El segundo trimestre de 2025 ha confirmado la solidez de la economía española, que creció un 0,7% trimestral impulsada por la fortaleza de la demanda interna. Este avance, superior al previsto hace apenas unos meses, ha llevado a revisar al alza la estimación de crecimiento para el conjunto del año hasta un crecimiento del PIB del 2,7% anual, consolidando a España como una de las economías más dinámicas de la eurozona.
El motor principal de este crecimiento ha sido el consumo de los hogares, que ha recuperado tasas del 0,8% trimestral gracias a la mejora del poder adquisitivo, el dinamismo del mercado laboral y una inflación contenida. La inversión también ha sorprendido al alza, especialmente en construcción residencial y bienes de equipo, apoyada por los programas públicos de vivienda y la ejecución de los fondos europeos.
El mercado laboral ha sido clave en esta evolución de la economía española. La Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre de 2025 reveló un aumento de más de 500.000 ocupados, el mayor incremento en un segundo trimestre desde 2018. La tasa de paro se redujo al 10,3%, su nivel más bajo desde 2008, en un contexto de aumento de la población activa, especialmente entre personas con doble nacionalidad o extranjeras. Esta mejora del mercado laboral no solo es cuantitativa, sino también cualitativa: crece el empleo indefinido y a tiempo completo, y se consolida la reducción de la temporalidad.
A pesar del entorno internacional adverso —marcado por tensiones comerciales y la entrada en vigor del nuevo arancel del 15% de Estados Unidos a las exportaciones europeas—, la economía española ha mostrado una notable capacidad de resistencia. Su baja exposición directa (que no indirecta) hacía prever un impacto moderado o, al menos, menor que otras economías europeas, como Alemania o Francia. A pesar de ello, es esperable que este acuerdo comercial termine por impactar en el tercer trimestre (cuando entra en vigor), lo que ha llevado a ajustar ligeramente a la baja la previsión para ese periodo. Sin embargo, el balance de riesgos se mantiene relativamente equilibrado, con la demanda interna como principal ancla de crecimiento para el PIB nacional.
De cara a los próximos años, las previsiones para España apuntan a una senda de crecimiento robusto, apoyada en tres pilares: la fortaleza del consumo privado, el impulso sostenido de la inversión y una progresiva recuperación del sector exterior a partir de 2026, en paralelo a la mejora del ciclo europeo.
En definitiva, el segundo trimestre ha sido un punto de inflexión que refuerza la confianza en la capacidad de la economía española para seguir creciendo en un entorno incierto, gracias a unos fundamentos internos sólidos.