lunes, junio 23, 2025

La represión silenciosa acalla la protesta por el alza de precios de internet en Cuba

Share


El día que los oficiales de la policía llegaron a su casa en el barrio de Cayo Hueso, Raymar Aguado Hernández estaba durmiendo, saldando el cansancio de la noche anterior, calurosa y pegajosa, otra noche sin luz sobre La Habana. A las 11:00 de la mañana del 11 de junio, los oficiales le pidieron que se vistiera y los acompañara hasta la estación localizada en las calles Zanja y Dragones. Casi dos horas después, Raymar salió de la unidad policial con un acta de advertencia, acusado de “incitación a delinquir” por su apoyo a las protestas estudiantiles que estallaron contra la empresa estatal ETECSA por la subida de precios de Internet, pero que se convirtieron en una demanda colectiva al corazón del sistema. Amenazas similares llegaron hasta los hogares de otras familias, de otros estudiantes y profesores. La protesta tenía que apagarse. Y a la fuerza se apagó.

“Se detuvo el paro no por voluntad estudiantil, sino por presión y chantaje de los órganos represivos del Estado, aunque muchísimas facultades aún están presentando demandas y quejas”, asegura Raymar, de 24 años, estudiante de Humanidades en el Centro Félix Varela. El día en que se le acaben sus megas, que no tenga cómo pagar el Internet que invierte en investigar, estudiar, escribir y trabajar online, irá a buscarse la vida en la calle. Es, prácticamente, quien mantiene la casa donde vive con sus padres sexagenarios. “Necesito consumir cierta cantidad de datos para ganar cifras inferiores a las que me puede costar mi trabajo con estas tarifas de ETECSA”, dice. “No sé qué hacer, quizás irme a trabajar como dependiente a una Mipyme, o como ayudante de albañil, estibador, uno nunca sabe lo que le puede deparar”.

Sin que se cumpliera ninguna de las demandas que el estudiantado puso sobre la mesa de las autoridades cubanas en un forcejeo por el acceso a la conectividad, el Gobierno logró detener el paro como ha reducido otras manifestaciones de descontento popular. “La represión se está llevando a cabo de forma muy silenciosa”, asegura Raymar, quien insiste en que han habido otros episodios de interrogatorios, amenazas e intimidación que no se han hecho públicos. “La gente no lo está diciendo, porque están tomando represalias contra muchos de manera silenciosa, nadie se entera. El discurso oficial siempre ha querido dar a entender que todo está en calma, que todo está tranquilo”.

Raymar Aguado Hernández, Estudiante de Humanidades.

Durante los días más activos de la protesta, el grupo de asesoría legal Cubalex lanzó una alerta sobre la escalada represiva que se tradujo en presión, intimidación, vigilancia y censura hacia estudiantes y sus familiares, algunos de los cuales fueron obligados a firmar “cartas de retractación”. Pero el hecho de que la huelga estudiantil que arrancó en los primeros días de junio se haya disipado a mitad de mes, no significa que hoy exista una reconciliación entre los protestantes y el poder. “Esto sienta un precedente muy aleccionador respecto a próximas arbitrariedades que pueda cometer el poder político en la gestión económica”, dice Raymar. “Lo que más hay entre los estudiantes es el instinto de desesperanza, de que ya Cuba no pare una tragedia más”.

Aunque hubo varias convocatorias a reuniones de los funcionarios con los estudiantes, según el joven, el “supuesto diálogo nunca fue tal”. “Fue un ejercicio arbitrario de verticalidad con instancias jerárquicas que lo mismo podían ser los decanos, que la rectora, que los funcionarios de ETECSA o oficiales de policía”, cuenta. “Se plantearon cosas firmes, pero quedaban en la emoción del momento, toda esa firmeza se disgregó en horas y horas de reunión donde no se solucionaba nada, donde la voz imperante la llevaba el oficialismo que no quiere renunciar al tarifazo”.

Una protesta inédita

Aún así, los estudiantes cubanos saborearon, como nunca antes, lo que significa protestar. Algunos, ciertamente, no estuvieron de acuerdo con el paro, otros no se sumaron por temor a consecuencias, pero muchos sí alzaron la voz. Se unieron a más de un comunicado que llegaba desde La Universidad de La Habana, de la de Ciencias Médicas de Matanzas, de la Universidad de Holguín o del Instituto Superior de Arte, con reclamos comunes. En un primer nivel, los estudiantes señalaron la dolarización de los servicios de ETECSA, que limitó las recargas desde Cuba a 360 pesos (0,97 dólares), y dejó el resto a pagar en la cuenta de los exiliados. El monopolio de las comunicaciones en la isla confirmaba así que, desde hace tiempo, el cubano de adentro dejó de ser su cliente, y que el usuario real es el que paga la factura desde afuera. En un segundo nivel, el reclamo estudiantil hablaba de vulneraciones de sus derechos, de falta de libertad de expresión, de poco acceso a la información, de exclusión social, de brecha digital.

Luego los estudiantes fueron más allá y, en sus denuncias, hablaron de falta de luz o de transporte, de salarios de apenas 3.000 pesos (casi 8 dólares) o de un modelo económico agotado. Cuando la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad de Holguín convocó al paro académico, dejó claro que se trataba de un llamado nacional. “Somos la voz de un pueblo cansado de pagar por la ineficiencia”, comunicaron. Una estudiante de Medicina, a su vez, responsabilizó al Gobierno por la malversación del dinero que ahora quieren extraer de sus bolsillos. “¿A dónde fue destinado todo el dinero recaudado todo este tiempo y por qué el pueblo tiene que hacerse responsable de su mal manejo, de su mala administración y de su mala inversión?”, preguntó en una reunión difundida videos en redes.

Estudiantes de la Universidad de la Habana protestan por el aumento en las tarifas de internet, el 4 de julio de 2025.

Los estudiantes acudieron al pasado republicano para hacerle saber a la institución que intentaban hacer lo mismo que les habían heredado. El propio Raymar se plantó junto a otro estudiante junto al busto de Julio Antonio Mella —un símbolo político y estudiantil, cuya figura permanece a los pies de la Colina universitaria de La Habana—, tapando la cara con cartones que llevaban su rostro y la frase: “¿Dónde está Mella?”, en señal de que ningún símbolo muere, sino que se recicla. Es la misma frase que usó el artista Luis Manuel Otero Alcántara, líder del Movimiento San Isidro y preso desde hace casi cinco años en una cárcel cubana, en uno de sus performances.

No obstante, a pesar de cualquier otro reclamo, los estudiantes fueron extremadamente cuidadosos, precavidos y listos en que no se desviara la atención de su petición inicial, conscientes de que el Gobierno agarra cualquier pretexto para criminalizar los intentos de acción ciudadana. Fueron respetuosos, concisos y directos. En los videos de los encuentros de los estudiantes con las autoridades, que luego circularon en redes sociales, nunca se les vio exaltados, ni subidos de tono, ni dejando que nada corrompiera la protesta que habían iniciado. Frente a las críticas oficialistas de que la protesta venía del exilio o de los políticos de Miami, los jóvenes siempre insistieron que no era de nadie más que suya.

“Una ausencia que va más allá de las sillas vacías”

El profesor de Filosofía Emilio Basilides Alfonso Hernández —quien habla con EL PAÍS a modo personal y no en nombre de su institución—, probablemente no recuerda días más gratificantes en las aulas de la Universidad de La Habana. A pesar de que las autoridades cubanas han salido a rebajar el impacto y la participación de los alumnos en el paro, el profesor insiste en que fue “abrazado con la mayor presteza y ánimo concebibles”, y que lo que más se sintió fue “orgullo”. Él mismo, que trató de acompañar a los estudiantes en todo momento, dice que experimentó una especie de “esperanza”, incluso “alegría”, al ver a sus alumnos siendo cívicos, emociones que luego se disiparon frente a la postura de las autoridades.

Alfonso Hernández fue de los profesores que, ante el temor a represalias contra los alumnos, sintió que debía ponerse de su lado. “Era su deber permanecer firmes en su convicción, así como era el mío ofrecerles apoyo incondicional y el más prudente de los consejos”, cuenta. Para el profesor, estaba claro que en las aulas se enfrentaron dos fuerzas, una “revitalizadora”, y otra que define como “inercia burocrática de los funcionarios”.

“Los profesores que, por convicción y proximidad de espíritu, se alineaban con la causa de la vitalidad, asentimos. ¿Acaso los estudiantes no son nuestra razón de ser?”, dijo. “Los profesores del otro bando, se consagraron con fervor a asegurar que las consecuencias recayeran sobre los promotores del paro, luchando con todas sus fuerzas para impedir el cese de las clases, llegando incluso a la delación de colegas y alumnos, pues no es un secreto que muchos colaboran con los brazos coercitivos del Estado”.

Alfonso Hernández insiste en que, “lejos de ser un plan orquestado”, la protesta “se manifestó con una espontaneidad orgánica”. El estudiantado cubano recibió el apoyo de otros sectores como intelectuales, egresados, activistas, la Iglesia Evangélica Pentecostal, algunos congresistas cubanoamericanos, los estudiantes cubanoamericanos de la Universidad de Harvard, y otros estudiantes internacionales de Chile, Argentina, Paraguay o Francia.

Tras más de dos semanas del descontento por el encarecimiento de Internet en un país donde quien cobra el salario mínimo de 2.100 pesos (unos 5 dólares) le será imposible pagar los 3.360 pesos (unos 9 dólares) por 3 gigas de conexión, las autoridades se limitan a valorar un cambio. Insisten en la necesidad de acudir a la dolarización como último recurso para solventar la crisis. En el podcast oficial Desde la Presidencia, que conduce el gobernante Miguel Díaz-Canel, la presidenta de ETECSA, Tania Velázquez, dijo que no consideraban dar marcha atrás a las nuevas tarifas que pagarán los 7,3 millones de cubanos conectados.“Sería renunciar a ingresos para mantener el servicio”. También comunicó que, con la subida de los precios, el país ha visto “rápidamente” un aumento de sus ingresos.

Los estudiantes en paro han vuelto a clases. La Universidad de La Habana aseguró que las aulas estaban “activas, los laboratorios funcionando, las bibliotecas abiertas y los profesores dando lo mejor en cada clase”. Pero el profesor Alfonso Hernández dice que el hastío del estudiantado cubano es anterior al parón. Hace mucho tiempo sus aulas tienen muchos menos estudiantes. “Hoy son muy pocos los alumnos que asisten, una circunstancia que incide hasta cierto punto en el notorio revuelo que un paro estudiantil ha logrado generar”, cuenta.

El profesor ha notado que, tras el reciente paro estudiantil, la ausencia “va más allá de las sillas vacías”. “He sentido una ausencia que ni siquiera se limita a la esperanza; es, sin duda, una profunda pérdida de rumbo. Una suerte de extirpación, la necesidad de simular que nada ocurrió, que nadie posee conocimiento alguno, porque, sencillamente, es mejor no saber”. También cree que la protesta contra ETECSA es la muestra de un malestar mayor, en un país que vive una de las peores debacles de su historia. “Es también indicio de un Estado en patente crisis”, sostiene. “Pero, sobre todo, este fenómeno es profundamente sintomático de una nueva sensibilidad en las jóvenes generaciones, quienes, con una resolución cada vez más acentuada, abrazan la formidable responsabilidad de labrar el porvenir de Cuba”.



Source link

Read more

Local News