lunes, junio 16, 2025

Otamendi desactiva el entusiasmo de Boca | Mundial de clubes 2025

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Cuando Boca parecía haber conseguido llevar el partido al callejón en que mejor podía manejarlo, cuando había secado las ideas del Benfica y ya avistaba la primera victoria de un equipo sudamericano frente a uno Europeo, Nicolás Otamendi, hincha de River, les birló el premio cabeceando un córner. Nada elaborado, un clásico de lo más antiguo. Los portugueses rescataron con dos jugadas a balón parado (un penalti y ese saque de esquina) un empate que les había resultado esquivo con el juego, donde mostraron más registros y finura.

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Agustín Marchesín, Luis Advíncula, Lautaro Blanco, Ayrton Costa, Nicolás Figal, Ander Herrera (Tomás Belmonte, min. 19), Kevin Zenón, Rodrigo Battaglia, Alan Velasco (Milton Giménez, min. 58), Carlos Palacios (Williams Alarcón, min. 65) y Miguel Merentiel (Exequiel Zeballos, min. 64)

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Anatolii Trubin, Álvaro Carreras, António Silva, Samuel Dahl (Andrea Belotti, min. 45), Nicolás Otamendi, Fredrik Aursnes, Florentino (Leandro Barreiro, min. 89), Renato Sanches (Orkun Kökçü, min. 60), Bruma (Kerem Aktürkoglu, min. 60), Ángel Di María (Gianluca Prestianni, min. 76) y Vangelis Pavlidis

Goles
1-0 min. 20: Miguel Merentiel. 2-0 min. 26: Battaglia. 2-1 min. 47: Di María. 2-2 min. 83: Otamendi

Arbitro César Arturo Ramos Palazuelos

Tarjetas amarillas
Carlos Palacios (min. 65), Álvaro Fernández (min. 67), Vangelis Pavlidis (min. 82), Ayrton Costa (min. 84)

Tarjetas rojas
Ander Herrera (min. 44), Belotti (min. 71), Jorge Figal (min. 87)

Pero el fútbol se decanta muchas veces en sentido contrario de lo que apunta la pelota. A menudo, a favor de la corriente emocional. Boca llegaba sumergido en disquisiciones internas, de la cúpula a la hierba, y se encontró con un equipo académico y dominante. El Benfica se presentó en Miami todavía con el viento de cola de la buena inercia de la Champions. Y el comienzo fue eso, un equipo que había competido hasta los octavos de la Copa de Europa jugando casi solo contra otro medio desorientado.

Los portugueses dominaban el centro del campo con Renato Sanches, Bruma y Florentino Luis. Y Di María, con mucha cuerda todavía a sus 37 años, desconcertaba a sus compatriotas. Aparecía por la derecha, por la izquierda; picaba por el medio, siempre con soluciones para inquietar al equipo de Miguel Ángel Russo. Pisaron el área, le pegaron al poste y Boca juntaba las filas mientras desplegaba un partido crudo, agitado por su gente.

Se jugaba con el fondo de la banda sonora creciente de la grada de Boca, que venía calentando gargantas desde el día anterior, cuando se juntaron a miles en Miami Beach. Una bandada feliz y confiada en su empuje. Pequeño extracto de la Bombonera. Abajo, los suyos se apretaban para cegar al Benfica. Pero les costaba. Apenas hilaban.

Dio igual. El fútbol da fruto por muchos caminos, y a Boca le bastó con encontrar varias cabezas. No fue para destilar un plan: bastó con que apoyaran dos centros. Primero un balón largo a la banda izquierda que le quedó a Lautaro Blanco. Tiró un caño, la puso al área y ahí apareció el uruguayo Merentiel en el primer palo, un toquecito, tac, y gol.

Subió el volumen la gente de Boca. Agitó el graderío. De un modo físico. El Hard Rock oscilaba sobre el oleaje del “Dale Bo…”. Entonces, un córner al segundo palo, un cabezazo de ahí al primero y otro de Battaglia para encontrar la red. Bruno Lage negaba en el banquillo portugués. Incrédulo. Su maquinaría fluía del modo correcto, pero iba por detrás. Boca conserva intactos atributos competitivos que resurgen en grandes escenarios.

El principio del rescate del Benfica tampoco aparecía en su manual. No llegó a partir del juego. Otamendi quedó tirado en el área después de un córner sin que el árbitro hubiera visto nada. Pero en la sala del VAR sí habían cazado algo. Y alertaron al monitor al árbitro, que antes de ponerse a revisar imágenes expulsó a Ander Herrera. El español seguía el partido desde el banquillo de Boca después de tener que retirarse lesionado a los pocos minutos. Entonces ya pudo revisar el vídeo, en el que encontró una falta de Palacios, y en una de las novedades escénicas del torneo, explicó por los altavoces del estadio por qué señalaba penalti. Di María lo empujó suavemente a la red cuando Marchesín se venció a su izquierda.

Boca administraba la ventaja mientras el Benfica iba perdiendo finura en sus maniobras. Ya no lograban desordenar tanto a los argentinos, que navegaban la corriente incesante de su grada. Se nublaban los portugueses, que cada vez visitaban el área con menos frecuencia. El equipo de Russo maneja de maravilla un escenario así, en el que aumenta la desesperación del contrario mientras avanza el reloj. Distraen segundos de cualquier parte, en un saque de banda eterno, o con el portero echándose al suelo con un repentino malestar que desaparece sin la intervención de ningún sanitario. Llegaron a tener tres futbolistas tumbados en la hierba mientras su gente volvía a hacer oscilar el estadio.

El tiempo corría a su favor, más aún cuando el VAR sugirió al árbitro que expulsara a Belotti, y el árbitro estuvo de acuerdo. Le había pegado con la bota en la cabeza a César Ramos. A los portugueses se les fueron un jugador y cinco minutos entre atenciones y miradas al monitor. Boca lo tenía donde quería. Hasta que, más desenfocado que nunca, el Benfica encontró remedio en un córner con el que acertó Otamendi. Precisamente Otamendi, que se encaró con la grada de esos compatriotas que le habían pitado desde el principio. Y desactivó su entusiasmo.



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