vivir. Todo el mundo se siente cómodo. Vivimos hacia fuera. Los jueves ya no encuentras mesa en los restaurantes. Me gusta mucho Ibiza, pero la de la naturaleza y las aguas increíbles, no la del chundachunda. Para mí, un tándem ganador es el sol y la cerveza. He disfrutado mucho también de Benidorm, donde mis padres tenían casa.

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