Hace una década, el empresario mexicano Carlos Slim acudió a salvar de la quiebra a Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), una empresa larga en nombre y en historia, con 5.000 millones de deuda financiera entonces y propiedad de la familia Koplowitz. Slim, el hijo de los inmigrantes libaneses Julián Slim Haddad y Linda Helú Atta, ajustó el rumbo incierto de la nave, puso al frente a personal de confianza y limpió la sentina. Tras varias ampliaciones de capital, Slim controla el 81% del grupo, ha segregado la actividad cementera e inmobiliaria en Inmocemento —cotiza en Bolsa desde finales del pasado año—, cuenta con el respaldo de los inversores —el valor de las acciones de FCC ha subido más del 40% solo en los últimos cinco años— y está asentado en negocios lentos pero seguros: servicios medioambientales, agua, construcción de infraestructuras y concesiones. Paso corto y mirada larga. “La puesta en marcha de Inmocemento, no solo ordena estratégicamente el perímetro del grupo, sino que permite a FCC concentrar su energía y recursos en las áreas con mayor proyección y especialización”, explicó la presidenta de FCC, Esther Alcocer Koplowitz, en la junta de la compañía.
Inmocemento, constituida con los negocios inmobiliario (FCYC) y cementero (Cementos Portland Valderrivas), nació con activos de 4.376 millones, una deuda neta de 1.073 millones y un patrimonio de 2.768 millones. En los ocho meses de cotización ha caído un 13%. En la junta, a preguntas de un accionista inquieto, el consejero delegado Pablo Colio explicó que el precio de FCC e Inmocemento al día siguiente de la escisión y salida a Bolsa en noviembre de 2024 fue de 8,85 euros (FCC) y 4,25 euros (Inmocemento). Sumadas: 13,10 euros. “A día de hoy [12 de junio]”, precisó Colio, “la suma de ambas está por encima de 15,50 euros, lo que supone, aproximadamente, un 20% de revalorización sobre el importe con el que quedó (sic) ambas sociedades cuando surgieron (sic) a Bolsa”. “Eso son datos aritméticos”, concluyó.
FCC cuenta con una cartera de proyectos de 43.043 millones y en 2024 facturó 9.071 millones con 430 de ganancias. La actividad internacional supone el 51% de la cifra de negocios; tiene presencia en 25 países de Europa, América Latina, Oriente Próximo y Estados Unidos. Son buenos números con una sombra, una deuda relativamente elevada que ronda los 3.000 millones. Las cifras que orlan el Grupo FCC hacen juego con el lustre de sus inversores, entre los que, además de Slim, se cuentan Bill Gates —entró en 2013 y el pasado año redujo su posición del 5,7% al 1,8%— y George Soros, que acompañó a Gates con la compra del 3,8% del capital. La compañía ofrece pocas acciones para negociar. El capital flotante —free float— se situó en torno al 6% el pasado año y los potenciales inversores institucionales saben que tienen difícil tanto entrar como salir.
“Es cierto que el free float de la compañía es pequeño”, admite Colio, “pero siempre la compañía ha dispuesto de los mecanismos de solvencia para hacer líquida la acción. Continuamente, todos los días de cotización, los títulos han marcado precio, ha habido intercambio de acciones en el mercado. Nuestros accionistas siempre han tenido la opción de acudir al mercado para comprar o vender a diario a pesar de que es cierto que el free float no es excesivamente grande”.
En perspectiva, FCC tiene más de baluarte de defensa que de trinchera de asalto. Pero ¿defender qué? El dividendo. En 2024, repartió 283 millones. Este año, tras la escisión de la actividad inmobiliaria, serán 227 milones —0,5 euros por título—, un 23% menos. Slim recibirá en torno a 185 millones o su equivalente en acciones si elige la opción de cobrar en títulos. Esther Koplowitz, vicepresidenta primera de la empresa —su hija Esther Alcocer Koplowitz es la presidenta—, recibirá algo más de siete millones, en correspondencia a su participación del 3,2%.
FCC es una pieza más del Grupo Carso, propiedad de Slim y compuesto de 268 empresas con presencia en cuatro sectores estratégicos: comercial, industrial, infraestructura y construcción, y energía. Algunos analistas coinciden en que podría excluir de Bolsa el valor sin problemas. Pero no importa tanto el precio diario de las acciones como la presencia de la marca en el escaparate y el retorno de la inversión. La estrechez del valor “le resta atractivo”, admite el director de ATL Capital, Álvaro Blasco, pero el grupo es interesante “porque cubre diferentes áreas de negocio, con buena proyección, especialmente en la gestión de agua (Aqualia)”.
Las divisiones de agua (Aqualia) y de servicios medioambientales (FCC Enviro) son el corazón del negocio y han atraído a fondos internacionales. Una confirmación de su potencial. Aqualia está participada desde hace siete años por el fondo australiano IFM (49%), accionista también de Naturgy; y FCC Enviro —con presencia en el Reino Unido, Europa continental y EE UU— ha atraído al mayor fondo de pensiones canadiense, CPP Investments (24,9%).
El interés de los fondos por las dos áreas de FCC está justificado. Agua y servicios medioambientales alimentan el negocio. En 2024, aportaron conjuntamente el 82% del beneficio bruto (ebitda). FCC Enviro —4.346 millones de facturación— aportó el 51% y Aqualia, con 1.674 millones, el 29,6%. FCC sabe dónde están sus joyas y ha sacado brillo a la división de agua al refinanciar su deuda con varias operaciones coordinadas por un importe conjunto de 1.250 millones.
Los tres grandes focos de expansión territorial de Aqualia son América, Europa y Oriente Próximo. En América el crecimiento se desarrolla en torno a dos áreas: EE UU y América Latina, donde la empresa está ya consolidada en México y Colombia, Perú y Chile. En Europa el foco está puesto especialmente en Francia. “De cara al futuro, Aqualia mantendrá su foco en las concesiones municipales y de infraestructuras, que siguen siendo el núcleo del modelo de negocio de la compañía”, sostienen en la división.
Compras
Para medio ambiente, la gran viga maestra, la consigna es ampliar el campo de negocio. En 2024, el grupo compró la actividad de Urbaser en el Reino Unido; las filiales de Europe Services Groupe (ESG) en Francia y la empresa Gel Recycling Holdings en EE UU, una de las mayores recicladoras de Florida. Además, logró contratos en Florida, Minnesota y Carolina del Norte. En tiempos turbulentos, en los que hasta la estrategia de las grandes corporaciones se tiñe de ideología, el Grupo FCC mantiene los compromisos de sostenibilidad. “Perseguimos contribuir, desde todas nuestras áreas de negocio, a la Agenda 2030”, ha explicado Colio, “apoyando el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y estamos firmemente comprometidos con el Pacto Mundial de las Naciones Unidas”. Por muchos años, pero sin descuidar los flancos débiles, que siempre los hay. En el caso del Grupo FCC, señalan algunos análisis, esos flancos son los tipos de interés, el coste de los materiales, la dependencia de las licitaciones públicas y la falta de catalizadores a corto plazo. Nada insuperable para el que fue el primer grupo de construcción español, un puesto que cedió hace más de 20 años tras la fusión de ACS y Dragados.