La Intesa Sanpaolo, en la Via Toledo de Nápoles, la avenida en la que en casi cada casa se alza un ‘palazzo’, es un monumento a la arquitectura con sus suelos verdes de mármol, lámparas, alturas, molduras o las letras doradas sobre los portones que indicaban los distintos departamentos financieros.
La Intesa antes fue la Banca Commerciale, y antes Il Banco delle Due Sicilie e incluso antes el Banco di Napoli. La ciudad, cuna de la sastrería, balcón con vistas a las erupciones del Vesubio, se ha hecho un hueco alternativo en el escenario creativo junto a Turín, la nueva vedette del arte transalpino.
La magia del edificio
La colección Intesa Sanpaolo se aloja en un palazzo, sede de la Banca Commerciale, obra del gran arquitecto Piacentini
Solo pasear por el edificio diseñado en 1931 por el egregio Marcello Piacentini, arquitecto racionalista, ya vale la pena. Más todavía si se recorre Il Corridoio d’Oro, un pasillo áureo y de aires interplanetarios (versión más Kubrick que Tarkovski) creado por el no menos genial diseñador Michele de Lucchi. Al pasar por él uno se siente como la Dorothy del Mago de Oz pero sin ganas de volver a Kansas. Pero claro, eso son los aperitivos.
El menú se agranda con un banquete de cuadros, esculturas, dibujos y neones que dura cuatro siglos, del XVIII al presente. La Intesa, que alberga varios museos por toda Italia, tiene un fondo artístico de más de 35.000 obras. Las que se muestran en la ciudad partenopea (llamada así porque se fundó, según la leyenda, a partir del cuerpo de una sirena, Parthénope), se hablan entre sí pese a los siglos de distancia.

‘Paisaje con el Palacio de Caserta y el Vesubio’, del pintor alemán Jacob-Philippe Hackert (1737-1807)

Retrato de Angelica Kauffmann de Fernando IV, hijo de Carlos III y rey de las Dos Sicilias, apodado cariñosamente por el pueblo ‘Il nasone’
Por una parte, la colección Hamilton, embajador británico en la ciudad a finales del ottocento. Por otra, paralela y curiosamente hermanada con la primera, una muestra exquisita de obras de Andy Warhol, con dos pinturas del Vesubio (la versión en rojo y la versión en negro), en las que se incluye el Triple Elvis, una Marilyn y una de las series sobre Mao Ze Dong.
Para seguir con la fiesta, obras de la colección permanente como un Caravaggio de altura, El martirio de Santa Úrsula, de 1616; dos pinturas de Angelica Kauffmann o de Gaspar van Wittel (o Vanvitelli, a la italiana), creador del cinemascope pictórico y cronista plástico de la nueva Roma. Colgado de las paredes del antiguo palazzo una joya maravillosa, una tela de Élisabeth Vigée Le Brun (1775-1842).

Uno de los clásicos más clásicos de Warhol, el retrato de Marylin Monroe

Triple Elvis es una pintura realizada en 1963 por el artista estadounidense ‘Triple Elvis’, pintura de Andy Warhol Museo de Arte Moderno de San Francisco
Hay que apuntarlo: la pintora parisina logró ser, consecutivamente, artista de cámara de María Antonieta y Luis XVI, del Reino de Nápoles (Fernando IV de las Dos Sicilias), del emperador de Viena, del emperador de Rusia y de regreso a la Corte de Francia, el periodo conocido como la Restauración.
Hay mucha historia bajos estos techos elegantísimos.La de Sir William Hamilton, 60 años, que se casa con la hija de un herrero, Lady Emma, de 26 años, que se erigirá en musa de uno de los grandes retratistas de la época, George Romney. De curiosidad insaciable, Hamilton explora los yacimientos de Pompeya, amasa una colección importante y, en paralelo, invita a los artistas del momento a que pinten los paisajes de Nápoles.

‘Retrato de Sir William Hamilton, 1783’, embajador del Reino Unido en Nápoles, obra de George Romney

‘Emma Hart como Circe, 1782’, retrato Lady Hamilton, obra de George Romney
“En la época en que Hamilton es embajador, de 1764 a 1800, el Vesubio entra en erupción cuatro veces”, explica Vanessa Saraceno, gran experta en la colección de Intesa Sanpaolo. El volcán humeando es una de las escenas habituales de las telas de aquel periodo en el que el ‘veduttismo’ (vistas topográficas) de Canaletto y Guardi ya tiene una amplia escuela. Entre los retratistas y paisajistas, nombres como Sir Joshua Reynolds, primer presidente de la Royal Academy, Giovanni Lusieri, Antonio Joli…
Ciudad de arte
Los imprescindibles de Nápoles
1
Palazzo Reale de Napoli. Construido en la Piazza Plebiuscito a partir del año 1600 por el arquitecto Domenico Fontana como la residencia de los virreyes de la casa de Borbón (y de los Bonaparte bajo dominio francés del 1806 al 1815).
2
Museo y palacio de Capodimonte. ‘Palazzo’ borbónico proyectado por Giovanni Antonio Medrano y donde se puede ver una gran colección de arte napolitano y esculturas romanas.
3
La Cappella Sansevero-La Pietatella. Capilla situada en el 19 de la Via Francesco de Sanctis 19, donde se muestra el arte de los mejores pintores italianos del rococó en el siglo XVIII.
4
Museo Arqueológico de Nápoles (MANN). Una de las mejores arquelógicas del mundo que muestra restos de la era romana, griega y del Renacimiento. Antiguamente se conocía como el Museal real de los Borbones.
En el piso de arriba de la antigua Banca Commerciale también hay dos cuadros del Vesubio escupiendo fuego. Pero no son apastelados, ni educados, ni bucólicos. Andy Warhol los pintó ensangrentados, violentos, más nabuletanos que napolitanos. Warhol adoraba la ciudad donde ahora se pueden ver algunas de sus grandes series, además de las citadas, la de la silla eléctrica.
De hecho, una de las fotos más icónicas de Warhol es la que se hizo en Nápoles con el artista más opuesto a él que podía existir: Joseph Beuys, el creador de obras con grasa y fieltro, de las pizarras donde daba sus clases maestras, de ramas de árbol y del gran manifiesto Cada hombre, un artista.

Andy Warhol y Joseph Beuys en su histórica cita en Nápoles en 1980

Il corridoio d’oro, el pasillo de oro, el edificio de la antigua Banca Commerciale donde se sitúa la colección de Intesa Sanpaolo
El genio de Pittsburgh era la apoteosis de la comercialidad, de los colores chillones, del consumismo, de la copia de la copia de la copia. El alemán, uno de los fundadores del partido verde alemán, representaba el arte conceptual más espiritual y sencillo, pero con un mensaje devastador y mucho más controvertido que el de Warhol, si quieren, muy brillante, pero más desenfadado.
En la foto, dos tímidos dándose la mano, mientras con la otra Warhol le tapa la mano a un león de mármol. En una polaroid tomada por este a Beuys un año antes en Dusseldorf, el artista Pop inmortalizó a su colega con los famosos cuadrípticos con colores que parecen salidos del corazón de la Tierra.