¿Te imaginas a Tom Cruise como Máximo Décimo Meridio? Pues pudo pasar. De hecho, antes de fichar a Russell Crowe en el mítico papel los productores pensaron no solo en Cruise, sino también en Mel Gibson y Antonio Banderas. Si Crowe se llevó el gato al agua fue gracias a L.A. Confidential, porque en aquel momento era prácticamente un desconocido en Estados Unidos que, precisamente, consiguió la gloria al alzarse en la arena de Gladiator. Y no se puede decir que no lo diera todo en cada escena, desde luego. Sudor, lágrimas y, sobre todo, sangre.
Honor y sangre
No es que por ser desconocido Crowe tuviera poco ego precisamente. De hecho, cuando llevaron a William Nicholson a reescribir el guion para hacer que Máximo sonara más sensible, el actor dijo que todo lo que había hecho era una basura, pero era «el mejor actor del mundo» y podía «hacer que incluso la basura sonara bien». De hecho, en un principio se negó a decir la frase «Alcanzaré mi venganza en esta vida o en la otra» porque le parecía demasiado cursi. Vaya ojo.
Para Crowe, la película era todo un tour de force interpretativo. Y si no, fíjate en el minuto 10:53, cuando aparece con la cara repleta de heridas. Podrían parecer maquillaje, pero eran absolutamente reales. No os preocupéis, nadie le dio un espadazo en esa zona: de hecho, fue por culpa de un movimiento inesperado del caballo, que se asustó en un momento dado, y llevó a que en algunos planos se le note dolorido.
De hecho, el actor aún conserva una cicatriz de Gladiator, en este caso en su brazo derecho, producida por una pelea a espada limpia. Según cuenta, no se dio cuenta hasta después de terminar el rodaje. ¿El resultado? 24 años después ahí sigue. A eso se le llama dejarse la piel por tu trabajo.