El objetivo está claro y el número también: 800.000 millones de euros para el sector de Defensa europeo, dijo el 4 de marzo Ursula von der Leyen. Lo que no está tan claro es cómo se va a pagar eso, por más que la presidenta de la Comisión Europea también hablara de relajar los límites al déficit para que cada país encuentre su fórmula. Aumentar el peso de la deuda tal vez sea posible en Alemania, pero no tanto en países como Italia o como Francia, donde la prima de riesgo ya supera a la española. Y recortar el gasto social para sustituirlo por armas no parece políticamente factible en una unión creada bajo la divisa de la paz. Al menos por ahora.
Según Isabelle Mateos y Lago, economista jefa de BNP Paribas —y exconsejera del vicepresidente de BlackRock, Philipp Hildebrand—, si Europa aspira a culminar con éxito su proyecto de incrementar en un 1,5% el gasto en defensa, la incógnita sobre la financiación debe despejarse cuanto antes. En la sede madrileña de la entidad francesa, Mateos y Lago habló con EL PAÍS sobre la necesidad de soluciones que generen el mínimo de discrepancias políticas y no atenten contra el crecimiento.
“Relajar las reglas fiscales para dejar el tema de la financiación a nivel estatal es solo una propuesta de corto plazo, porque la restricción que de verdad tienen los países con deudas que llegan al 100% de su PIB, o lo superan, no viene de las reglas fiscales, sino del mercado”, comenta. “Va a ser indispensable alguna fórmula para pedir prestado en común si de verdad queremos que todos los países aumenten en un 1,5% del PIB el gasto en defensa, incluidos los que tienen menos margen de maniobra fiscal”.
Mateos y Lago no está pensando por el momento en eurobonos, que requerirían un consenso para el que todavía falta, sino en una herramienta diseñada específicamente para la misión, como lo fue en 2010 el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), que asistió financieramente a los países de la Eurozona que tenían problemas. “Si tuviéramos una cantidad infinita de tiempo, tal vez podríamos encontrar otras opciones mejores, pero no la tenemos, así que tenemos que buscar lo que sea más simple, una herramienta en la que los países que quieran participar, participan; y los que no quieran, no lo hacen; buscar lo que funcione más rápido es probablemente la mejor opción”, aconseja. “Al FEEF le llevó menos de seis meses ponerse en funcionamiento”.
En cualquier caso, la asistencia que pueda proporcionar esa herramienta seguirá contabilizándose en cada país como un aumento en la deuda a devolver. De ahí su pronóstico sobre un posible aumento en los tipos de interés y la necesidad, “tal vez en los próximos cinco años”, de compensar ese coste extra. “Para que esa compensación no tenga que ser con recortes hay que concentrarse en el crecimiento económico, si los países europeos consiguen un crecimiento suficiente, esos déficits se vuelven más sostenibles y no hay que recortar de otros lados; es lo que ha ocurrido de hecho durante los últimos años en España, donde la proporción de deuda sobre el PIB se ha reducido sin hacer un montón de ajuste fiscal”.
En su opinión, el énfasis en el área de defensa también puede ser la puerta hacia un mayor crecimiento, y no solo por el efecto multiplicador que las inversiones generan en la actividad —el keynesianismo militar que tanto ayudó a la economía de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial—. “Muchos de los temas mencionados en el Libro Blanco de defensa que la Comisión Europea publicó el 19 de marzo son también obstáculos al crecimiento económico en Europa que conocemos de sobra; si gracias a este impulso a la defensa resolvemos esos obstáculos, estaremos liberando barreras al crecimiento que afectan a todas las áreas de la economía”, explica.
Un ejemplo, en su opinión, es la necesidad de aumentar la escala de la producción. “En el Libro Blanco se pone mucho énfasis en organizar la fabricación a escala de equipamiento militar a lo largo de Europa, y esta es una necesidad que también es válida para muchos tipos de producción industrial”, indica. “Si una consecuencia de esto que exige la defensa es que los que diseñan políticas en Europa logran confeccionar una política industrial de ámbito europeo, en vez de desperdigada por cada país, la contribución será enorme, no solo para la industria de defensa, sino para la de la inteligencia artificial, para la de investigación y desarrollo…”.
Otro tema importante es la infraestructura. Tanto el informe sobre la economía europea encargado al exprimer ministro italiano Enrico Letta como el que redactó el expresidente del Banco Central Europeo Mario Draghi alertaban por las barreras físicas al comercio intraeuropeo que generaban unas infraestructuras deficientes, con cuellos de botella en pasos fronterizos clave. “Este Libro Blanco subraya la necesidad de poder mover soldados y equipamiento militar a través de Europa rápidamente, algo para lo que es necesario solucionar estos problemas de infraestructura que también son obstáculos al comercio”, según la economista de BNP Paribas. “Si abordamos esta urgencia en la defensa de manera inteligente, y eso es lo que parece que se está haciendo, porque no podemos permitirnos malgastar el dinero, los beneficios colaterales irán mucho más allá de los asuntos estrictamente militares”.
¿Hablar de crecimiento sigue siendo posible con la guerra comercial que Estados Unidos parece dispuesto a librar? Según Mateos y Lago, la clave está en aumentar el comercio dentro de la UE. “Alcanzaría con aumentar en un 2,4% el comercio intraeuropeo para compensar una caída del 20% en las exportaciones a EE UU”, escribió en marzo en el periódico Financial Times. Entre los consejos que daba para aumentar la integración económica figuraba terminar con las innumerables diferencias que hay entre los países europeos por los diferentes tipos del IVA y las regulaciones de protección al consumidor. Diferencias que, según los cálculos de Draghi, equivalen a un arancel de un 45% para los bienes y de un 110% para los servicios.
En opinión de Mateos y Lago, los líderes de la UE deberían reconocer las reglas de los otros países en una mayoría de bienes y servicios en un plazo de seis meses. “Ahora mismo la mayoría de las pymes de Europa, que constituyen la mayor parte de sus empresas, se limitan al mercado doméstico por el dolor de cabeza que representa hacer todo el papeleo y cumplir con todos los requisitos para exportar”, recuerda. “Esas simples medidas les abrirían de repente un mercado de 450 millones de clientes”.