Hay pocas preocupaciones en la mente de Vicent Grimalt (Gata de Gorgos, 1950). El vaivén de los mercados en los últimos meses es una de ellas. La guerra arancelaria no deja indiferente al fundador de Ale-hop, la marca alicantina de regalos económicos que cerró 2024 con unas cifras bastante buenas. El viento favorable del turismo impulsó la facturación de la compañía de la icónica vaca. En 2024, Clave Dénia, propietaria de Ale‑hop, cerró con una cifra de negocio de 254 millones de euros, un 13,7% más, y un beneficio neto de 51 millones. La estrategia se resume en una fórmula sencilla: “Buscamos sorprender a un cliente que cada vez es más difícil de sorprender”, explica el fundador por videollamada desde la sede de la compañía en Bellreguard, Valencia.
Los establecimientos de Ale-hop están repletos de productos que se fabrican fuera de la Península, y aunque no opera ni fabrica en Estados Unidos, Grimalt afirma que la armonía en el comercio global es un factor que siempre ha estado en su radar. Después de varios años en aparente calma, asume que el consumo sentirá las agitaciones provocadas por la geopolítica. “El comercio está muy ligado a la convivencia. A medida que hay paz, hay más consumo: la gente se ríe, se cambia de zapatos, de gafas, de ropa. Si hay preocupación, todo esto se reduce”, reflexiona.
La compañía descarta aumentos de precios en los productos, cuyo atractivo está precisamente en su etiqueta de importes reducidos con chanclas a tres euros o lámparas de mesa a cinco. Grimalt explica que lograr estos precios es el resultado de saber en qué parte del mundo fabricar, una estrategia que le ha llevado muchos años consolidar. “Si los bolígrafos se fabrican en tal sitio, hay que ir allí a buscarlos”, concreta.
Pero no siempre ha sido así. La producción de Ale-hop, que nació en una antigua fábrica de juguetes en Dénia, se asentaba en un principio principalmente en España. “En nuestros inicios fabricábamos en Gata de Gorgos (Alicante) artesanías, pero las cosas fueron cambiando. Hasta el año 1990 vendimos productos de madera fabricados en la zona de Manacor, cuna de Rafa Nadal o zapatos fabricados en Elche”.
Luego llegó la internacionalización de los proveedores. Sin embargo, llama la atención que en su estrategia de exprimir los precios Ale-hop no hubiese tocado las puertas de las fábricas asiáticas, codiciadas por sus menores costes. Grimalt reconoce que, desde hace algunos años, este esquema ha empezado a cambiar. La pandemia de la covid-19 produjo preocupantes cuellos de botella en las cadenas de fabricación, especialmente para el sector tecnológico. Y actualmente los grandes vendedores europeos observan cómo China ha pasado de ser la fábrica de productos baratos, a convertirse en un fabricante de tecnología avanzada, con la seguridad incluso de plantar cara directamente a sus compradores del Viejo Continente.
Estos cambios no han pasado desapercibidos para el empresario alicantino. “Hemos empezado a producir más en kilómetro cero”, comparte Grimalt sin dar detalles de qué países suponen las mejores alternativas para mover un estilo de producción que lleva años anclado al sureste asiático, pero cuya fiabilidad está siendo reconsiderada. Empresas como Apple ya han advertido que moverán la fabricación a la India y otras firmas como la española Mango han anunciado que están estudiando la forma de traer su producción a España.
“La India está destacando en el ámbito tecnológico, especialmente en la zona al sur de Bombay”, señala Grimalt. Gran parte del catálogo de Ale-hop se compone de productos que requieren de componentes electrónicos como mini impresoras, máquinas de algodón de azúcar o almohadas masajeadoras. Y su producción proviene de países como Filipinas, Indonesia e India. ¿Y fabricar en España es ahora una alternativa? “España es viable para cierto tipo de productos. Hay muchas universidades y mucha creatividad, pero hace falta voluntad y riesgo por la inversión. Aunque nosotros no cerramos nuestras puertas del todo”.
La firma abrió 31 nuevas tiendas en España, Portugal, Italia y Croacia en 2024 y espera mantener el ritmo de expansión este año. La fórmula detrás del éxito de Ale-hop, que en 2026 cumplirá 25 años, se resume en la agilidad en detectar los gustos cambiantes de los consumidores, según destaca su fundador. Los viajes a ferias en otros países son parte de esta ecuación, pero la creatividad también tiene su peso. “Comparo nuestra actividad con una banda de música, donde se combina la intuición y el ingenio”, señala Grimalt, aunque confiesa que cada vez es más difícil que la gente se sorprenda con las novedades que traen a las tiendas: “Los consumidores buscan continuamente nuevos estímulos”.
Centro de innovación
Para seguir apuntando en la dirección correcta, el año pasado abrieron un centro de innovación en Oliva, una instalación de 20.000 metros cuadrados enfocada en los procesos de investigación y desarrollo de la empresa. Un espacio dedicado a la detección de tendencias y a afinar la fabricación de productos de “toque único” y “divertidos”, según palabras de su fundador.
La marca se ha volcado en buscar explotar su valor diferencial en un momento especialmente dominado por el comercio electrónico, terreno al que, por otra parte, Ale-hop no ha decidido entrar a competir. “Nuestro éxito se basa en la combinación de productos con simpatía y una parte humana, y es difícil que estos convivan con el comercio electrónico”. El empresario sostiene que la experiencia de compra en las tiendas físicas no se reemplaza fácilmente. “Cada visita a nuestras tiendas se convierte en un momento para descubrir algo nuevo. Esto es muy difícil de transmitir en el entorno digital”, zanja.
Grimalt, que empezó a trabajar tras acabar la escuela a los 12 años, ha logrado sortear los baches de las últimas décadas. Cuenta que los dos periodos más difíciles de afrontar fueron la crisis financiera de 2008 y la pandemia de la covid-19. La filosofía de ahorrar para tiempos de vacas flacas y tener un colchón abultado de fondos propios les permitió volver con fuerza. “Ahora estamos preocupados en el largo plazo, que se ha convertido en una interrogante, pero en el corto vamos bien”, asegura. Aunque Grimalt sigue involucrado en el día a día de la compañía, es Darío Grimalt, uno de los tres hijos con los que trabaja, el que ha tomado las riendas de la empresa. De todas formas, no espera retirarse pronto. “Tengo la suerte de trabajar en algo que me gusta”, comparte entre risas a modo de conclusión.