Tras un segundo día consecutivo de reunión bilateral en la Casa Blanca entre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, siguen sin conocerse avances respecto a una posible tregua en Gaza. Ni uno ni otro han realizado ningún anuncio ni compromiso público expreso con el plan de 60 días de alto el fuego en Gaza propuesto por Trump. Mientras, en la Franja palestina se mantienen los ataques del ejército israelí con decenas de muertos diarios. Más de un centenar en las últimas horas, según el Ministerio de Sanidad, en manos de Hamás.
Las expectativas que se habían sembrado de avanzar hacia la paz en el convulso enclave de la mano de los dos mandatarios han quedado, al menos por el momento, aparcadas. Netanyahu fue recibido el martes por la noche por Trump por segunda vez en menos de 24 horas. El acto no contó con la presencia de medios de comunicación ni con una comparecencia conjunta posterior que ayudara a pensar en un progreso hacia el fin de los ataques en la Franja.
La tregua y, en general, el proceso de paz en la Franja, del que forma parte la liberación de rehenes, encabezaba la agenda de los dos mandatarios. A lo máximo a lo que ha llegado el primer ministro es a considerar esa iniciativa de tregua como “una buena oferta” durante su visita al Capitolio. Pero en ningún momento se ha salido de ese perfil bajo, aunque sí mantiene una delegación negociando de manera indirecta con Hamás en Doha (Qatar). Según el canal Sky News, Trump ejerció “gran presión” sobre su interlocutor para que este acepte el alto el fuego. Poco antes de la segunda reunión de ambos, que tuvo lugar en el Despacho Oval, llegó también a la Casa Blanca una delegación catarí.
Hay un comunicado emitido por la oficina del mandatario israelí, basado en un vídeo de un minuto que ha grabado el propio Netanyahu, que no alude de manera expresa a esos dos meses de calma que propone el presidente estadounidense y que pretende ser el paso previo a un fin definitivo de la contienda.
Trump, muy dado al triunfalismo y a los golpes de efecto, dijo el domingo, la víspera de recibir por vez primera en la Casa Blanca a Netanyahu, que veía posible un acuerdo a lo largo de esta semana. Pero, tras las dos reuniones de ambos, no hay señales, al menos en público, que indiquen que eso vaya a ocurrir.
De cuatro problemas a uno
“Teníamos cuatro problemas, pero ahora solo queda uno”, había señalado el negociador estadounidense, Steve Witkoff, en referencia a ciertos avances en Doha, donde cree que podría cerrarse un pacto a finales de esta semana. Ese escollo sería la reubicación de las tropas de ocupación israelíes en el enclave durante los 60 días.
Israel, según ha trascendido en algunos medios, pretende mantener a sus efectivos en el denominado corredor Morag que separa en la zona meridional de Gaza la ciudad de Jan Yunis de la de Rafah, fronteriza con Egipto. Es en esta segunda localidad, prácticamente en ruinas, donde el Gobierno de Israel pretende levantar lo que califica de “ciudad humanitaria”. Se trata en realidad, como anunció el ministro de Defensa, Israel Katz, de un campamento en el que encerrar a 600.000 gazatíes.
Las diferencias superadas en las negociaciones de Qatar, según medios israelíes, son que Israel acepte que la ONU participe en el reparto de ayuda, los intercambios de rehenes por presos palestinos y que el alto el fuego se mantenga si las conversaciones continúan superados los 60 días.
Pero, coincidiendo con la reunión en Washington del martes por la noche, Witkoff habría retrasado su viaje a Doha para incorporarse a las conversaciones, un gesto que el diario The Times of Israel interpreta como que el proceso parece haberse ralentizado. Mientras, el negociador jefe israelí, Ron Dermer, sigue acompañando a Netanyahu en Estados Unidos, lo que lleva a concluir, según algunos medios, que la delegación del Estado judío en Doha no tiene margen de maniobra ni puede tomar decisiones.
Netanyahu, en su mensaje, se limita a recordar con respecto a Gaza en esencia lo que viene afirmando en los últimos meses, sin salirse de ese carril, además de añadir que también han abordado el conflicto con Irán y la ampliación de los Acuerdos de Abraham. “Estamos decididos a lograr todos nuestros objetivos: la liberación de todos nuestros rehenes, tanto vivos como fallecidos, y la eliminación de la capacidad militar y de gobierno de Hamás, garantizando así que Gaza nunca vuelva a representar una amenaza para Israel”, ha señalado el primer ministro.
Si para Hamás es fundamental amarrar el final de la guerra, para Israel la piedra angular del acuerdo es la liberación de los rehenes. Queda medio centenar en Gaza, la mayoría ya dados por muertos. Durante los 60 días de tregua, según el borrador del acuerdo aparecido en diferentes medios, quedarían en libertad 10 vivos y se entregarían 18 cadáveres a cambio de presos palestinos de cárceles israelíes. Quedarían, por tanto, otros 22 cautivos en el enclave palestino.
Guerra de guerrillas
Allí, la guerra de guerrillas se sigue imponiendo sobre el terreno. La emboscada llevada a cabo por Hamás en la que murieron cinco soldados israelíes y dos resultaron muy graves en la noche del lunes en el norte de Gaza necesita de un operativo por parte del grupo islamista de cierta envergadura, según los detalles del ataque publicados en la prensa israelí. Una primera bomba explotó al paso de varios militares a pie, cuando sus compañeros acudieron a socorrer a las víctimas explotó una segunda… y una tercera, todo en medio de disparos desde posiciones palestinas. Ese fue el prólogo del primero de los dos encuentros de esta semana entre Netanyahu y Trump en la Casa Blanca.
La actitud y reacciones del primer ministro en Washington no muestran que haya habido un cambio de postura en su forma de pensar, en su manera de gestionar una guerra que ya se adentra en el mes número 22 y que ha costado la vida a más de 57.700 gazatíes y a casi 900 soldados israelíes. “Netanyahu solo busca un acuerdo parcial. No solo busca la manera de reanudar los combates tras el alto el fuego de 60 días y el regreso de la mitad de los rehenes vivos”, sostiene Amos Harel en Haaretz. El primer ministro, agrega el analista, mantiene su idea de impulsar “la expulsión de los residentes de Gaza, obligando a la mayoría de ellos a refugiarse en la zona de Rafah, una ciudad completamente destruida”.
Es la referida “ciudad humanitaria”, otro eufemismo más como el de la emigración voluntaria para referirse al plan para deportar a cientos de miles de palestinos al extranjero.