Un reciente estudio ha demostrado que, durante la Edad del Hierro, las comunidades ibéricas no sólo no marginaron a los niños con síndrome de Down, sino que fueron apreciados y ocuparon un lugar distinguido.
El síndrome de Down es una afección cromosómica. Quien lo padece tiene un cromosoma adicional en el par 21 que cambia la forma en la que se desarrollan tanto el cuerpo como el cerebro. A pesar de que el síndrome de Down no fue reconocido como tal hasta el siglo XIX, han existido muchos casos a lo largo de la historia, aunque siempre se creyó que estos individuos fueron marginados.
John Starbuck, de la Universidad de Indiana, por ejemplo, analizó una estatuilla de la cultura Tolteca (México) datada en el año 500 de nuestra era, que según su estudio ilustra este trastorno cromosómico. Su trabajo determinó que el tipo de enterramiento en el que fue hallada, igual que los demás, no hace suponer que el individuo no fuera discriminado mientras vivió.
Ahora, una investigación liderada por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) que ha contado con la participación de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), la Universidad de Alicante (UA) y la Universidad Pública de Navarra (UPNA), ha analizado el genoma de cerca de 10.000 individuos antiguos para buscar de trisomías cromosómicas, es decir, el síndrome de Down y síndrome de Edwards.
El trabajo, publicado en Nature Communications, ha identificado seis casos con síndrome de Down, todos ellos de bebés: cinco de entre hace 5.000 y 2.500 años y uno de época más reciente.
De los cinco individuos prehistóricos con esta afección, tres pertenecen a los yacimientos de Alto de la Cruz y Las Eretas, en Navarra, y se remontaban a la Edad de Hierro (hace entre 2.800 y 2.500 años), y los otros dos eran de la Edad del Bronce (hace entre 4.700 y 3.300 años) y procedían de Grecia y Bulgaria respectivamente.
El sexto individuo –del siglo XVII o XVIII- procede de un cementerio situado en una iglesia finlandesa.
Todos los bebés murieron antes o poco después de nacer, salvo en el caso de Grecia que llegó al año de vida, aunque como puso de manifiesto la antropóloga física y comadrona Patxuka de Miguel, de la Universidad de Alicante, si «uno presta atención y tiene un poco sensibilidad sí que nota que estos niños y niñas tienen algo diferente».
Rituales funerarios
Y así lo consideraron las comunidades ibéricas de la Edad del Hierro que, en ese periodo, incineraban a sus muertos… salvo a estos bebés que ocuparon un lugar destacado en las viviendas. Roberto Risch, arqueólogo de la UAB y coautor del trabajo, cree que tuvieron ese privilegio porque “merecían una atención muy especial, eran valiosas para la comunidad«.
El estudio destaca en este sentido que algunos de los bebés fueron sepultados con un rico ajuar funerario. En el yacimiento de Alto de la Cruz, por ejemplo, una bebé con síndrome de Down fue enterrada junto a un anillo de bronce, una concha marina y restos de tres ovinos o caprinos.
Además, estaba enterrada en un sitio decorado en un edificio que podría ser un lugar de culto o ritual.
Todos restos estudiados tenían entre 26 y 40 semanas de gestación, por lo que los especialistas no descartan que alguno de los mayores pudiera haber nacido y sobrevivir algunos días.
A continuación puedes escuchar la entrevista que Bruno Cardeñosa realizó a Roberto Risch, catedrático de prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona, y uno de los autores del estudio, en La Rosa de los Vientos de Onda Cero radio.
Las referencias arqueológicas sobre el síndrome de Down son inusuales pero un grupo de investigadores franceses, creen haber encontrado en el cráneo de un niño de 5 años en un cementerio de Francia, las primeras evidencias de trisomía, lo que demuestra, según un estudio de la Universidad de Burdeos, que tampoco estaba estigmatizado en la Edad Media.
El cuerpo del niño se hallaba enterrado en la misma posición que otras personas por lo que los arqueólogos creen que no le trataron de forma distinta por su condición mientras vivió.
Su cráneo estaba aplanado y presentaba una desfiguración en la frente. Sus dientes también aparecían inflamados. Todos estos síntomas provienen de su afección cromosómica.
En Inglaterra también se había documentado un caso similar en el año 700. Los arqueólogos se dieron cuenta de que la forma en la que estaba enterrado este niño de 9 años, demostraba que poseía este trastorno y que también fue tratado de forma diferente en su comunidad.