martes, junio 17, 2025

La mitad de la población mundial respira aliviada. ¿El motivo? El arroz se abarata | Negocios

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El arroz mueve al mundo. La mitad de la población global depende de este grano para alimentarse. En el sudeste asiático y África, por ejemplo, aporta hasta el 60% de la ingesta calórica. En Bangladés la cifra alcanza hasta el 70%. Su versatilidad en la cocina lo hace un elemento esencial en millones de mesas que hoy tienen un respiro tras años de constantes subidas. Los precios internacionales han comenzado a ceder, impulsados por una mejoría en la oferta global, cosechas abundantes en países clave como India, Tailandia y Vietnam, y una reducción de las restricciones comerciales que distorsionaban el mercado.

El arroz tailandés, de referencia, por ejemplo, se cotiza en torno a los 400 dólares por tonelada, muy por debajo de los picos registrados en 2023 cuando la cotización alcanzó niveles históricos. “Los precios internacionales eran excepcionalmente altos. Aunque empezaron a disminuir a lo largo de 2024”, comenta Shirley Mustafa, economista de la Dirección de Mercados y Comercio de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). De acuerdo con el índice de precios de todos los tipos de arroz, en marzo de este año los precios estaban en su punto más bajo desde junio de 2022. Aunque seguían por encima de los niveles de antes de la pandemia (abril de 2020). Varios factores han intervenido en este descenso, pero principalmente ha sido uno el que mayor efecto ha tenido: el fin de las restricciones de exportación de la India que controla un 40% del mercado.

La India es, con diferencia, el mayor exportador de arroz del planeta. Sus envíos superan incluso la suma de los cuatro siguientes grandes proveedores mundiales: Tailandia, Vietnam, Pakistán y EE UU. Ningún otro país tiene tanto peso en el mercado internacional, así que cuando el Gobierno de Narendra Modi empezó a limitar las ventas al exterior en 2022 —debido a perturbaciones climáticas y un contexto global adverso—, el planeta sufrió un primer shock que llevó a los precios a tocar el cielo. Desde septiembre de ese año hasta mediados de 2024, aplicó diferentes restricciones. Entre ellas estaban la prohibición a las exportaciones de ciertas variedades hasta la aplicación de impuestos por las ventas al exterior de algunos tipos de este grano. La India exporta principalmente dos tipos de arroz: el denominado índica, que es de grano largo, no perfumado y no parbolizado; y el basmati, que es aromático. Además, también vende una proporción considerable de “roturas de arroz”: fragmentos que se rompen durante la molienda, pero que son una parte fundamental en el comercio internacional. Mientras que en China esta categoría se usa para alimentar al ganado, en Senegal y Yibuti va al consumo humano.

“La India ha levantado todas las restricciones, excepto a las roturas”, explica Abdullah Mamun, analista del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (Ifpri), con sede en Washington. Pese a ello, ha brindado cierto alivio. “Los países que se están beneficiando de la caída de precios son los del África subsahariana, como Senegal, Madagascar, Níger y Nigeria. También los países del sur de Asia se están viendo favorecidos por esta tendencia”, explica Mamun. Nigeria, el país más poblado de África, tiene una demanda alta de arroz precocido. “La producción local no alcanza para satisfacer las necesidades de consumo, lo que implica la importación de más toneladas al año”, dice un informe de S&P Global. Esta fuerte dependencia de las importaciones genera preocupación por la seguridad alimentaria y la estabilidad económica. En Abuya, la capital, un saco de 50 kilogramos costaba 63,9 euros, según las cifras de SBM Intelligence. En una nación donde el salario mínimo es de 45,1 euros mensuales, el alza implica que dos de cada tres hogares nigerianos pasan hambre, según los datos de Bloomberg.

Protestas

Esta situación ha provocado protestas contra el Gobierno del presidente, Bola Tinubu. El año pasado, se suspendieron durante 150 días los aranceles, impuestos y obligaciones sobre las importaciones de trigo, maíz, arroz integral descascarillado y frijol de ojo negro, en un intento por frenar la inflación alimentaria, en un país donde la inflación anual alcanzó casi el 35% en diciembre, su máximo nivel en 28 años. “La reciente bajada de precios puede dar cierto alivio a los países africanos”, subraya Mustafa. “Puede tener efectos positivos sobre la seguridad alimentaria, ya que en muchos de estos países el arroz no solo es un alimento clave desde el punto de vista energético, sino que también está ganando peso en la dieta”, agrega. En África, por ejemplo, el aumento del poder adquisitivo, la urbanización y la versatilidad del arroz han impulsado su consumo. Hay que tener en cuenta que una bajada en el precio internacional no siempre se traduce en un descenso de precios para el consumidor local. “Eso depende de muchos otros factores: el tipo de cambio, los costes de transporte, las políticas fiscales o los márgenes de los intermediarios”, indica la experta de la FAO.

En los próximos meses, no se prevé un repunte de los precios. Según diversas previsiones, indica Mamun, se espera que la producción aumente en ocho millones de toneladas, alcanzando los 544 millones de toneladas (un 1,51 % más) en el año agrícola 2024-2025. Además, se proyectan existencias finales elevadas: 205 millones de toneladas este año, frente a los 199 millones del año anterior. Las condiciones climáticas son favorables. “En la India y Bangladés avanza la recogida, en Indonesia se acelera la cosecha y la siembra por el buen clima, y en Vietnam progresa la recolección”, dice el experto del Ifpri. También hay que considerar el posible impacto sobre los productores, dice la especialista de la FAO. “Aunque los precios hayan bajado hasta niveles similares a los de 2022, esto puede no ser una buena noticia para ellos: un margen más bajo significa menos rentabilidad, y eso puede desincentivar la siembra”, advierte.

Preocupación en Japón

El precio del arroz tiene un impacto directo en la estabilidad social, política y económica de los países que lo comen y producen. En Japón, aunque su peso en el mercado internacional es reducido, la fuerte tradición arrocera ha hecho que el reciente encarecimiento del producto genere preocupación. Las causas son múltiples: desde cosechas afectadas por el clima hasta compras de pánico y acaparamiento por parte de grandes distribuidores. “En 2023, Japón tuvo una cosecha insuficiente, lo que ha generado un déficit de suministro que persiste”, asegura Marcel Thieliant, jefe de Asia-Pacífico en Capital Economics. Ante la actual crisis, el país tuvo que importar producto de Corea del Sur, por primera vez en un cuarto de siglo. “La producción de arroz lleva años reduciéndose porque la agricultura ya no es una ocupación atractiva”, dice Thieliant. Cada vez hay menos agricultores y, aunque la población también disminuye, la producción de arroz ha caído aún más rápido que el consumo. “El problema principal es que el Gobierno japonés controla estrictamente las importaciones y permite muy pocas”. Importar más arroz del exterior resolvería fácilmente el problema, haciendo que los precios bajaran de inmediato, dice el experto. Sin embargo, en un momento previo a las elecciones a la Cámara alta en julio, no parece la mejor opción para ganar votos.



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