domingo, junio 22, 2025

Europa: hacer de la necesidad virtud | Negocios

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Vivimos probablemente el momento de mayor inestabilidad y belicismo de los últimos 80 años. Las décadas posteriores a la II Guerra Mundial estuvieron marcadas por los “treinta gloriosos”, una etapa de crecimiento económico, inversión público-privada y prosperidad que no hemos vuelto a experimentar con tanta intensidad y extensión geográfica nunca más. Construimos un sistema multilateral basado en reglas que impulsó la globalización, ayudando a millones de personas a salir de la pobreza. Un sistema que ha tenido también sus sombras, pero que todos los actores reconocían y, hasta cierto punto, respetaban. ¿Qué nos está pasando?

Héctor Abad Faciolince expresó el sentir actual en EL PAÍS hace escasas semanas: “Lo que le molesta a Trump no es la debilidad de Europa, sino su grandeza, su ecologismo, la defensa de la belleza, el poder seductor de su modelo económico y cultural”. Es cierto: Europa ha conseguido situarse como el viejo continente de la Ilustración, el respeto a los derechos humanos y las minorías, el valor de la cultura y la defensa del planeta. Sin embargo, la grandeza que alcanzó en valores no la logró en influencia: su ambición se quedó a medio camino como actor geopolítico mundial. Confiamos demasiado en el paraguas de nuestro socio principal.

Las tornas desgraciadamente han cambiado, y eso obliga a tomar importantes decisiones que hemos pospuesto durante demasiados años. La respuesta a la pandemia abrió un camino y aprendizaje que debemos completar con el diseño del nuevo presupuesto comunitario: el Marco Financiero Plurianual 2028-2034. Un presupuesto, como apunta la Comisión Europea, que será más flexible, comprensivo y que vinculará de forma más estrecha la financiación a las prioridades políticas de la Unión. Necesitamos más coordinación, agilidad y visión estratégica compartida para hacer frente a los retos: aumentar nuestra seguridad y reducir dependencias, impulsar la competitividad y la escalabilidad en el mercado único, reducir la fragmentación regulatoria y asegurar que el ahorro europeo financia proyectos europeos. Sin olvidar la protección del Estado de derecho y los valores democráticos, nuestra seña de identidad.

Individualmente no lo lograremos. Es urgente un presupuesto suficientemente dotado para acompañar a las transiciones en marcha, apoyado en mayores recursos propios y en la creación de un verdadero mercado de eurobonos, como han defendido recientemente Olivier Blanchard y Ángel Ubide. La emisión de deuda comunitaria vinculada a NextGenerationEU situó a la Unión como un actor reconocible y las impredecibles decisiones de la Administración Trump están poniendo en riesgo el rol del dólar como activo seguro y moneda de reserva mundial. Un hueco que por tamaño de mercado podría cubrir el euro, atrayendo inversión privada global hacia una Europa que, ahora sí, recuperaría su dinamismo económico y social. Resulta paradójico, pero es la realidad: en este mundo, a Europa se le abre una oportunidad.



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