Dicen que cada persona es definida por una lucha interna, no siempre pacífica, que luego se enfrenta a su entorno, a su contexto histórico y a su propia leyenda. Y todo se complica cuando, encima de ello, pasa por un entorno único, como puede ser el creado artificialmente por una dictadura.
En ese contexto es en el que se desarrolla la vida de los dos jóvenes protagonistas de Ciertos chicos, la nueva novela del periodista y escritor Alberto Fuguet que se detiene menos a pensar en lo político para retratar un alma sensible llenando de color los años grises de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile.
“El libro ha sido recibido de una manera inesperada, porque lo que ha cambiado son los periodistas, los editores, los lectores, la izquierda ha cambiado mucho también, la mayoría de la gente ha producido un debate nuevo.
“Es novedoso ver cómo incluso en la dictadura sí había espacio para otras cosas. La frase que más surgió fue casi un chiste: era la dictadura a color, porque siempre la dictadura aparece como en blanco y negro. Y eso era mezclar las contradicciones, mientras Madonna estaba sonando en la tele, sonaba Joy Division en las radios y Pinochet estaba en el poder”, explica Alberto Fuguet en entrevista exclusiva para El Heraldo de México.
En busca de la música liberadora
La novela habla de ciertos chicos, jóvenes que se sumergen en la escena underground de Santiago de Chile, en 1986, donde escuchar música pop, ya no se diga hablar de diversidad, experimentar con amor o erotismo, era una insurgencia que podría ser duramente castigada.
Parte de la vida de Fuguet es expresada en la existencia de Clemente, uno de los protagonistas, quien llega a Santiago desde el extranjero, el escritor desde Estados Unidos y el personaje desde Inglaterra, a tomar un lugar en el que debe estar, pero el que no necesariamente comprende.
“Me sirvió que la novela fuera semi-autobiográfica, conectar y usar ese material y esos recuerdos y esas emociones. Creo que hubiera sido mucho más difícil si hubiera sido todo un invento. Probablemente no lo hubiera podido hacer si no hubiera sabido nada, si hubiera tenido que construir un mundo desde cero.
“Todavía estoy viviendo el choque cultural. Cambiar de idioma, cambiar de todo. En ese momento no pude hacerme cargo del choque porque tenía que sobrevivir, a los 11 años no puedes ponerte a llorar, porque si te pones a llorar, nadie te va a invitar a su cumpleaños”, detalla.
De familia chilena, Fuguet pasó los años de su infancia en Estados Unidos, rodeado por la explosión de la cultura pop de los años 70. Sin embargo, se traslada a Santiago con su familia a las puertas de la adolescencia, lo que provoca un múltiple choque cultural, emocional y de vida, cuyas consecuencias sigue viviendo en la actualidad.
“La idea era como conquistar, tratar de transformarse en un chileno. Y yo creo que soy escritor por eso, no perdí el idioma, pero no escribo en inglés. Creo que, si me hubiera quedado en Estados Unidos, aunque nunca lo vamos a saber, no sería escritor”, sentencia.
La sensibilidad al poder
Vista desde siempre como un gesto de debilidad, la sensibilidad que flota en un ambiente cargado de testosterona militar y que no es precisamente terreno fértil para la tolerancia es el acto más radical de valentía que se muestra en sus protagonistas, hombres sensibles que pertenecen a otra época.
“El problema de los hombres que son sensibles es que no son capaces de imponerse, pero yo creo que claramente hay una sensibilidad que está en el aire y que es la que me interesa tocar. Y, efectivamente, antes no era posible.
“Siento que el libro Ciertos chicos es sobre dos chicos probablemente gays, pero también podría haber sido sobre dos chicos heteros, sensibles, que creen en la amistad. Creo que las mujeres aprecian a los hombres sensibles, por eso les llama la atención: hay pocas mujeres a las que les interesa la violencia y la intolerancia, el dominio y, sobre todo, que se las domine”, añade Fuguet.
Ciertos chicos, la nueva novela de Alberto Fuguet, ya se encuentra disponible en librerías a un costo de 448 pesos en librerías como El Péndulo.
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