La Agencia Central de Inteligencia (CIA) ha ocultado información vital acerca de los llamado Incidentes Anómalos de Salud (AHI, por sus siglas en inglés), pupolarmente conocidos como el «Síndrome de la Habana». Según documentos recientemente desclasificados por el gobierno de los Estados Unidos, la CIA no solo mintió sobre el origen de estos eventos, sino que podría estar implicada en un delito de obstrucción de la justicia.
Los AHI comenzaron a hacerse conocidos cuando, a finales de diciembre de 2016, el Departamento de Estado repatrió a la mayor parte del personal que prestaba servicio en la embajada de Estados Unidos en La Habana, Cuba. Los funcionarios reportaron síntomas inexplicables como problemas cognitivos, insomnio, dolores de cabeza y dificultades para mantener el equilibrio. Un informe desclasificado, preparado para la Dirección Nacional de Inteligencia, reveló que el «Síndrome de la Habana» no es un problema de salud natural, como se había insinuado previamente.
Esta nueva información, obtenida mediante una solicitud de la Ley de Libertad de Información (FOIA), corrobora un informe anterior y ha sido respaldada por la denuncia de un informante que presentó una queja ante la Oficina del Inspector General de la Dirección Nacional de Inteligencia. El abogado Mark Zaid, que lideró la demanda para obtener los documentos, señaló que esta denuncia es «la divulgación más significativa y legal de información que socava la postura pública de la comunidad de inteligencia, y específicamente de la CIA, con respecto a los AHI».
Encubrimiento y represión
Los documentos revelan que la CIA, con la ayuda de elementos de la Dirección Nacional de Inteligencia, como el Consejo Nacional de Inteligencia y el Centro Nacional de Contrainteligencia y Seguridad, ha estado involucrada en la supresión activa de testigos y en posibles actos de obstrucción de la justicia. Se afirma que existen documentos clasificados que detallan cómo funcionarios estadounidenses, en particular aquellos dentro de la comunidad de inteligencia, han sido atacados con algún tipo de arma de energía dirigida, lo que contradice la narrativa oficial que niega la intervención de una potencia extranjera.
Desde el inicio de estos incidentes, las teorías sobre el uso de armas de microondas o energía para confundir, enfermar o incluso matar a las víctimas han sido tratadas como ciencia ficción. Sin embargo, un memorando desclasificado por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y fechado en octubre de 2014, relaciona un sistema de armas de microondas de alta potencia con un país hostil al que viajó un funcionario estadounidense en los años 90. Este documento, aunque severamente redactado, refuerza las acusaciones de que los AHI podrían ser el resultado de ataques intencionales con tecnología avanzada.
Negación oficial
En enero de 2023, el Secretario de Estado Antony Blinken defendió públicamente a los diplomáticos que habían informado sobre estos incidentes, afirmando que «su dolor es real» y asegurando que su salud y seguridad eran la máxima prioridad. No obstante, la Directora de Inteligencia Nacional, Avril Haines, sostuvo que era «muy poco probable» que una potencia extranjera fuera responsable de los AHI, y algunos informes publicados sugirieron que los síntomas eran consecuencia de un «trastorno psicogénico masivo». Sin embargo, el informe desclasificado rechaza esta teoría, afirmando que los AHI no cumplen los criterios para tal diagnóstico.
Preocupantemente, algunos de los casos de AHI ocurrieron en suelo estadounidense. En 2019, una funcionaria de la Casa Blanca reportó síntomas mientras paseaba a su perro en un suburbio de Virginia, cerca de Washington, D.C. Estos incidentes llevaron al Instituto Nacional de Salud (NIH), bajo el Departamento de Salud y Servicios Humanos, a iniciar un protocolo para estudiar los AHI y su impacto en los empleados gubernamentales y sus familias.
El NIH cerró abruptamente su estudio en agosto de 2024 tras preocupaciones éticas levantadas por algunos de los participantes. Según Zaid, parte de la controversia estaba relacionada con la presión de la CIA para que sus empleados participaran en el estudio si querían recibir tratamiento médico, una práctica que ha sido considerada como poco ética.
La revelación de que la CIA ha estado ocultando información sobre los AHI y que ha intentado silenciar a los testigos plantea serias dudas sobre la transparencia y su integridad en este asunto. Mientras las investigaciones continúan, crecen las sospechas de que el «Síndrome de la Habana» es más que un simple misterio médico: podría ser la evidencia de un encubrimiento deliberado por parte de la comunidad de inteligencia estadounidense.